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13 octubre, 2020

El decálogo de vivir

La primera vez que la oí pronunciar aquella frase, le pregunté su significado; ella, me miró y la frialdad de sus ojos me hizo estremecer.

—Pero, ¿qué, quieres decir?
Vaciló durante unos segundo antes de continuar, tras los cuales sonrió sarcástica.
—Eres una ignorante. Significa, que nada ni nadie está preparado para lo imprevisto de los sentimientos, ni mucho menos para un cuento de hadas que termina nada más empezar. Créeme. No, ironizo, el corazón se resquebraja en su dura realidad.

La miré asombrada. Sus palabras reflejaban el despecho de una mujer que había sufrido, pero al mismo tiempo, mostraban la imagen de una mujer fuerte como una roca.

—Bueno Sandra, ya está bien de paranoias—dijo Martina con seriedad—tengo dos hijos maravillosos, soy feliz, y tengo una vida que yo misma he fabricado, así que.
¡Viva la dolche vita!
—¡Viva!—respondí, sin más.
En aquel momento Martina se convirtió en todo un ejemplo para mí.

 

Texto: Nuria de Espinosa

09 septiembre, 2020

Flotando

Y sin pensarlo más me entregué al mar, me dejé mecer flotando hasta no percibir mi cuerpo. Fui perdiendo la noción del tiempo y del espacio en un proceso lento y placentero. Suspendido en el agua tranquila mi actividad mental se fue ralentizando, mis pensamientos fluían lentamente y lo exterior a mí me era ajeno, por encima el cielo infinito y el sol, por debajo un metro de agua o diez... daba igual. De vez en cuando abría una rendija los ojos y veía pasar las nubes que me ofrecían todo tipo de figuras efímeras. En el silencio profundo y sordo oía claramente mis latidos y allá a lo lejos el rumor de las olas al romper suavemente en la orilla. Y todo me parecía más claro, más puro y más sencillo, había esperado setenta años para vivir ese momento. Al incorporarme y abrir los ojos a mi otra realidad el único pensamiento claro que recuerdo fue el de que tenía que contar esa experiencia. 

Texto: Javier Velasco Eguizábal

23 agosto, 2020

11 dias

No he llegado a tiempo a un relato corto. Nunca he llegado a uno largo, pero …el día 15 se acercaba con sus fauces entreabiertas, Agosto se encogía sin parar, el baile de San Vito pegado a mí, y mis fosas nasales buscando sabor entre las colillas del viejo cenicero. Deje de fumar, deje de pensar, deje de mirar, deje de oír, deje de tocar…aquí.
Deje de soñar, deje de ver, deje de escuchar, deje de sentir…y fue aquí, también.
Las viejas excusas que vienen cuando aporreas las letras sin juntarlas, pero…deje de fumar.
Y paseo, con las puntas de los dedos desasosegadas, desgastando una moneda; esas que antes amarilleaban desgastando un filtro. Intento recoger en el aire esa moneda que lancé, antes de que no deje posibilidad al azar de elegir.
Ahora paseo, sin contar los pasos precipitados, sin contar los latidos acelerados; esos que antes escoltaban hacía el tránsito, sosegados. Quiero aderezar con vida los impulsos y volver a soñar, ver, escuchar y sentir. Aquí.

 Texto: Ignacio Alvarez Ilzarbe

22 agosto, 2020

Noche toledana

El sol se había despedido de nosotros; se preparaba para irse a la cama. La noche, con su manto de estrellas, se hizo hueco en el mar celeste.
Ante la belleza de este espectáculo, tomé el timón de mi mirada, navegando entre el mar de estrellas y la oscura costa de bancos de piedra, árboles y arbustos del parque donde me encontraba.
Se había hecho tarde, así que, saliendo del parque, mis pies me llevaron hacia una de las puertas del caso histórico, aquella que llaman la Puerta de Bisagra.
Dejando atrás la parroquia cercana a la muralla, enfilé, con cierta dificultad, la cuesta que sube hacia la Mezquita del Cristo de la Luz, escuchando el eco sordo de mis sandalias. Aquella noche, mi meta era, aparte de cenar, llegar a la cama, deseando recargar pilas y descubrir qué secretos de Toledo saldrían a la luz a la mañana siguiente.

