Es enormemente conocido el experimento de Skinner sobre “superstición” en palomas. Éste consistía en la presentación, cada 12-15 segundos, de una dosis de comida independientemente de la conducta de los animales. Skinner observó que, tras cierto número de ensayos, las palomas mostraban una serie de conductas repetitivas, que él atribuyó al desarrollo de una superstición. Es decir, la comida habría reforzado alguna conducta emitida aleatoriamente por la paloma en algún momento, de manera que la paloma habría “aprendido” que dicha conducta era la causante del suministro de comida. O, expresado de un modo empírico a la manera de Skinner, debido al emparejamiento entre una respuesta aleatoria y el suministro de comida, se habría incrementado la probabilidad de aparición de dicha respuesta. Este mecanismo fue el origen de un modelo sobre la conducta supersticiosa en seres humanos, y este experimento fue replicado otras veces con sujetos humanos.
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El experimento de Skinner sobre superstición en palomas: una explicación alternativa
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Sergio
28 noviembre, 2009
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Magia y cerebro (II)
Y seguimos con la segunda parte de la entrada anterior, también sobre ilusionismo y cerebro de la mano de Brainy...
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Héctor
23 noviembre, 2009
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El "efecto Johnny Depp": Una explicación evolucionista de la homosexualidad
El post de hoy es una traducción libre (algo limitada por mis conocimientos de inglés), y además con alguna nota de mi cosecha, de un artículo publicado recientemente por Aaron Goetz y Kayla Causey en "A Natural Hystory of the Modern Mind", que es un blog sobre psicología evolucionista que visito de vez en cuando. El caso es que me topé con la alusión a Johnny Depp en el título, y como buen admirador de las cualidades interpretativas y físicas (¡y decididamente envidioso de estas últimas!) de este actor, no podría negarme a compartir el siguiente texto con vosotros. Se trata de una reflexión en clave evolucionista sobre la homosexualidad, con referencia a algunos trabajos recientes, que considero bastante interesante para todos (lo cual no implica que lo comparta al 100%), y que por ejemplo nos da pistas acerca de misterios como por qué los gays suelen ser considerados hombres tan atractivos por las mujeres.
Ay, ¡lástima que el artículo no hable más sobre Johnny Depp...! :-P
Ay, ¡lástima que el artículo no hable más sobre Johnny Depp...! :-P
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Fernando Blanco
24 julio, 2009
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Feromonas en el ser humano
Hace tiempo que el estudio de la conducta sexual humana suscitó en mí la curiosidad de saber si ésta, así como otros comportamientos, estarán en parte influidos por la existencia de ciertas sustancias llamadas feromonas. No existe demasiada investigación sobre el tema en animales humanos, y buena parte de ella ha sido realizada por laboratorios que se dedican a comercializar estas sustancias, lo cual explica la baja calidad de los estudios y los intentos clamorosamente intencionados por hallar evidencia confirmatoria. Una revisión completa sobre el tema la ofrece, por ejemplo, Hays (2003). A pesar de la escasa evidencia, sin duda la que hay puede ayudar a reflexionar acerca de más de un mito sobre estas famosas sustancias.
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Sergio
03 julio, 2009
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Enamorarse, cuestión de química
Hemos subido otra entrada a Museo de la Ciencia que puede ser interesante. Os dejo el enlace aquí.
Es una entrada sobre el enamoramiento. Se habla un poco en la entrada sobre diferentes aspectos relacionados con el enamoramiento, proceso en el que seguro que nos hemos visto alguna vez. Autores: Sophie, Carlos y Héctor. Revisor: Brainy.
Es una entrada sobre el enamoramiento. Se habla un poco en la entrada sobre diferentes aspectos relacionados con el enamoramiento, proceso en el que seguro que nos hemos visto alguna vez. Autores: Sophie, Carlos y Héctor. Revisor: Brainy.
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Héctor
10 diciembre, 2008
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"Creacionismo": Respuesta a Juan Manuel de Prada
Permitidme que, en esta ocasión, dedique una entrada en Psicoteca a un tema un poco más general de lo que es habitual por aquí. Mi post de hoy es (o pretende ser) una respuesta argumentada a la columna que hoy publica el escritor Juan Manuel de Prada en la revista "XL Semanal", en la cual defiende el creacionismo mediante unos argumentos sospechosamente endebles y falaces. Puede que a algunos lectores les venga a la mente otro ya inolvidable artículo publicado en el mismo suplemento ("XL Semanal") acerca de la Psicología, plagado de errores, y al que ya dediqué una respuesta en su momento. Por lo demás, aunque esta vez el ataque no es contra la Psicología sino contra el hecho evolutivo (más bien diría contra la ciencia y la racionalidad, en general), creo que no está de más comentar algo por aquí, contribuyendo así a que no se extienda impunemente la manipulación informativa (la real, no la que los creacionistas tanto insisten en denunciar). Vamos, que respondo a Juan Manuel de Prada simplemente para que vea que no nos puede tomar por tontos tan fácilmente.
Estas manifestaciones a favor del creacionismo que tanto se prodigan últimamente en nuestro país comenzaron como tímidas adhesiones, pero auguran un previsible estallido virulento (¡mirad cómo están en los EEUU!). Y, para no acabar como todos nos tememos, merecen una pronta respuesta por parte de la comunidad científica-bloguera: a buen seguro no seré el único en haber recogido el guante. Además, hoy por hoy, negar el hecho evolutivo y rechazar el método científico tiene serias implicaciones para los que pretendemos hacer de la Psicología una ciencia. Esa es la vela que me permite entrar en este entierro, por así decirlo. Al trapo.
