Tocaba probar las compras de días atrás, con Jose y Luis. Los tres nos embarcamos por la ría, buscando a los esquivos cefalópodos.
En esta ocasión nos centraríamos en los chocos, también llamados sepias o jibias.
Luis y yo habíamos optado por utilizar caña y carrete, mientras que Jose se decantaba por un par de líneas de mano.
Jose fue el primero en percibir la picada de un choco, inaugurando la jornada.
Poco después, yo sacaba un par de ellos. Una de las sepias me alcanzó en toda la cara con un chorro de tinta, lo que propició las risas en la embarcación.
Tras unos minutos, Luis y yo nos decidimos a montar unas líneas de mano para experimentar la técnica. Desde luego la sensibilidad de los dedos, nos informaba de todo lo que ocurría en las profundidades. Y de esta manera, fuimos logrando nuevas capturas.
Durante la jornada algunos cefalópodos se fueron librando de los señuelos de Luis y míos, si bien Jose no fallaba uno.
Luego fuimos optando por usar la sacadera con aquellas capturas que no venían bien enganchadas.
Cerca de una batea de mejillones, mi potera se quedó enganchada en el fondo. Al intentar soltarla, percibí que se había desenganchado parcialmente, aunque notaba un peso tremendo. Con cautela, fui recuperando metros de línea, hasta que al final, el misterio fue revelado. El señuelo se había quedado prendido en un saco de red, que estaba lleno de conchas de mejillón. Tras vaciarlo, Jose guardó el saco, para tirarlo a la basura.
La mañana discurría con capturas, lo cual nos alegraba mucho.
Jose soltó varios chocos por ser de un tamaño escaso, lo cual nos daba una idea de la voracidad de estos animales.
Resultaban particularmente curiosas las libreas que presentaban cada una de las capturas, pues sus cromatóforos son capaces de lograr dibujos increíbles en función de distintos factores.
Estas células les ayudan a camuflarse, pero también en el momento del apareamiento, etc.
Al mediodía, las capturas se redujeron en número, pues se produjo un parón a causa del momento de la marea.
Tras esos minutos, se reanudaron las picadas. Algunas producidas por sepias ciertamente pequeñas.
La previsión meteorológica anunciaba lluvia por la tarde y así fue como en la distancia percibimos las primeras gotas.
Se acercaba la hora de marcharme, así que recogí el equipo y mis capturas.
Luis y Jose seguirían después de acercarme a tierra, y por lo que sé, la fortuna les sonrió.
Sin duda, una gran jornada, que nos proporcionó lo que para mí es una delicia del mar.
Con arroz, encebollado, en empanada, ... se admiten muchas preparaciones y todas ellas exquisitas.