sábado, 27 de enero de 2024

AVE DEL MES Enero 2024


Mirlo Común
 

Turdus merula
Linnaeus, 1758

Inglés: Common Blackbird 
Francés: Merle noir 

Foto: Germán Fraile

El ave de este mes es un paseriforme de unos 25 cm de largo o poco más, y de alrededor de 100 gramos, poco amigo de las grandes alturas, y más proclive a moverse por el suelo medio corriendo y medio saltando, a subirse a arbolillos y a esconderse bajo los setos, y puede verse fácilmente por los parques urbanos, o por cualquier sitio no excesivamente descubierto, mejor que mejor si tiene suelo mojado o regado en el que buscar lombrices de tierra. Se alimenta también de cualquier otro insecto o bichejo, y de frutitos dependiendo de la época del año. 
Es el macho fácil de ver, y de identificar; es de comportamiento confiado y plumaje negro, con el pico y anillo ocular de color amarillo anaranjado intenso; la hembra algo más escondediza y de color más apagado, parduzco oscuro con garganta y pecho algo más claros, y con el pico bastante variable entre el pardo-gris oscuro y un amarillo a veces casi tan intenso como el del macho. 
 Vive en casi toda Europa, en el norte de África y en zonas de Asia Oriental y Central; está presente en Canarias, con una subespecie propia, e introducido en Nueva Zelanda y sureste de Australia. Las poblaciones españolas son residentes; otras más norteñas son migradoras. Es un animal relativamente territorial, nada proclive a formar bandos salvo en la migración; en condiciones de abundancia de alimento parece ser bastante permisivo con la presencia de otros mirlos en las proximidades incluso para anidar, pero, eso sí, yendo cada uno a lo suyo sin desarrollar conductas gregarias. Parece ser que los machos eligen y defienden su territorio desde el primer año para conservarlo de por vida si pueden, y que también las parejas se mantienen a lo largo de la vida. Anida en arbustos o arbolillos, confiando más en la ocultación que en la altura por lo general escasa, en nidos en forma de cuenco no muy diferentes de los de cualquier otro pajarillo de los que crían entre el ramaje, hecho de hierbas, ramillas, barro y musgo; lo construye la hembra a su gusto y capricho, encargándose el macho más bien de aportar material. Empieza la cría de forma tempranera, a menudo con el nido construido ya en febrero y huevos puestos en marzo o abril, de forma que le da tiempo a sacar cada año dos o tres puestas, cada una de entre 3 y 5 huevos generalmente; en Madrid se han registrado puestas incluso a finales de enero. Al parecer lo más habitual es que construyan un nuevo nido entre puesta y puesta, aunque se dan casos de utilizar el mismo toda la temporada, o incluso reutilizar alguno del año anterior en el improbable caso de que haya sobrevivido al embate de los meteoros. Suelen los huevos ser azulados con motas pardas, incubados por la hembra durante aproximadamente dos semanas. Ambos progenitores colaboran en la alimentación y la retirada de los sacos fecales. 

Foto: Carlos A. Ramírez
Los pollos pueden permanecer en el nido 18 o 19 días, o escapar a los 9 o 10 en caso de peligro con el emplumado a medio terminar, escondiéndose entonces entre los arbustos y siendo alimentados por los adultos hasta quizá un par de semanas después de terminar el crecimiento, aquerenciándose unos pollos con el padre y otros con la madre, o todos con el padre si la hembra se echa a incubar de nuevo.

Los juveniles tienen el pico oscuro y un diseño corporal algo más rojizo y moteado que las hembras. Los machos de primer otoño se distinguen por su pico oscuro, que a primeros de año o poco más se pondrá del vivo color del adulto, listo para sus primeras nupcias; y por su plumaje corporal ya negro, con pardo en las alas debido a una muda postjuvenil incompleta, tras la que suelen retener del plumaje juvenil rémiges parduzcas y quizá también alguna cobertora de las alas, hasta la muda de su segundo otoño. 

 La Lista Roja de la UICN lo considera de población creciente, y estima la población mundial de adultos entre 10 y 500 millones, como si eso fuera estimar algo; le atribuye un estatus de “preocupación menor”. En España se considera también de población creciente y no está incluido en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. 


Foto: Carlos A. Ramírez
Respecto a la etimología del nombre científico, que ha mantenido inmutable desde que Linneo se lo asignara en 1758, tiene poco que explicar el epíteto específico, merula, que es el nombre que ya en el latín antiguo se daba al mirlo; también se explica por sí solo el uso de turdus para designar al género en el que se incluyen, además del mirlo, los tordos, zorzales, malvices o malvises, que de todas estas formas pueden y deben llamarse, y que no han de confundirse con los estorninos que, pese a denominarse habitualmente “tordos” por estas tierras de Salamanca, no pertenecen al género Turdus ni a la familia de los Túrdidos.