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viernes, 21 de septiembre de 2018

Tras los robalos a jigging

Pues tocaba jigging con mi amigo Juan, así que cargué el material en el coche y puse rumbo al embarcadero.
Allí nos recibió una niebla bastante densa, que obligaba a navegar con precaución.
 Cuando llegamos al punto elegido, soltamos nuestros jigs hacia el fondo, con la esperanza de que algún robalo lo encontrase apetecible jejeje.
 Sin embargo, mi jig fue atacado por un jurel que volvió al agua, después de soltarlo con cuidado.
 En una de las recuperaciones, noté una anomalía en el jig. Al llegar a la superficie, comprobé que se trataba de un bolo o lanzón. Todo un manjar para la lubina. Lo desanzuelé con cuidado y lo devolví al agua, pues no era lo que andábamos buscando.
 Fuimos tanteando nuevas zonas, hasta que tuve una picada un poco más enérgica. Se trataba de una pequeña lubina, que regresó al agua tras la foto de rigor.
 Una caballa también consideró que el jig era muy suculento. Esta me sorprendió con unas cabezadas bastante fuertes, si bien no estaba a la altura del equipo. Con un equipo ultraligero, la diversión hubiera estado garantizada.
 Fui sacando especies de todo tipo. !!Hasta una faneca¡¡ No me imaginé que estos peces pudieran atacar un jig ... y menos de este tamaño.
 También saqué una julia o doncella de bello colorido. Esta se quedó prendida en una de las recuperaciones.
Juan capturó otro bolo o lanzón que devolvió al agua, sin embargo ... de las lubinas, ni rastro.
 Más tarde hacía acto de presencia otro jurel.
Las lubinas nos estaban dando esquinazo, mientras la niebla persistía sobre nuestras cabezas.
 Otra picada más y caballa a bordo. Si llegamos a montar una metralleta, nos podíamos hartar jejeje.
Finalmente, el jig de mi compañero, dio sus frutos y una lubina de cierto porte, nos alegró la mañana.
No había tiempo para más, así que volvimos a puerto con la precaución que nos marcaba la niebla.
En breve toca repetir y a ver si aparecen los robalos.

viernes, 13 de octubre de 2017

Robalos, atunes y demás

Hace unos días asistí a una quedada, para darle una sorpresa a Walter.
Fuimos unos cuantos los que acudimos a la cita: David, Bruno, David Arcay, Carlos, Roberto y un servidor.
El destino quiso que alguno de los invitados inicialmente no pudieran estar, aunque estoy seguro de que habrá más días para repetir.
Fui el primero en llegar al punto de partida. A continuación me presenté a Carlos y Roberto, que llegaron un poco después. Después de que llegase la expedición coruñesa, dispusimos todo para salir de puerto.
Yo me fui con Roberto y Carlos en su lancha. Walter, Bruno y David Arcay subieron a la embarcación de David. Y con todo listo, nos hicimos a la mar.
Yo empecé bastante bien con la pesca. En poco tiempo saqué un pequeño abadejo, una lubina de algo más de un kilo y dos julias.
Carlos también sacó un par de lubinas, lo cual auguraba una buena mañana.
No teníamos noticias de los compañeros, ya que no había buena cobertura, así que me concentraría en la pesca nuevamente.
Roberto debió de clavar un atún, pues sabíamos que rondaban por la zona y porque su carrete comenzó a soltar hilo a toda velocidad, hasta que apretó un poco el freno de este, y se partió el bajo de fluorocarbono.
Cuando nuestros compañeros se situaron a nuestro lado, nos comentaron que habían sacado un par de robalos.
Cambiamos de zona y la actividad cesó. Aprovechamos para pescar bastante juntos y así poder intercambiar algunas palabras sobre la jornada.
 Volvimos a desplazarnos, para probar suerte en otro emplazamiento. David subió a bordo para ver a Carlos y a Roberto con sus equipos de slow jigging.
Tras un buen rato sin resultados, David volvió a su embarcación, para luego seguir pescando.
 Yo seguí con mis jigs, sacando un par de julias y también alguna cabra.
También debí clavar un atún, pues una picada muy fuerte me sacó hilo violentamente hasta romper el bajo.
Se acercaba la hora de comer, así que nos fuimos a puerto a por unos bocadillos.
Tras la comida, nos relajamos unos minutos, para luego volver a la carga.
 Durante la tarde, Carlos, Roberto y yo sacamos jureles a montones, cabras, caballas, un pez araña y algún robalo más.
También estuvimos pescando con vinilos en la espuma, donde salió alguna lubina a base de insistir.
 Fue una tarde entretenida, aunque no sabíamos nada de nuestros compañeros, hasta que nos llegó un whatsapp, diciendo que habían clavado un gran atún.
Nos acercamos hasta su posición y todavía seguían con la lucha. La contienda duró casi una hora. En el momento en el que el gran atún se acercó a la embarcación, sacó hilo a toda velocidad, partiendo el trenzado. Hubiera sido un gran final de jornada, pero la fortuna se decantó del lado del pez.
Una vez llegamos a puerto, sólo quedaba ducharse e irse a cenar. Sin duda había mucho de que hablar. Especialmente de la contienda librada con el atún.

