Me miro al espejo con la detención con que lo haría un entomólogo, corrijo cada imperfección con maquillajes y sombras. El hambre se ha vuelto mi estado natural y mi rutina de gimnasio es de atleta olímpica, pero claramente ya no lo fui. A cambio, mi figura es la misma que la de una joven de veinte, de diecisiete o aún mejor. Parezco vanidosa, pero no es eso. Es sólo que no quiero encontrarme con alguien dirigiéndome la palabra señora mientras soy todavía señorita. Eso sería la condena a una soledad eterna que me causa el peor de los terrores.100108
MAR Y JAZZ
Hace 8 horas