Estas manifestaciones a favor del creacionismo que tanto se prodigan últimamente en nuestro país comenzaron como tímidas adhesiones, pero auguran un previsible estallido virulento (¡mirad cómo están en los EEUU!). Y, para no acabar como todos nos tememos, merecen una pronta respuesta por parte de la comunidad científica-bloguera: a buen seguro no seré el único en haber recogido el guante. Además, hoy por hoy, negar el hecho evolutivo y rechazar el método científico tiene serias implicaciones para los que pretendemos hacer de la Psicología una ciencia. Esa es la vela que me permite entrar en este entierro, por así decirlo. Al trapo.
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Fernando Blanco
29 septiembre, 2008
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La relación Psicología – Biología
Artículo de Jesús Gómez Bujedo (alias Pasabaporaquí)
Este post ha surgido como parte de una discusión que se inició en el interesante artículo de Gilgamesh “Neutralizando al homúnculo”.
En él, después de pasar por muchos temas, uno de los que generó más controversia fue el de la relación entre Biología y Psicología que se propone en el Análisis del Comportamiento. Desde mi punto de vista, sin embargo, esta misma reflexión se puede extender a toda la Psicología como ciencia. Las preguntas, en definitiva, serían ¿Cómo puede o debe relacionarse la ciencia psicológica con la Biología? ¿Deben ser dos ciencias independientes o por el contrario todos los conocimientos psicológicos deber ser explicados en términos biológicos para que tengan sentido? ¿Hay algún término medio?
Para comenzar, me voy a apoyar en la explicación sobre los Niveles de Análisis en ciencia que aparece en el capítulo introductorio del manual “Procesos Psicológicos Básicos: Un análisis Funcional” (2005).
Lo que voy a defender aquí, por lo tanto, es que la Psicología puede y debe tener su propio nivel de análisis como ciencia, aunque pueda y deba relacionarse con la biología (y hacia arriba con la sociología).
La Psicología científica parte de que todos los seres vivos somos organismos descendientes de un antepasado común que han evolucionado mediante el proceso de la selección natural (fundamentalmente). Nuestras características morfológicas así como nuestros mecanismos de aprendizaje son el producto de esta evolución. La biología es la base de la Psicología y nos ancla al resto de las ciencias naturales. Parafraseando a Dobzansky, se puede decir que “nada tiene sentido en Psicología si no es a la luz de la evolución”. Saber que los principios de orden superior están firmemente explicados por el nivel inferior es un tipo de reduccionismo sano que nos permite hacer ciencia con los pies en el suelo.
Pero igual que los biólogos que estudian poblaciones de organismos no tienen por qué incluir la bioquímica de los genes en las explicaciones de sus estudios (aunque puedan hacerlo), los psicólogos “a secas” no tenemos por qué incluir necesariamente explicaciones fisiológicas en nuestras teorías, aunque sepamos que existen y otros se dediquen a establecerlas.
Y esto al menos por dos motivos:
Primero, porque siguiendo este principio de niveles de análisis, no es necesario.
La ciencia se basa en descubrir regularidades entre eventos, y luego en describir leyes generales que abarquen un conjunto de regularidades (como por ejemplo la física de Newton o la de Einstein). Cuando identificamos esos eventos, los científicos estamos haciendo una abstracción, es decir, fijándonos en unas propiedades de los hechos y no en otras (Ej. como cuando los físicos utilizan la masa para predecir la velocidad de un objeto en caída libre). Los conceptos primitivos de cada ciencia son los que mejor permiten explicar, predecir y controlar en ese nivel. Que escojamos un nivel no significa que neguemos los demás, sino que nos fijamos en unas propiedades concretas que nos sirven para entender mejor las relaciones entre las variables que nos interesa conocer.
En Biología, por ejemplo, podríamos describir un gen en términos de sus características químicas, secuenciando todos los nucleótidos que lo componen y determinando su proporción de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, etc.; esto nos proporciona información interesante, pero no toda la que le interesa a un genetista. Por ejemplo, no dice nada sobre la distribución de ese gen en una población, o de las estructuras fisiológicas con las que se relaciona y de las condiciones en las que ha evolucionado. Para eso es necesario poner en relación otro tipo de variables más molares que las de la química, que son las que identifican los biólogos como sus primitivos (Ej. alelo, presión de selección, etc.)
Si nos movemos hacia la Psicología, las variables que nos interesan de los sujetos son mucho más molares que en Biología. La Psicología se centra más en problemas del tipo ¿por qué el sujeto escogió A y no B? o ¿Cómo hago para que esta persona deje de tener pensamientos obsesivos?, y esos comportamientos correlacionan con determinados eventos ambientales también más molares que nos permiten explicar, predecir y controlar el comportamiento en nuestros distintos ámbitos de aplicación. Por supuesto, todas estas relaciones necesitan un sustrato biológico en el que darse, pero no todas pueden ser descritas en el nivel puramente biológico. Los términos primitivos que cobran sentido al definirlos en el nivel psicológico no tienen por qué tenerlo en el biológico.
Además, la explicación en un nivel es posible con relativa independencia de los niveles inferiores.
