Total, que una vez informada de coches, trenes, aviones y demás medios de transporte modernos, los siguientes meses me hicieron la Tarjeta Platinum de Renfe y ahora tengo de ahijado, además de los Speedysobris, al niño de una de las azafatas habituales del trayecto Capilandia-Speedytown. Con eso os lo digo todo.
Pero bueno, no os voy a engañar, yo a Capilandia iba por Bloguero Estupendérrimo, claro, pero no SÓLO por Bloguero Estupendérrimo. Por aquel entonces mi vida en Speedytown estaba bastante parada, llena de amigos colapsadísimos por bebés recién llegados a la familia, un curro desesperante y sin mucho futuro y una sensación general de estar viviendo una y otra vez El Día de la Marmota de Atrapado en el Tiempo que no os podéis imaginar. Capilandia significaba mimos de Bloguero Estupendérrimo, sí, pero también planes chulos, restaurantes nuevos, quedadas con coblogers, blogueros y tuiteros molones y una bocanada de aire fresco frente al cada vez más asfixiante día a día en Speedytown.
Y eso hablando sólo de juerga, pero había mucho más que juerga. Capilandia también significaba relacionarme con gente que escribía y que, por tanto, entendía todo lo que a mi me aporta escribir. Significaba conocer a personas que se ganaban la vida con las palabras. Y a sus jefes. Y ampliar horizontes.
-Están buscando en mi curro una colaboradora para tal web y salió a relucir tu nombre. Sería un post cada dos semanas y bla bla bla bla.
-Nos invitan a una tertulia sobre blogs en no sé qué programa de radio. Van tus coblogers de la web de ocio esa en la que escribes. Te apuntas, ¿no?
-Por fin le publican el libro a Zrutanito. Reseña conjunta en diferentes webs. Contamos contigo
Y todo el rato así. Llegó un momento que tenía más intereses en Capilandia que en SpeedyTown y Bloguero Estupendérrimo se decidió a hacer una aguda observación:
-Podrías dejar de intentar hacerte socia capitalista de Renfe a base de comprar billetes de tren y considerar la idea de trasladar tu base de operaciones a Capilandia, ¿no crees?
-(Levanto una ceja) ¿Estás sugiriendo alguna dirección concreta para ubicar mi base de operaciones?
-Bueno, en mi casa ya tienes cepillo de dientes... Una cosa menos que tendrías que empaquetar en la mudanza.
Y dado el horror total que son las mudanzas, esa era una oferta que no podía rechazar. Así que la acepté.
(Fundido en negro)
The End
(Y como esto es a vida real-inventada bloguera y no una peli, después de la palabra FIN vinieron los malos despertares, las tapas del inodoro levantadas, el caos de armario y las discusiones por el mando de la tele. Pero esa ya es otra historia y tendrá que ser contada en otra ocasión ;P)