Una nueva carta a mi vecina Maruja, que se vio envuelta en una lucha que no es la suya. Puedes leer la carta que le he escrito pinchando aquí.
lunes, 30 de marzo de 2015
viernes, 27 de marzo de 2015
I love books
A veces no hago nada.
A veces me tumbo en el sillón, rojo, de mi salón, amoldo un cojín, estiro una manta, remeto sus bordes para ser una crisálida y me dejo mecer por un libro. Mi libro: aquel que en este momento esté dedicado a mí. O no me dejo mecer del todo, sino que soy arrastrada por él y sus páginas pasan solas y yo no soy más que líneas de una acción real.
A veces me pasan cosas y soy un personaje o una línea me detiene y no me deja seguir y me prohíbe saber qué pasa después y las hojas no tienen anverso ni reverso porque hay que ir más despacio, porque se acaba el libro y entonces estaré huérfana y no podré seguir viviendo...
miércoles, 18 de marzo de 2015
Un viaje de perfume rancio.
Creo que conseguí a tiempo apartar el olor acre de mi mochila, aunque parte de él se quedó impregnado en sus tirantes; lo sentí como vaharada: aguda, amarilla y pestilente, como de quien huye del agua y el jabón, pero claudica al sentarse en el tren, tres asientos más atrás, y su presencia es miasma o pantano -aún no sé muy bien. Lacerante olor, lanza en astillero y adarga antigua, acerado, punzante y sutil hasta lo más hondo de la pituitaria, ofensa olfativa e insulto ciudadano de días sin higiene... Ni el libro que descansaba me libró de ahondar en lo que no era perfume y sí escarnio o afrenta decimonónica...
sábado, 14 de marzo de 2015
Nieva en primavera.
Ayer nevaba, aunque no en cualquier sitio: en la acera de la izquierda, justo en el chalet que tunean y tunean, al que alguien añade cada mes unos ladrillos en la tapia o unas baldosas en cualquier punto de su amplio jardín. Nevaba en blanco y rosado junto a los botones verdes improvisados de la primavera: nevaba en dulce y se caían tristes los copos y se quedaban las ramas ásperas. Nevaba como en alas trasparentes y delicadas de insecto y dejaba tirantes los árboles... Se anunciaba primavera y los almendros se despistaron, sin darse cuenta...
martes, 10 de marzo de 2015
Clientes y educación.
Cuando entró el control de Calidad en los centros educativos las familias dejaron de llamarse para nosotros, profesores, "el padre y la madre de..." para convertirse en clientes, y sus hijos, otros clientes. Hoy he hablado con varios de ellos y me dejaba llevar desde el inicio de la mañana hasta la lenta tarde.
- Hola, Negre. Vengo en realidad a hacer terapia, porque esto es muy difícil -me dice una.
- ¿Qué es difícil? -le digo, aunque me lo imagino: es complicado ser madre de un adolescente o convivir con el cliente pequeño que dejó de serlo...
- Mi hijo, mi hijo, Negre, que ya no sé qué hacer, que mi niño... -empieza.
- No es ya tu niño, cliente, que ahora es adolescente y no quiere normas, pero sí orden, y prefiere que no le digas lo que tiene que hacer, pero sí que le indiques cuándo hacerlo -la interrumpo, riendo por dentro, sonriendo por fuera.
- Ay... Y cómo pasa el tiempo...
- Y qué rápido -la animo, en la terapia, mientras cierro el cuaderno de notas, porque hoy no es tema.
- Mucho, Negre, mucho... -se lamenta.
Los clientes pequeños también hablan, y me dejan sus tejados, sus cimientos, sus ruinas y a veces hasta su alma, si me descuido, y se me escurre entre el estuche y la agenda de aula.
- Gracias -me dice, una antigua alumna.
- ¿Por qué? -pregunto, poco acostumbrada...
- Por hacerme sentir que vuelvo a casa -contesta, con sus ojos preciosos de largas pestañas y el corazón en la mano. Vino al colegio a hablar con otros alumnos y encontrarse con su pasado.