Tomemos como ejemplo lo que pasó con la teoría de la evolución. El mecanismo de la selección natural se descubrió antes que el gen; y sin embargo Darwin y otros biólogos consiguieron realizar muchos descubrimientos en ese nivel, como por ejemplo la manera en que afecta el aumento de la variabilidad genética o el aumento de la presión de selección en una población, cómo influyen el aislamiento geográfico en la especiación, o la selección en relación al sexo, etc. Las leyes de la selección natural funcionan incluso sin que sepamos cómo funcionan los genes. Si en lugar de 20 aminoácidos el lenguaje de las proteínas tuviera 50, los mecanismos anteriores funcionarían igual.
De la misma manera, si nos situamos de nuevo en la Psicología, los fenómenos de condicionamiento que descubrió Pavlov (condicionamiento de primer y segundo orden, extinción, ensombrecimiento, etc.) funcionan independientemente de cómo esté construido su sustrato neural. Y esto es así porque, como en el caso de la biología, fue su función lo que nos ha dado ésos diseños, que podrían haber sido otros perfectamente. Por ejemplo, podemos imaginar lo que ocurriría si la adrenalina fuese un neurotransmisor inhibidor y el GABA fuese excitador (al contrario de lo que ocurre en realidad). Eso no afectaría en lo sustancial al resultado de las presiones de selección que hacen que seamos capaces de aprender por condicionamiento clásico, ni a los valores paramétricos de este proceso (por ejemplo, que se tarde menos en aprender el condicionamiento aversivo que el apetitivo).
Por supuesto, afirmar todo lo anterior no es lo mismo que afirmar que la biología no pueda aportar conocimientos valiosos a la Psicología. Los psicólogos debemos estar formados en ese campo y nos puede ser útil para hacer mejores teorías e intervenciones. Se puede pensar que los conocimientos psicológicos están anclados en la Biología (como los biológicos en la Química y la Física) y a la vez defender que se puede hacer ciencia al nivel de la Psicología.
Por otra parte, la función de los psicólogos no es sólo la básica, sino que también tenemos que ofrecer una tecnología aplicada que sea útil a la sociedad. Y eso me lleva al segundo motivo para que los psicólogos podamos formular nuestras hipótesis en un plano no biológico: incluir variables biológicas en las explicaciones psicológicas no siempre es útil.
Los psicólogos no podemos manipular directamente el sistema nervioso por restricciones tanto éticas como prácticas. Puede que haya cada vez más situaciones en las que otros profesionales (médicos, psicobiólogos, etc.) puedan hacerlo, por ejemplo con drogas o cirugía cerebral. Pero al margen de las consideraciones éticas sobre ésas técnicas, hay una cuestión técnica de peso, y es que la mayoría de las intervenciones psicológicas se sustentan en modificar el ambiente porque es la forma más práctica de conseguir un cambio en el comportamiento. Eso no significa que no haya campos de aplicación concreta, como algunas intervenciones de la Psicología clínica, donde la actuación interdisciplinaria sea más que común y muy positiva.
Pero esas situaciones, sin quitarles importancia, no son toda la Psicología y ni siquiera la mayor parte. Hay muchos escenarios en los que una intervención biológica / fisiológica, incluso si fuera posible y aceptada está aún tan lejana o se ve tan improbable que no es razonable esperarla. Se requiere una actuación en el nivel que por ahora dominamos. Me estoy refiriendo, por ejemplo a la educación, la intervención psicosocial, la ergonomía, la Psicología de los recursos humanos, etc.
Para todos estos campos (incluyendo la clínica) lo que se necesita es una buena teoría sobre cómo se debe organizar el ambiente para, por ejemplo, cambiar comportamientos inadaptados, potenciar el aprendizaje de las ciencias, diseñar entornos más favorables para la interacción humana, mejorar las condiciones laborales de los trabajadores o intervenir en las relaciones de pareja.
Por ejemplo, si lo que deseamos es planificar un buen programa didáctico para el aprendizaje de las matemáticas universitarias, o mejorar las comunicaciones internas de una empresa, necesitaremos conocer las variables que están actuando en el nivel psicológico para poder diseñar nuestra intervención.
Los biólogos, neurólogos, neuropsicólogos, psicobiólogos, etc. ya se están encargando de hacer un puente entre lo biológico y lo psicológico, lo cual es muy necesario y legítimo. Pero sigue haciendo falta una buena teoría psicológica que se sustente en la biología pero que no dependa de ella para explicar e intervenir.
Hace falta que haya profesionales dedicados a estudiar las relaciones entre el ambiente y el comportamiento, primero porque también es un área de investigación por derecho propio, y segundo, porque está claro que es de utilidad social. Alguien debería hacerlo, y creo que los psicólogos (y las psicólogas, que son mayoría) somos los más indicados.
Por supuesto, esto lleva inmediatamente a otra pregunta: ¿Cómo debe ser esa ciencia que relacione variables ambientales con el comportamiento? Pero eso daría para otro post...
Más información:
Emergentismo en Wikipedia
Blanco, F. (2007). Emergentismo y niveles de análisis. Psicoteca.
Delprato, D. J. y Midgley, B. D. (1992). Some fundamentals of B. F. Skinner’s behaviorism. American Pychologist, 47, 1507-1520. Se puede encontrar aquí un resumen en castellano (ver el punto “reduccionismo y no reduccionismo”).
Pérez, V., Gutiérrez, M.T., García, A. y Gómez, J. (2005). Procesos psicológicos básicos: Un análisis funcional. Pearson Educación.
Este post ha surgido como parte de una discusión que se inició en el interesante artículo de Gilgamesh “Neutralizando al homúnculo”.
