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Hablemos de langostas

7.10.2007
Carátula del libro de David Foster Wallace, Hablemos de las langostas. Fuente: Letras libres

Rodrigo Fresán comenta en el último número de Letras Libres la nueva colección de ensayos del siempre interesante escritor norteamericano David Foster Wallace: Hablemos de langostas (Mondadori). Inevitable la comparación con Algo supuestamente divertido que jamás volveré a hacer su primer, y por lo visto insuperable, libro de ensayos de lectura obligatoria. Por cierto, hasta hace un tiempo siempre veía estacionada en la mesa de novedades de "El Virrey" la novela La broma infinita, 1216 páginas electrizantes del llamado sucesor de Pynchon. Siempre me pregunté si alguien se animaría a comprarla y, oh, leerla incluso. Yo la vi durante dos años, una vez por semana la hojeaba, y nunca me animé. Ya no la veo.

Dice Fresán: "(...) tal vez estas piezas periodísticas sean la mejor puerta para adentrarse en uno de los más talentosos escritores de su generación. Alguien que piensa y luego escribe y produce conjuntos de ideas que van de lo especializado (Wallace es autor de un libro sobre el rap junto al también pynchonista Mark Costello, así como de otro donde aplica el discurso científico aplicado a una improbable, pero ahí está, “historia compacta” del infinito) o, en textos más o menos breves, a temas diversos, que acaban ofreciéndonos una suerte de elástico mapa sobre sus pasiones, sus curiosidades y sus desprecios. Hablemos de langostas se las arregla para conseguir que una exploración al mundo de la pornografía filmada, un análisis del particular humor de Kafka, un análisis del absurdo de las campañas electorales, un descenso a los infiernos conservadores de un anfitrión de tertulia radiofónica o un exhaustivo paseo por el Festival de la Langosta en Maine se lean –y se disfruten– como capítulos de una novela fantasma que, sí, sólo pudo haber escrito Wallace. Lo interesante aquí es que a diferencia de sus colegas generacionales –llámense Donald Antrim, Jonathan Lethem o Rick Moody– Wallace parece no tan preocupado por el propio pasado y las turbulencias familiares como escenario donde erguir una obra ensayística, prefiriendo, en cambio, buscar en el afuera las razones y las sinrazones que acabaron construyendo su ser más íntimo".

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