Veroño, palabra de moda.
Un otoño disfrazado de primavera. Manteniéndonos alerta, disparando a dar: 14 grados, 25, 32. Abrigo de plumas por la mañana, tirantes al mediodía.
Viene camuflado con calidez, pero al corazón no lo engaña. Lo huele. Intuye sus hojas amarillentas, sus noches tempranas, sus días cortos. Sus braseros, sus rachas de viento, sus castañas asadas. Adivina la retirada del verano y el avance implacable de los fríos invernales.
Y el corazón empieza a encogerse sobre sí mismo, a levantar sus muros protectores y a airear para renovar el ambiente. Por la ventana salen los restos desgastados de libertad y despreocupación estivales y entran cargamentos enteros de la melancolía que trae consigo la gelidez.
Así que, como dice Rafael en bonito, perdonadme que hoy sienta pena y la diga. No me culpéis a mi, sino al otoño.
"Nos dicen: Sed alegres.
Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos
ni el más leve ruido de una lágrima.
Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,
mas hay horas, hay días, hasta meses y años
en que se carga el alma de una justa tristeza
y por tantos motivos que luchan silenciosos
rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.
Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas
de dobladas umbrías que pronto van a irse.
Me miro a mí, me escucho esta mañana
y perdido ese miedo
que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,
me repito: Confiesa
grita valientemente que quisieras morirte.
Di también: Tienes frío.
Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen.
¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?
Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos
que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?
Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva.
Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!
¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,
diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!
Perdonadme que hoy sienta pena y la diga.
No me culpéis. Ha sido
la vuelta del otoño".