En él, después de pasar por muchos temas, uno de los que generó más controversia fue el de la relación entre Biología y Psicología que se propone en el Análisis del Comportamiento. Desde mi punto de vista, sin embargo, esta misma reflexión se puede extender a toda la Psicología como ciencia. Las preguntas, en definitiva, serían ¿Cómo puede o debe relacionarse la ciencia psicológica con la Biología? ¿Deben ser dos ciencias independientes o por el contrario todos los conocimientos psicológicos deber ser explicados en términos biológicos para que tengan sentido? ¿Hay algún término medio?
Para comenzar, me voy a apoyar en la explicación sobre los Niveles de Análisis en ciencia que aparece en el capítulo introductorio del manual “Procesos Psicológicos Básicos: Un análisis Funcional” (2005).
“Un aspecto del conocimiento científico es que está parcelado. La misma realidad puede ser estudiada desde diferentes perspectivas, que se corresponden con lo que llamamos distintos niveles de análisis (física, química, biología, psicología, sociología, etc.). Cada ciencia se encarga de analizar distintas dimensiones de la materia, definiendo su objeto de estudio particular, sin que eso signifique excluir los demás. Por ejemplo, la materia que estudia el químico es la misma que la que estudia el físico; la diferencia está en las distintas propiedades a las que atienden: los químicos (entre otras cosas) investigan las leyes que rigen las distintas combinaciones de los elementos y sus propiedades resultantes; los físicos, por su parte, se interesan (entre otras cosas) en las propiedades fundamentales de la materia.
En general, el que un determinado fenómeno lo estudiemos al nivel de la física, la química, la biología, la Psicología o la sociología dependerá de qué nivel sea el que nos proporcione una mejor capacidad de explicación, predicción y control con un mínimo esfuerzo (criterio pragmático). Aunque resulte evidente que las personas están compuestas en última instancia por partículas elementales, está claro que sería imposible explicar, predecir y controlar su conducta teniendo en cuenta el comportamiento de cada una de ellas. Para evitar este colosal (imposible) ejercicio describimos y predecimos su conducta en función de las variables disponibles en el nivel de la Psicología, que nos proporciona otro tipo de relaciones funcionales entre eventos más acordes con nuestras posibilidades de control efectivo de las variables y nuestra capacidad de detección de la causalidad.
En la práctica, esta discontinuidad entre ciencias está muy matizada, ya que existen disciplinas intermedias que se encargan de hacer de puente entre unas ciencias y otras. Éste es el caso de la química-física, de la bioquímica, la psicofisiología o la psicología social. Incluso dentro de las ciencias existen especialidades con objetos de estudio propios. Por ejemplo, dentro de la biología se puede tomar el gen, la célula, el individuo o la población como unidad de análisis, según convenga a nuestros propósitos.”
Lo que voy a defender aquí, por lo tanto, es que la Psicología puede y debe tener su propio nivel de análisis como ciencia, aunque pueda y deba relacionarse con la biología (y hacia arriba con la sociología).
La Psicología científica parte de que todos los seres vivos somos organismos descendientes de un antepasado común que han evolucionado mediante el proceso de la selección natural (fundamentalmente). Nuestras características morfológicas así como nuestros mecanismos de aprendizaje son el producto de esta evolución. La biología es la base de la Psicología y nos ancla al resto de las ciencias naturales. Parafraseando a Dobzansky, se puede decir que “nada tiene sentido en Psicología si no es a la luz de la evolución”. Saber que los principios de orden superior están firmemente explicados por el nivel inferior es un tipo de reduccionismo sano que nos permite hacer ciencia con los pies en el suelo.
Pero igual que los biólogos que estudian poblaciones de organismos no tienen por qué incluir la bioquímica de los genes en las explicaciones de sus estudios (aunque puedan hacerlo), los psicólogos “a secas” no tenemos por qué incluir necesariamente explicaciones fisiológicas en nuestras teorías, aunque sepamos que existen y otros se dediquen a establecerlas.
Y esto al menos por dos motivos:
Primero, porque siguiendo este principio de niveles de análisis, no es necesario.
La ciencia se basa en descubrir regularidades entre eventos, y luego en describir leyes generales que abarquen un conjunto de regularidades (como por ejemplo la física de Newton o la de Einstein). Cuando identificamos esos eventos, los científicos estamos haciendo una abstracción, es decir, fijándonos en unas propiedades de los hechos y no en otras (Ej. como cuando los físicos utilizan la masa para predecir la velocidad de un objeto en caída libre). Los conceptos primitivos de cada ciencia son los que mejor permiten explicar, predecir y controlar en ese nivel. Que escojamos un nivel no significa que neguemos los demás, sino que nos fijamos en unas propiedades concretas que nos sirven para entender mejor las relaciones entre las variables que nos interesa conocer.
En Biología, por ejemplo, podríamos describir un gen en términos de sus características químicas, secuenciando todos los nucleótidos que lo componen y determinando su proporción de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, etc.; esto nos proporciona información interesante, pero no toda la que le interesa a un genetista. Por ejemplo, no dice nada sobre la distribución de ese gen en una población, o de las estructuras fisiológicas con las que se relaciona y de las condiciones en las que ha evolucionado. Para eso es necesario poner en relación otro tipo de variables más molares que las de la química, que son las que identifican los biólogos como sus primitivos (Ej. alelo, presión de selección, etc.)
