Aquél mapa, con tan sólo siete referencias, estuvo a punto de enloquecerme. Tanta era mi confusión que pensaba que respondía a una carta astral con una extraña alineación planetaria. Un Eclipse de siete planetas. Eso si sería extraño pensé. Siete planetas. Alineados. Haciéndose sombra los unos a los otros. Desquiciando a los animales. Rompiendo las leyes físicas y descuadrando relojes biológicos.
El extraño funcionamiento de la mente me llevo a ponerme a calcular las posibilidades matemáticas de una conjunción astral de esas características. Que Huevón! Por Dios! Ante tanta belleza no hacía más que pensar en números y más números. Pero si no tengo ni idea de números! Lástima no haber tenido un maestro que me dijese eso de que los árboles no me dejaban ver el bosque. Lástima.
Así que caí en un espiral embriagadora de números, planetas, eclipses y mapas indescifrables. Una cuestión peliaguda, pensé. Un asunto espinoso, pensé. Un tema muy delicado, pensé. Me dedique a Pensar para luego empeorarlo y ponerme a Cavilar. Hasta que se hizo la luz. Bueno, realmente, se deshizo la luz. Mi proverbial ignorancia acudió una vez a mi rescate.
Desobedeciendo toda la educación que recibí, incumplí eso de No Tocar, que tanto me repitieron de pequeño. Y toque. Y sucedió lo evidente. El truco, el secreto, la maña: era una Cuestión Táctil. De piel. De sentidos. Al dejar de pensar, aquel mapa indescifrable, paso a ser La Guía Práctica de la Felicidad en tan sólo Siete Pasos.
(No creemos necesario aclarar que seguimos el camino. Lo transitamos con paso firme. Dando saltitos como unos colegiales que intentan evitar los charcos de un aguacero repentino. Solo que nosotros saltamos dentro, salpicandonos. Felices.)