Texto: Álvaro González Herranz

13 agosto, 2020

Escalofrío

Un gélido escalofrío recorrió su espalda de arriba abajo mientras giraba con pulso tembloroso el pomo de la puerta de la habitación.
La oscuridad de la noche había pintado de negro la habitación, así que, tras sacar una linterna de su mochila, la encendió, examinando con cuidado cada detalle del lugar.
La luz se paró en seco en la pared del fondo; había escrito un mensaje: "Serás el siguiente", escrito con sangre.
Ahogando un grito, dejó caer la linterna.
Con el pulso cada vez más acelerado, intentó buscar la salida corriendo sin dirección por los pasillos, sin darse cuenta que estaba llegando a un punto de no retorno.

 Texto: Álvaro González Herranz

11 agosto, 2020

La Búsqueda de los Poetas

No soy la guerra de tu tiempo.
No soy el juguete de tus conflictos.
No soy el morbo de la basura que ocupa tu mente.
No soy el insulto que te haces a ti mismo.
No soy la paliza que disfruta tu ser violento.
Sabes inhumano, sabes.... ni siquiera me llamo venganza aunque pudiera y puedo hacerlo.... estuviera o estuve en mi derecho.... ni eso soy, ni eso harás en mi... ningún poder violento como tan grande pudieras imaginar una piedra o un combate con lujosos armamentos de cobardes, de aquellos que sólo arman una guerra por no mirarse en su espejo, en el espejo más hermoso, en la Vida.
Nada de eso soy, nada de eso somos.... los que vamos con nuestra pluma haciendo música, si música.... porque cantamos y declamamos....
Los que creemos y decidimos....
No mirarte a ti inhumano....
Somos la confianza en el Si....
Y la FE x un mundo libre de máscaras....
Porque desde que nací y hasta mi muerte.... soy lo que decido.
Luz y Amor.... la que no compra hipocresía ni falsos diálogos.... pues mi mundo es un templo de verdades.... con 4 paredes que nunca juzgaron ni una sola lágrima que hubiera en mi cuerpo.... son esos 4 angelitos bellos que el pintor aquel.... hizo para una humanidad especial...
Caminantes qué hacemos !!!
Un andar buscador de poetas.

 

Texto: Elena Cabrera Ramos

09 agosto, 2020

En días como hoy

En días como hoy, la verdadera dificultad estriba en levantarse de la cama.
 

Desayunar, ducharse, fumar un último cigarrillo, recibir la visita de un cura desconocido, dejarse conducir mansamente hasta el patíbulo, apenas son protocolos insignificantes.

 

Texto: Sergio Borao Llop

08 agosto, 2020

Santa Jacinta

 Llegó el día grande y una multitud se llegó a las puertas del castillo con los aperos de labranza en las manos gritando: ¡Gonzalbo! ¡ocupa tú el lugar del cerdo, Gonzalbo!
—Mi señor, reconsideradlo, el pueblo sufre y pasa hambre.
—Decidme, ¿alimenta en algo a nuestro pueblo apalear un cerdo para después arrojarlo por un risco en honor a nuestra santísima patrona?
—Sin duda no, mi señor, pero el alma también necesita de alimento.
—Me servís bien, mi buen Lorien, como a mi padre antes que a mí. Bajaré ahora. Abrid las puertas.
Con las manos juntas en el regazo bajó el conde Gonzalbo las escaleras de piedra y salió del castillo para hablar a sus gentes:
—He rezado toda la noche por vosotros y el señor me ha iluminado con su eterna sabiduría. He de restablecer y por ello restablezco el rito del apaleamiento. – La muchedumbre gritó alabanzas – Pero hay una condición: si el cerdo llega vivo al risco, yo mismo os serviré de comer de él en un banquete que inauguraré esta misma noche en honor a nuestra justa y santa, Santa Jacinta, y a cuya mesa podrá sentarse quien así lo deseare, vecino de esta nuestra solemne villa. – la gente calló y se miró perpleja. Después alguien dijo:
—Y ¿qué pasa si el cerdo no llega vivo al risco?
—Entonces todos los cerdos serán sacrificados hoy para mayor gloria de Santa Jacinta, pues así lo quiere Dios nuestro señor.
Los manifestantes se disolvieron en un murmullo que fue apagándose con la distancia.
—Mi señor, el pueblo le espera.
—Así es, Lorien. Mi cuchillo.