Si nos movemos hacia la Psicología, las variables que nos interesan de los sujetos son mucho más molares que en Biología. La Psicología se centra más en problemas del tipo ¿por qué el sujeto escogió A y no B? o ¿Cómo hago para que esta persona deje de tener pensamientos obsesivos?, y esos comportamientos correlacionan con determinados eventos ambientales también más molares que nos permiten explicar, predecir y controlar el comportamiento en nuestros distintos ámbitos de aplicación. Por supuesto, todas estas relaciones necesitan un sustrato biológico en el que darse, pero no todas pueden ser descritas en el nivel puramente biológico. Los términos primitivos que cobran sentido al definirlos en el nivel psicológico no tienen por qué tenerlo en el biológico.
Además, la explicación en un nivel es posible con relativa independencia de los niveles inferiores.
Tomemos como ejemplo lo que pasó con la teoría de la evolución. El mecanismo de la selección natural se descubrió antes que el gen; y sin embargo Darwin y otros biólogos consiguieron realizar muchos descubrimientos en ese nivel, como por ejemplo la manera en que afecta el aumento de la variabilidad genética o el aumento de la presión de selección en una población, cómo influyen el aislamiento geográfico en la especiación, o la selección en relación al sexo, etc. Las leyes de la selección natural funcionan incluso sin que sepamos cómo funcionan los genes. Si en lugar de 20 aminoácidos el lenguaje de las proteínas tuviera 50, los mecanismos anteriores funcionarían igual.
De la misma manera, si nos situamos de nuevo en la Psicología, los fenómenos de condicionamiento que descubrió Pavlov (condicionamiento de primer y segundo orden, extinción, ensombrecimiento, etc.) funcionan independientemente de cómo esté construido su sustrato neural. Y esto es así porque, como en el caso de la biología, fue su función lo que nos ha dado ésos diseños, que podrían haber sido otros perfectamente. Por ejemplo, podemos imaginar lo que ocurriría si la adrenalina fuese un neurotransmisor inhibidor y el GABA fuese excitador (al contrario de lo que ocurre en realidad). Eso no afectaría en lo sustancial al resultado de las presiones de selección que hacen que seamos capaces de aprender por condicionamiento clásico, ni a los valores paramétricos de este proceso (por ejemplo, que se tarde menos en aprender el condicionamiento aversivo que el apetitivo).
Por supuesto, afirmar todo lo anterior no es lo mismo que afirmar que la biología no pueda aportar conocimientos valiosos a la Psicología. Los psicólogos debemos estar formados en ese campo y nos puede ser útil para hacer mejores teorías e intervenciones. Se puede pensar que los conocimientos psicológicos están anclados en la Biología (como los biológicos en la Química y la Física) y a la vez defender que se puede hacer ciencia al nivel de la Psicología.
Por otra parte, la función de los psicólogos no es sólo la básica, sino que también tenemos que ofrecer una tecnología aplicada que sea útil a la sociedad. Y eso me lleva al segundo motivo para que los psicólogos podamos formular nuestras hipótesis en un plano no biológico: incluir variables biológicas en las explicaciones psicológicas no siempre es útil.
Los psicólogos no podemos manipular directamente el sistema nervioso por restricciones tanto éticas como prácticas. Puede que haya cada vez más situaciones en las que otros profesionales (médicos, psicobiólogos, etc.) puedan hacerlo, por ejemplo con drogas o cirugía cerebral. Pero al margen de las consideraciones éticas sobre ésas técnicas, hay una cuestión técnica de peso, y es que la mayoría de las intervenciones psicológicas se sustentan en modificar el ambiente porque es la forma más práctica de conseguir un cambio en el comportamiento. Eso no significa que no haya campos de aplicación concreta, como algunas intervenciones de la Psicología clínica, donde la actuación interdisciplinaria sea más que común y muy positiva.
Pero esas situaciones, sin quitarles importancia, no son toda la Psicología y ni siquiera la mayor parte. Hay muchos escenarios en los que una intervención biológica / fisiológica, incluso si fuera posible y aceptada está aún tan lejana o se ve tan improbable que no es razonable esperarla. Se requiere una actuación en el nivel que por ahora dominamos. Me estoy refiriendo, por ejemplo a la educación, la intervención psicosocial, la ergonomía, la Psicología de los recursos humanos, etc.
Para todos estos campos (incluyendo la clínica) lo que se necesita es una buena teoría sobre cómo se debe organizar el ambiente para, por ejemplo, cambiar comportamientos inadaptados, potenciar el aprendizaje de las ciencias, diseñar entornos más favorables para la interacción humana, mejorar las condiciones laborales de los trabajadores o intervenir en las relaciones de pareja.
Por ejemplo, si lo que deseamos es planificar un buen programa didáctico para el aprendizaje de las matemáticas universitarias, o mejorar las comunicaciones internas de una empresa, necesitaremos conocer las variables que están actuando en el nivel psicológico para poder diseñar nuestra intervención.
Los biólogos, neurólogos, neuropsicólogos, psicobiólogos, etc. ya se están encargando de hacer un puente entre lo biológico y lo psicológico, lo cual es muy necesario y legítimo. Pero sigue haciendo falta una buena teoría psicológica que se sustente en la biología pero que no dependa de ella para explicar e intervenir.
Hace falta que haya profesionales dedicados a estudiar las relaciones entre el ambiente y el comportamiento, primero porque también es un área de investigación por derecho propio, y segundo, porque está claro que es de utilidad social. Alguien debería hacerlo, y creo que los psicólogos (y las psicólogas, que son mayoría) somos los más indicados.
Por supuesto, esto lleva inmediatamente a otra pregunta: ¿Cómo debe ser esa ciencia que relacione variables ambientales con el comportamiento? Pero eso daría para otro post...
Más información:
Emergentismo en Wikipedia
Blanco, F. (2007). Emergentismo y niveles de análisis. Psicoteca.
