Una mañana, Pupú el perrito se despertó oyendo música.
"¿Qué es ese ruido?", pensó mientras bostezaba.
Miró a su alrededor buscando de dónde provenía el escándalo.
"¡Qué raro!" -pensó Pupú- "¿será una broma del hada de los regalos?".
Buscó, buscó, buscó y buscó, hasta que debajo de la cama la encontró.
¡Era Yilda la compactera, que lo ayudaba a despertar con su selección de reggaetón!
"Pero Yilda"-gruño Pupú- "¡son las seis de la mañana!".
"Es hora de levantarse, Pupú," -explicó Yilda- "hay que ir a la escuela y tu mamá pronto vendrá a darte los buenosdías con un vaso de leche bien calentita y galletitas de avena y miel".
Yilda subió el volumen y bailó al son de la música.
Pupú se encogió de hombros, no muy convencido y con su juego de ladrillos de encastre armó un fusil de asalto al que bautizó Totino y con el que recagó bien a tiros a Yilda.
Luego, desintegró hasta el último transistor de Yilda a culatazos y satisfecho y sin reggaetón volvió a su cama, contento y feliz.
"Ay, ay, ay, esta Yilda..." -meditó Pupú- " siempre tan desorientada".
Y durmió, durmió, durmió y durmió hasta que el sol se asomó a saludar por la ventana, cerca del mediodía, pues era domingo.
Nota: no sé adonde apunta esta búsqueda, porque la encontró Jorge y la dejó ahí, en el stock (porque nosotros tenemos un stock, vistessss). No sé, loco, te dije que no sé, pregúntenle a él.