Por otro lado, os quería comentar que este mes se ha estrenado el documental de pesca de mújoles a mosca, en la ría de Lires. En esta ocasión fui acompañado de Eloy Saavedra, con quién pasé una jornada de pesca inolvidable.
Y estos serán los siguientes pases.
A los que tengáis la oportunidad de visualizarlo, espero que os guste.

viernes, 25 de agosto de 2017

Unidos por una pasión

En esta última salida de pesca nos juntamos varios compañeros del Decathlon de Vigo.
Jose y yo quedamos con Alex y Dani en torno a las 8:00 am y más tarde se sumaría Pablo.
Por ello, mi tocayo y yo madrugamos, pues teníamos que realizar una larga travesía desde la ensenada de San Simón hasta la Isla de Toralla.
 Tras ir a buscar a Dani y Álex, comenzamos con la pesca. La mañana no prometía demasiado y efectivamente no observamos mucha actividad hasta que fuimos a recoger a Pablo.
El primero es inaugurar la jornada fue Jose con una lubina que sucumbió al vinilo montado bajo las plumas.
A partir de ahí, comenzó la actividad y todos fuimos tocando escama.
Las cabras con sus bellos colores y los jureles con sus peleas, fueron las capturas más abundantes.
También salió algún verdel que animaba a seguir intentándolo con las plumas.
Las islas Cíes eran testigos de nuestra jornada.
Una salida entre compañeros, con una misma pasión: la pesca.
   Cuando la actividad disminuyó, llevamos a Álex, Dani y Pablo hasta un puerto cercano, para luego despedirnos de ellos.
Fue una jornada con muchas risas y con muy buen ambiente.
Quedaba mucho tiempo por delante para seguir probando fortuna, así que mi tocayo y yo proseguimos con la pesca. 
Junto a la isla de Toralla podía picar alguna lubina, así que pusimos los paseantes en acción.
La falta de respuesta por parte de los peces, provocó nuestra marcha, acercándonos a la ciudad de Vigo. Aquí los peces tampoco colaboraban, lo cual nos hizo pensar en aprovechar el final de la marea en un lugar más conocido.
Pusimos rumbo a la ensenada de San Simón. De camino, pasaríamos por el estrecho de Rande, donde tuvo lugar la batalla del mismo nombre, que os comenté en la entrada anterior.
Aquí lucharon los españoles y franceses, contra los británicos y holandeses.
Siglos después, se obtuvieron los restos de algunos de los galeones que aquí se hundieron.
El puente de Rande está hoy en día en un proceso de ampliación. Unas obras colosales para dotarlo de carriles a ambos lados del tablero inicial.
Continuando un poco con la historia, esta zona fue muy importante en la época de la Segunda Guerra Mundial, ya que desde aquí se cargaba mineral de hierro para la Alemania nazi (ENLACE).
Este otro cargadero es posterior y también se utilizó para la carga del metal antes mencionado.
Prosiguiendo con la pesca, volvimos a poner en funcionamiento los paseantes. De esta manera puse en seco a esta lubina, que luego volvió al agua.
También Jose sacó otra lubina, que por lo que se podía apreciar en su opérculo, ya había salido airosa de otra batalla. Esta también volvió al agua para seguir creciendo.
Apuramos los últimos lances en los que alguna gaviota juvenil se interesó por nuestros artificiales.
Con esta última anécdota, pusimos punto y final a la jornada.