Delprato, D. J. y Midgley, B. D. (1992). Some fundamentals of B. F. Skinner’s behaviorism. American Pychologist, 47, 1507-1520. Se puede encontrar aquí un resumen en castellano (ver el punto “reduccionismo y no reduccionismo”).
Pérez, V., Gutiérrez, M.T., García, A. y Gómez, J. (2005). Procesos psicológicos básicos: Un análisis funcional. Pearson Educación.
El spray nasal anti-timidez
Con lo mal que lo pasamos algunos a causa de nuestra timidez, sobre todo en situaciones de interacción social, y al final va a resultar que la solución no está tanto en echarle narices, sino en echarse algo por la nariz. :-P
Superada la reacción de asombro ante mi anterior juego de palabras repleto de interpretaciones equívocas y sin pizca de gracia, aclaro que todo viene a cuento de un inventito de la división de Neurociencias de la Universidad de Zúrich. El spray nasal contiene una versión sintética de la oxitocina, la "hormona del amor", que interviene en el enamoramiento, el orgasmo, el parto y la lactancia. Muy tierna ella, vamos.
Los científicos de Zurich han comprobado cómo los voluntarios que se prestaron a la prueba se sentían mucho más confiados y seguros después de haberse administrado el spray. Las relaciones sociales con otras personas también se vieron notablemente mejoradas y fueron más satisfactorias. Tan sencillo como inhalar el medicamento.
Ahora falta que lo pongan a la venta.
Me entero de la noticia vía Maikelnai's blog
Superada la reacción de asombro ante mi anterior juego de palabras repleto de interpretaciones equívocas y sin pizca de gracia, aclaro que todo viene a cuento de un inventito de la división de Neurociencias de la Universidad de Zúrich. El spray nasal contiene una versión sintética de la oxitocina, la "hormona del amor", que interviene en el enamoramiento, el orgasmo, el parto y la lactancia. Muy tierna ella, vamos.
Los científicos de Zurich han comprobado cómo los voluntarios que se prestaron a la prueba se sentían mucho más confiados y seguros después de haberse administrado el spray. Las relaciones sociales con otras personas también se vieron notablemente mejoradas y fueron más satisfactorias. Tan sencillo como inhalar el medicamento.
Ahora falta que lo pongan a la venta.
Me entero de la noticia vía Maikelnai's blog
Sobre ensuciarse las manos y curar la depresión
Retomo la redacción de articulillos después de este largo paréntesis de inactividad, ejem. Y lo hago con una noticia un poco atrasada pero creo que interesante. ...De cómo una bacteria insignificante puede ayudarnos a superar una depresión.
Muchas veces hemos oído o repetido eso de que “la mente domina el cuerpo”. Si me tengo que poner un poco riguroso, diría que no veo tan clara la verdad de esa afirmación. Para empezar, me echa un poco para atrás la mera distinción entre mente y cuerpo, tal vez popularizada con esa, por lo demás afortunada, metáfora del hardware y el software. Pero en cualquier caso, me parecería más plausible que fuera el cuerpo el que dominase la mente, más que al revés. Por eso no me sorprendo cuando problemas de índole aparentemente mental (espiritual, dirían algunos) parecen encontrar un alivio evidente mediante cambios orgánicos, químicos. La depresión es uno de esos casos en los que la conexión entre los sentimientos, el mundo “mental”, y el cuerpo orgánico se hace más evidente. Por eso me interesa tanto. Al fin y al cabo, y aun a riesgo de que algunos me acusen de exagerar, ¿qué proceso es más nítidamente “corporal” que una emoción?
Al grano. Sabemos que la depresión, patología considerada como del ámbito “mental”, está muy relacionada con aspectos químicos y anatómicos del cerebro. Por ejemplo, se ha comprobado que los niveles de serotonina tienen un papel crucial en la enfermedad. La modificación artificial de estos niveles puede producir los cambios previstos en el estado de ánimo: pesimista y negativo cuando este neurotransmisor escasea, más optimista cuando se eleva su cantidad. Hay incluso cierta evidencia a favor de que la propia depresión esté provocada por un déficit de serotonina.
Pues bien. Unos investigadores de la Universidad de Bristol y del London University College descubrieron que unos pacientes tratados con una bacteria común (Mycobacterium vaccae) experimentaron una mejora en su calidad de vida. Es un tipo de microorganismo inocuo, presente en la tierra y en la suciedad. Uno con el que solemos tener contacto cuando paseamos por el campo o nos sentamos en el suelo, pero que nuestras modernas medidas de higiene suelen mantener a raya.
C. Lowry, autor del trabajo, supone que la bacteria provoca la activación de un grupo neuronal que es el productor de serotonina. Por supuesto, si se investiga el mecanismo por el que esto sucede, será posible fabricar algún medicamento que produzca el mismo efecto que la infección bacteriana sobre las células productoras de la serotonina. Aun así, está bien reparar de vez en cuando en que los efectos de una infección bacteriana no tienen por qué ser totalmente negativos.
Inevitablemente, me acuerdo de lo que muchas veces nos han contado los expertos en infecciones humanas sobre nuestra creciente vulnerabilidad a ciertos patógenos comunes. El argumento es el siguiente: nuestros cuidados hábitos de higiene, si bien nos protegen frente a algunas amenazas, nos sensibilizan frente a otras muchas. La gente que vive en el campo toma contacto con cientos de microorganismos distintos y su maquinaria inmunológica está bien entrenada. Una segunda consecuencia de los hábitos higiénicos modernos que podríamos añadir ahora a este relato es que nuestros cuidados nos mantienen alejados de algunos microorganismos cuyo efecto podría ser benéfico.