 

Texto: Jose Francisco Artigas

02 julio, 2020

Metamorfosis

De pronto fui consciente de mi estado, no podía mover ni las piernas ni los brazos porque no los tenía, ¡horror! era una crisálida. Recordaba el momento de envolverme con placer en la sábana, pero ahora mi aspecto debía de ser horrible. Nunca más podría continuar con mi vida anterior.

El despertador me transformó y me devolvió a una nueva realidad. Saliendo de mi envoltorio pude extender mis extremidades y saludar al nuevo día. Me miré en el espejo y maldije la película de terror que había visto.

Texto: Javier Velasco Eguizábal

01 julio, 2020

Efímero

Escribo los trazos vehementes de amor y van quedando olvidados mudando en girones deformes de olvido.
Recito los versos de pasión que se elevan en volutas de humo fusionándose con las alas de un oscuro cupido.
Acaricio los pétalos de ternura con el extremo de mis dedos marchitándolos en el transito de mi gesto.
Esculpo el éxtasis en gemas de brillos exclusivos que se enfrían después del fuego.
Aspiro la atracción asfixiándola con mi tenebrosa inspiración.
Como un latido vive el amor y muere antes del siguiente.
Como un segundo espera la pasión su ocaso antes del venidero.
Como una ola la ternura arrastra su final que la llegada de la próxima desvanece.
Como un rayo el éxtasis ilumina y se diluye en la noche que asustada espera su rugido.
Como una gota de lluvia me empapa la atracción y pierde su forma.
Un impulso del corazón renueva el anterior y otros lo acompañan sin pausa.
Un segundo se amontona en un minuto y llenan el tiempo sin volumen.
Una ola es un inmenso mar impulsado sin tregua sobre un cambiante regazo.
Un rayo cose el cielo con deformes trazos uniendo con hilo albino la tormenta
Una gota esta arropada saturando el aire de laberintos imposibles.
Algo, siempre, sin aviso, nace y muere sin tiempo de haber vivido pero repite su ciclo sin sentido y vive el amor, la pasión, la ternura, el éxtasis y la atracción en un corto periodo indefinido que alimenta con su invierno una primavera de amor, pasión, ternura, éxtasis y atracción desmedido.

Autor: Ignacio Alvarez Ilzarbe

25 junio, 2020

El otro sol

El sol dolía allá en lo alto. Podría decir que a mis veinte y pocos años soportaba bien las elevadas temperaturas que los implacables rayos del sol nos regalaban en esa época del año, pero llevaba horas de trabajo agachado, mirando al suelo, viendo avanzar lentamente la labor. El surco que dejaba el arado levantaba una nube de polvo que me envolvía. Las gotas de sudor atravesaban la capa terrosa adherida a mi piel. Era duro el trabajo del campo; no obstante, se compensaba con la esperanza del jornal al final de semana y la satisfacción de ver crecer el fruto de la cosecha.

Había pasado el tiempo. Hoy, este pensamiento me asaltó con pesar por un instante mientras me acomodaba en la toalla mirando al mar, protegido del sol por la sombrilla y la crema solar.

