Cuando leo libros buenos o malos pero que tienen elementos que me gustan, siempre pienso: "Me encantaría saber hacer eso así", o "qué chulo este recurso" o "estaría guay usar esto al escribir". Luego a veces me encuentro justo esos elementos en otras obras, a menudo posteriores, y me oigo a mi misma diciendo: "¡Ajá, te pillé! Hemos leído lo mismo". Y sé que es un tontería y que seguramente no, que tendrá más que ver con que juntar letras va por muchos caminos y que al final todos los caminos llevan a Roma. Pero igualmente mola ver esas conexiones.
Me recuerda a mis inicios blogueros allá por el Pleistoceno superior. Yo llegué tardísimo a los blogs y me abrieron todo un mundo. Me alucinaba la libertad con la que se escribía aquí, sin ninguna norma de estilo, sin ataduras, de una forma coloquial, casi oral. Podías poner colores en los diálogos, intercalar onomatopeyas, palabrotas, inventar palabras, conceptos. Usar conceptos creados en otros blogs y que todos los lectores conocían porque también los leían a ellos.
De hecho, esa era otra cosa que me flipaba: ese sustrato común, ese "algo" compartido, ese tufillo a blog totalmente reconocible, por muy distintas que fueran las voces de sus autores: poéticos, cómicos, intensos, crudos, obsesivos, especializados... Escribieran lo que escribieran o como lo escribieran todos los textos olían a blog. Y eso molaba.
Como novata yo no sabía hacerlo y comencé imitando. Adopté "las costumbres" blogueras que me parecieron más comunes, como poner motes y no nombres a los personajes. Recurrir a la exageración, al humor, al autoescarnio. Observar el mundo con otra mirada.
Hice entradas mucho antes de abrir el blog, de tener clara una temática o un nombre. No sólo escribí textos, sino que las páginas del diario que tenía entonces se contagiaron totalmente de ese tufillo bloguero. Así que Speedygirl llegó a la blogoesfera cuando no aguantaba ni un segundo más estar fuera de ella.
Pienso mucho en esto ahora porque creo que con los años he adquirido una voz literaria muy peculiar, muy reconocible. Mejor o peor, eso es subjetivo, pero diferente, muy mía. Y conseguirlo ha sido un proceso natural que nació desde la admiración, desde la imitación de cosas que me gustaban en blogs que me encantaban como lectora. Así que espero que me pase lo mismo fuera de la blogoesfera, que todas esos recursos que me flipan en mis lecturas sedimenten y formen la base de mi estilo no bloguero.
Podría ser, ¿no?