Desde luego, no voy a sugeriros que, si un día os sentís apenados, os tiréis al suelo a jugar con el barro. El caso es que, pensándolo bien, hay cierta probabilidad de que esta actividad tan infantil y despreocupada os levante el ánimo, si la practicáis el tiempo suficiente. Esté la bacteria de por medio o no. :-)
Más información en http://www.eurekalert.org/pub_releases/2007-04/uob-gdm033007.php
Muchas veces hemos oído o repetido eso de que “la mente domina el cuerpo”. Si me tengo que poner un poco riguroso, diría que no veo tan clara la verdad de esa afirmación. Para empezar, me echa un poco para atrás la mera distinción entre mente y cuerpo, tal vez popularizada con esa, por lo demás afortunada, metáfora del hardware y el software. Pero en cualquier caso, me parecería más plausible que fuera el cuerpo el que dominase la mente, más que al revés. Por eso no me sorprendo cuando problemas de índole aparentemente mental (espiritual, dirían algunos) parecen encontrar un alivio evidente mediante cambios orgánicos, químicos. La depresión es uno de esos casos en los que la conexión entre los sentimientos, el mundo “mental”, y el cuerpo orgánico se hace más evidente. Por eso me interesa tanto. Al fin y al cabo, y aun a riesgo de que algunos me acusen de exagerar, ¿qué proceso es más nítidamente “corporal” que una emoción?
Al grano. Sabemos que la depresión, patología considerada como del ámbito “mental”, está muy relacionada con aspectos químicos y anatómicos del cerebro. Por ejemplo, se ha comprobado que los niveles de serotonina tienen un papel crucial en la enfermedad. La modificación artificial de estos niveles puede producir los cambios previstos en el estado de ánimo: pesimista y negativo cuando este neurotransmisor escasea, más optimista cuando se eleva su cantidad. Hay incluso cierta evidencia a favor de que la propia depresión esté provocada por un déficit de serotonina.
Pues bien. Unos investigadores de la Universidad de Bristol y del London University College descubrieron que unos pacientes tratados con una bacteria común (Mycobacterium vaccae) experimentaron una mejora en su calidad de vida. Es un tipo de microorganismo inocuo, presente en la tierra y en la suciedad. Uno con el que solemos tener contacto cuando paseamos por el campo o nos sentamos en el suelo, pero que nuestras modernas medidas de higiene suelen mantener a raya.
C. Lowry, autor del trabajo, supone que la bacteria provoca la activación de un grupo neuronal que es el productor de serotonina. Por supuesto, si se investiga el mecanismo por el que esto sucede, será posible fabricar algún medicamento que produzca el mismo efecto que la infección bacteriana sobre las células productoras de la serotonina. Aun así, está bien reparar de vez en cuando en que los efectos de una infección bacteriana no tienen por qué ser totalmente negativos.
Inevitablemente, me acuerdo de lo que muchas veces nos han contado los expertos en infecciones humanas sobre nuestra creciente vulnerabilidad a ciertos patógenos comunes. El argumento es el siguiente: nuestros cuidados hábitos de higiene, si bien nos protegen frente a algunas amenazas, nos sensibilizan frente a otras muchas. La gente que vive en el campo toma contacto con cientos de microorganismos distintos y su maquinaria inmunológica está bien entrenada. Una segunda consecuencia de los hábitos higiénicos modernos que podríamos añadir ahora a este relato es que nuestros cuidados nos mantienen alejados de algunos microorganismos cuyo efecto podría ser benéfico.
Desde luego, no voy a sugeriros que, si un día os sentís apenados, os tiréis al suelo a jugar con el barro. El caso es que, pensándolo bien, hay cierta probabilidad de que esta actividad tan infantil y despreocupada os levante el ánimo, si la practicáis el tiempo suficiente. Esté la bacteria de por medio o no. :-)
Más información en http://www.eurekalert.org/pub_releases/2007-04/uob-gdm033007.php
Publicado por
Fernando Blanco
07 mayo, 2007
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Etiquetas:
Biología,
emociones,
neurociencias
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Comments: (6)
Más de genes y conducta...
Este es un post muy cortito para comentar algunas de las cosas que me están interesando por ahora. Voy a intentar que los contenidos no sean sólo para especialistas...
Los que conozcáis a algún psicólogo sabréis que a los psicólogos nos encanta discutir sobre el peso que tiene o deja de tener nuestra información genética (nuestro genotipo) en la variabilidad de nuestros actos. En muchas ocasiones, la cuestión a resolver es si tal o cual aptitud humana está codificada en cierta medida en nuestro código genético, y por tanto puede ser heredada. Clásicamente se ha optado por dos métodos científicos muy diferentes a la hora de abordar estas cuestiones: 1) el estudio de gemelos monozigóticos (es decir, con la misma información genética) 2) el estudio de cepas de animales con diferencias genotípicas. Aunque la información que nos han dado estos estudios es muy abundante e interesante, quisiera comentar un nuevo método de estudiar las bases genéticas de la conducta (nuevo al menos para mí). De un tiempo a esta parte, gracias a la secuenciación del genoma humano, se ha podido estudiar directamente el efecto de ciertos polimorfismos genéticos sobre la conducta humana. Un polimorfismo en un gen es simplemente una variación del mismo; cada gen puede tener diferentes polimorfismos, que pueden afectar en mayor o en menor medida la efectividad de ese gen. Pues bien, se puede establecer mediante un análisis del código genético si se tiene tal o cual polimorfismo en el gen que nos interese. En algunos laboratorios se están buscando diferencias en varias tareas cognitivas entre grupos de participantes con diferentes polimorfismos en genes muy concretos. Por ejemplo, se ha mostrado que el gen que sintetiza la proteína COMT, proteína que se encarga de regular la transmisión nerviosa en diferentes circuitos neuronales, puede tener dos polimorfismos funcionales (es decir, que tienen cierto papel en la expresión del gen) diferentes. En la cadena de aminoácidos que forma la proteína COMT, en un eslabón concreto, si tenemos el polimorfismo “Val” se introducirá un aminoácido llamado Valina, mientras que si tenemos el polimorfismo Met se introducirá un aminoácido llamado Metionina. Estas diferencias llevan a que la COMT tenga una menor efectividad en el polimorfismo Met.