Texto: Javier Velasco Eguizábal

18 junio, 2020

Sueños

Tardes de verano aderezadas con aromas a sal y risas de niños. La familia se reúne en al patio de la casa albeada, inundada con olores a café y bizcocho recién hecho. El perro se adormece en los pies de la abuela que peina con delicadeza el pelo de su nieta más preciada. Al fondo, en la habitación de María, suena un bolero que acompaña a las gaviotas en su vuelo de regreso a casa. El sol se despide por el horizonte y como una escena recreada, los besos de una madre suenan en la mejilla de una hija que vuelve al hogar.
Llega la noche y por fin concilio el sueño entre recuerdos infantiles bañados por un mar azul.
Mañana será otro día, pero los presentes del pasado siempre permanecerán.


Texto: Gloria de la Soledad López Perera

14 junio, 2020

El castillo

La construcción del castillo iba viento en popa. Los sólidos pilares de la base soportaban perfectamente las dos plantas superiores. Sobre ellas irían las torres con sus correspondientes almenas. El artífice de aquella esbelta estructura hacía pequeños descansos para relajar la tensión acumulada. Debía equilibrar bien los muros, calibrar exactamente las cargas que soportarían los suelos, pero todo se vino abajo cuando quiso colocar la sota de corazones sobre el rey de diamantes y el caballo de picas empujó al as de trébol
 
Texto: Javier Velasco Eguizábal

13 junio, 2020

Entre tiempos

Mientras tanto la tarde daba paso a la noche, como si hubiera sido hechizada, los ojos se hacían cada vez más pesados.
Los párpados se hicieron persianas, que poco, a poco, terminaron por la opacidad total de ellos. Pero deseaba que sucediera, era el único modo de volver.


Texto: María Gladys Estévez

07 junio, 2020

Mi pueblo

Yo fui uno de aquellos jóvenes que tuvo la necesidad de emigrar a otro país en busca de trabajo. Anteriormente había viajado al extranjero en varias ocasiones para disfrutar de las vacaciones o para conocer otras culturas. Pero en aquel viaje como emigrante pude comprobar la diferencia entre ellos. Viajaba solo, acompañado de un pellizco en las tripas fruto de la incertidumbre y la inseguridad. Solo llevaba una pequeña maleta con ropa, la dirección casi impronunciable de una ciudad alemana y mi flamante título de carrera que de tan poco me había servido en mi país.
Habían pasado seis años de aquel viaje y el balance que podía hacer era bueno. Con un poco de suerte y con mi esfuerzo logré pronto un trabajo y algún ascenso en el tercer año. Podía vivir con desahogo gracias a un sueldo más que digno y había llegado el momento de regresar a mi tierra.
Me encontraba en la litera de un tren cuando me desperté de noche y ya no pude volver a reanudar el sueño. La cercanía de mi destino me producía todo tipo de emociones y sensaciones nuevas que se mezclaban con los recuerdos de mis vivencias junto a familiares y amigos. Me acerqué a la ventanilla y con la luz incierta del amanecer distinguí la silueta de unas casas blancas en un alto. La imagen velada por las lágrimas fue inconfundible para mí. Era mi pueblo.


Texto: Javier Velasco Eguizábal

03 junio, 2020

Agilidad felina

Saltó el muro con agilidad felina, recorrió lentamente la cornisa con pasos leves y seguros. Se dirigió hacia el lugar en el que su instinto le indicaba que podía lograr una buena recompensa. Para no precipitarse permaneció agazapado y observando atentamente los alrededores. A través de una ventana podía distinguir que algunos miembros de la familia cenaban tranquilamente. Al verlos recordó los tiempos felices en los que formaba parte de una familia y vivía entre ellos.

Notó en sus tripas el arañazo del hambre. Mientras, algunos colegas merodeaban cerca sigilosamente buscándose el sustento. Cuando notó que nadie lo veía se acercó al rincón donde otras veces había saciado su hambre. —¡Maldición! —maulló. El cuenco estaba vacío, alguien se le había adelantado. Una vez más le invadió la frustración. Resignado, esperó con paciencia mientras tumbado en el suelo se lamía las patas.