En diferentes estudios, como en Egan et al. (2001) o en Goldberg et al. (2003) se ha analizado la existencia de diferencias entre diferentes personas con el polimorfismo Met o con el polimorfismo Val a la hora de resolver diferentes tareas cognitivas. Los resultados nos indican que existen diferencias entre los participantes en función de su polimorfismo, concretamente, los participante con el polimorfismo Met han mostrado una mejor ejecución en un gran número de tests cognitivos.
El efecto de otros polimorfismos en otros genes diferentes al COMT está siendo investigado, mostrándose que parte de la variabilidad que tenemos a la hora de resolver tareas clásicas de atención, memoria o planificación dependen de genes concretos. Genes heredables y fácilmente identificables…¿habéis visto la película Gattaca?
Referencias
Egan, M.F. et al. (2001). Effect of COMT val108/158 met genotype on frontal lobe function and risk for schizophrenia. PNAS, 98, 6917–6922.
Goldberg, T.E. et al. (2003). Executive subprocesses in working memory: relationship to catechol-O-methyltransferase Val158Met genotype and schizophrenia. Arch. Gen. Psychiatry 60, 889–896.
Lectura recomendada.
Goldberg, T.E. et al. (2004). Genes and the parsing of cognitive processes. TICS, 8, 325-335.
Los que conozcáis a algún psicólogo sabréis que a los psicólogos nos encanta discutir sobre el peso que tiene o deja de tener nuestra información genética (nuestro genotipo) en la variabilidad de nuestros actos. En muchas ocasiones, la cuestión a resolver es si tal o cual aptitud humana está codificada en cierta medida en nuestro código genético, y por tanto puede ser heredada. Clásicamente se ha optado por dos métodos científicos muy diferentes a la hora de abordar estas cuestiones: 1) el estudio de gemelos monozigóticos (es decir, con la misma información genética) 2) el estudio de cepas de animales con diferencias genotípicas. Aunque la información que nos han dado estos estudios es muy abundante e interesante, quisiera comentar un nuevo método de estudiar las bases genéticas de la conducta (nuevo al menos para mí). De un tiempo a esta parte, gracias a la secuenciación del genoma humano, se ha podido estudiar directamente el efecto de ciertos polimorfismos genéticos sobre la conducta humana. Un polimorfismo en un gen es simplemente una variación del mismo; cada gen puede tener diferentes polimorfismos, que pueden afectar en mayor o en menor medida la efectividad de ese gen. Pues bien, se puede establecer mediante un análisis del código genético si se tiene tal o cual polimorfismo en el gen que nos interese. En algunos laboratorios se están buscando diferencias en varias tareas cognitivas entre grupos de participantes con diferentes polimorfismos en genes muy concretos. Por ejemplo, se ha mostrado que el gen que sintetiza la proteína COMT, proteína que se encarga de regular la transmisión nerviosa en diferentes circuitos neuronales, puede tener dos polimorfismos funcionales (es decir, que tienen cierto papel en la expresión del gen) diferentes. En la cadena de aminoácidos que forma la proteína COMT, en un eslabón concreto, si tenemos el polimorfismo “Val” se introducirá un aminoácido llamado Valina, mientras que si tenemos el polimorfismo Met se introducirá un aminoácido llamado Metionina. Estas diferencias llevan a que la COMT tenga una menor efectividad en el polimorfismo Met.
En diferentes estudios, como en Egan et al. (2001) o en Goldberg et al. (2003) se ha analizado la existencia de diferencias entre diferentes personas con el polimorfismo Met o con el polimorfismo Val a la hora de resolver diferentes tareas cognitivas. Los resultados nos indican que existen diferencias entre los participantes en función de su polimorfismo, concretamente, los participante con el polimorfismo Met han mostrado una mejor ejecución en un gran número de tests cognitivos.
El efecto de otros polimorfismos en otros genes diferentes al COMT está siendo investigado, mostrándose que parte de la variabilidad que tenemos a la hora de resolver tareas clásicas de atención, memoria o planificación dependen de genes concretos. Genes heredables y fácilmente identificables…¿habéis visto la película Gattaca?
Referencias
Egan, M.F. et al. (2001). Effect of COMT val108/158 met genotype on frontal lobe function and risk for schizophrenia. PNAS, 98, 6917–6922.
Goldberg, T.E. et al. (2003). Executive subprocesses in working memory: relationship to catechol-O-methyltransferase Val158Met genotype and schizophrenia. Arch. Gen. Psychiatry 60, 889–896.
Lectura recomendada.
Goldberg, T.E. et al. (2004). Genes and the parsing of cognitive processes. TICS, 8, 325-335.