Texto: Javier Velasco Eguizábal

31 mayo, 2020

La vida se abre camino

La pareja de patos mandarín cuidaba de sus polluelos en el nido construido a bastante altura en el hueco de un árbol del bosque. Aquella hermosa mañana de mayo la hembra salió del nido y voló por los alrededores en busca de comida. Tenía cierta preocupación porque su instinto le decía que había llegado la hora de que sus patitos abandonaran el nido y se enfrentaran al mundo. Para eso deberían saltar al suelo que se hallaba a más de quince metros. Luego, ella les guiaría hasta el agua, su medio habitual.
En esto, vio a lo lejos unas personas reunidas en la barandilla de un puente. Se acercó curiosa y distinguió que uno de ellos saltó al vacío. Pensó que también a él le había llegado la hora de iniciar su vida fuera del nido. Pero cuando comprobó que quedaba colgado de una cuerda, dedujo que aquellos humanos no estaban preparados para salir del nido. ¿Cómo podría reunirse con sus padres atado de aquella manera?
Siguió volando y más adelante un avión que volaba más rápido le sobrepasó. Su sorpresa fue mayúscula al darse cuenta que de él salían personas que caían como piedras.  —Estos sí son de los míos  —pensó. Pero de pronto a aquellas personas les aparecían como unas grandes setas que frenaban su caída. Luego llegaban a suelo y comenzaban a caminar.
La idea no le pareció mala, mas no se le ocurrió la forma de aplicarla a sus patitos. Además sabía que la vida les protegería. Su bosque les regalaba un montón de hojas secas en forma de alfombra mullida.
Mucho más tranquila volvió al nido dispuesta a animar a sus polluelos para el salto.


Autor: Javier Velasco Eguizábal

28 mayo, 2020

A una gaviota

Apareció silenciosa y digna sobre el murete que separa la arena del paseo marítimo. Acostumbrado a verlas volando me sorprendió su tranquilidad al acercarme. Me pregunté qué motivo le impulsaba a permanecer tan cerca de la gente sin volar. Cuando la distancia se reducía a un metro daba unos pocos pasos alejándose. Me pareció verle un ala dañada, quizá fuese eso o, quizá, estuviese enferma. Me quedé un rato observándola y ella, de vez en cuando, me mantenía la mirada con esa peculiar forma de mirar de las aves.

A partir de entonces todas las mañanas la veíamos por distintos sitios de la playa, pero siempre entre la gente. Curiosamente no vimos nunca un mal gesto de nadie hacia ella. A veces pasaba lentamente junto a alguien tumbado en la arena sin inmutarse. La gente la seguía con la mirada y se veían corrillos que comentaban la suerte de esa gaviota.

Durante los quince días que permanecimos en la playa se convirtió en algo imprescindible. La buscábamos al llegar y si no la veíamos nos

27 mayo, 2020

Deletréame

Podría ser selectiva pero no es el caso. Yo me he ungido de ti con un Suntory entre mis piernas hasta que decidas. De modo que tienes el camino solo para ti. Me puedes encontrar en el tejado; columpiándome entre nubes, o en el mismo infierno. Deletréame, bebe, languidece. Hazme un murmullo o la reina del Olimpo, pero hazlo. A golpe de ese jarabe tuyo que se derrama entre mis piernas que tiemblan al verte venir apurando el whisky, lamiendo heridas; hazme volver al dorado.

Texto: María Gladys Estévez

26 mayo, 2020

Tras la ventana, tras la valla, tras la verja, existe la vida, la que se encuentra en lo que estas matando: en la tierra que pisas, en las flores que arrancas, en el lobo que cazas.
Quien eres ser humano que de ello te queda el cuerpo, pura anatomía, que deprecias con las banalidades de la vida; una vida impuesta, que quieres y defiendes sin saber que una abeja te vuelves sin saber porqué y ni la miel compartes de tu minúsculo panal.

Texto: Patricia Vinuesa Hidalgo