viernes, 23 de junio de 2017

Madagascar día 5: Récord de profundidad

Otro día nuevo en el paraíso. La única rutina es la de desayunar, pues a la hora de pescar, puede ocurrir cualquier cosa jejeje.
Tras llenar el estómago, nos hacemos a la mar.
 Con las plumas sacamos algunos pequeños túnidos, que nos valdrán como cebo.
Entonces, Ludo nos pregunta por la jornada, y nos da a escoger entre dos opciones.
La primera es la de quedarnos cerca de la costa y seguir pescando especies conocidas.
La segunda consiste en alejarse mucho de la costa e intentar pescar algunos peces pelágicos.
 Se escoge la segunda opción, por ser muy atractiva para el documental.
De esta manera tendríamos la oportunidad de pescar el codiciado dogtooth tuna o atún dientes de perro.
De camino al pesquero, observamos una ballena jorobada. Me hubiera gustado verla de cerca, pero Ludo dijo que estábamos con la pesca, así que no hubo opción de acercarnos.
 Después de una larga travesía, de más de una hora a toda máquina, llegamos a la primera zona.
La profundidad de 150 metros no invita demasiado a empezar con el jigging, pero hay que intentarlo.
En esta ocasión también Ludo pescará, ya que con tanta profundidad, perderemos mucho tiempo en las derivas.
Y de esta manera, Ludo clava un gran pez que se va para el fondo irremediablemente. En este caso no hubo opción, lo cual me hizo pensar en los grandes peces que habitarían allí abajo.
 Poco después, Hür repite la situación. Un enorme pez que se fue para el fondo. La diferencia es que este no cortó el terminal. Todos paramos de pescar para ver lo que ocurría. Tras un par de minutos sin respuesta, Ludo mueve la embarcación, para luego coger la caña.
El pez parece que se desenroca y comienza a tirar nuevamente ... la caña se arquea de manera bestial ... no tenemos nada que hacer ... al final se corta el bajo y se pierde el pez.
Ludo nos comenta que podía tratarse de un grouper de 200 ó 300 kilos.
 Una fugaz pajarera nos sirvió para capturar una bacoreta más, que podía hacer falta en algún momento del día.
 Volvimos al jigging con jigs de 200 y 250 gramos. Señuelos que llegarían con ciertas garantías, a las profundidades requeridas.
Así logré sacar un magnífico ejemplar de rosy jobfish o rusty jobfish. La boca de este pez era tremenda, por lo que el jig era un bocado mínimo, pero que no dudó en atacar.
 Mis compañeros desistieron de seguir pescando, ya que el esfuerzo físico era agotador.
Nos quedamos Ludo y yo, tratando de hacernos con algún pez más.
Nuestro guía logró capturar esta serviola o amberjack, recuperándola en un tiempo récord, para después descansar del esfuerzo.
 Ahora estábamos situados en fondos de 200 metros e iba a pesca yo sólo, con todos los compañeros alrededor.
Walter me animaba, desde su asiento. Eso me bastaba para no desfallecer en el intento.
Había que lanzar el jig hacia un lado, para que llegase al fondo, con la embarcación en la vertical.
 Y cuando la deriva se hacía bien, la picada no se hacía esperar.
Recuperar un pez desde tanta profundidad, no era tarea fácil, así que iba dosificando las fuerzas a mi manera.
Ludo volvió a la carga, tras un buen rato. Y parece que me vino muy bien su compañía, ya que hicimos un doblete. Yo capturé este bello bohar snapper.
 Y Ludo sacó un pequeñísimo grouper, que provocó en mi unas carcajadas.
Bromeé con su captura, simulando que el snapper se lo comía jejeje. Fue una situación muy cómica.
 Cuando ya llevábamos varias horas, paré a descansar. Había que hidratarse y comer algo, pues el desayuno ya lo había "quemado" con la primera captura jejeje.
 Ahora pescábamos en fondos de 175 metros.
Aquí Ludo se hizo con otra serviola o amberjack, después de perder un pez poco antes.
 Mientras el jig se iba hacia las profundidades, me daba por silbar, ya que este tardaba sobre un par de minutos en llegar al fondo.
Esta pesca era mucho menos intensa de la de los días anteriores, pero la recompensa podía merecer el esfuerzo.
 Nos desplazamos a una nueva marca, que es donde Ludo esperaba que se capturase algún atún dientes de perro.
!!! Fondos de entre 240 a 250 metros ¡¡¡
Tenía que lanzar el jig a unos 20 metros, para hacer la deriva correctamente. De otra manera, el jig no se movería de manera óptima.
 En una de las muchas pasadas, el jig llega al fondo ... comienzo la recogida ... en un suspiro ... pica un pez ... !! Clavo ¡¡ y doy un cachete de propina ... pierdo el contacto ... recupero línea y lo siento al otro lado de la línea. Ahora comienzo a recuperar trenzado, con la caña bajo el brazo.
1 minuto: recuperando línea sin parar.
Un poco antes de los dos minutos, el pez viene hacia la superficie y recupero línea.
2 minutos: el pez empieza a sacar línea.
No puedo pararlo, así que aguanto. En cuanto se detiene, apoyo la caña en la ingle y comienzo nuevamente.
3 minutos: sigo "bombeando" sin detenerme.
4 minutos: prosigo con la recuperación. 
El bajo de línea llega al carrete y diviso al pez.
5 minutos: Manuel mete al pez en el barco y exclama !! DOG TUNA ¡¡ 
!! La alegría me envuelve ¡¡
!!! 5 minutos casi sin parar ¡¡¡
Exhausto por el combate, alzo los brazos en señal de victoria y grito !!! Otro pez ¡¡¡
Todos me felicitan, pues era la especie que nos faltaba en esta expedición, dada la época en la que nos encontrábamos.
 !!!! DOGTOOTH TUNA A 240 METROS ¡¡¡¡
El pez sangraba bastante por el labio, a causa del anzuelo.
Entonces Ludo nos comentó que este pez era una auténtica delicatessen, por lo que nos lo llevaríamos para cenar.
 Después de este hercúleo esfuerzo, me quité la gorra, las gafas, la braga (del cuello jejeje) y los guantes.
!! Estaba cansado de verdad ¡¡ !! La primera vez en todo el viaje ¡¡
Me encontraba como un piloto de F1, tras una carrera.
En cuanto recuperé el aliento, me vine arriba y bromeé un poco con mis compañeros.
 Sin mucho tiempo para descansar, volví a la tarea y esta vez, con la compañía de mi amigo Walter.
Sabía que mi compañero iba a enfrentarse al reto de las profundidades, así que, codo con codo, nos pusimos a ello. 
 Tras muchos minutos, volvimos a tomar otro respiro.
Comíamos más plátanos que los monos, ya que se trataba de una especie de pequeño tamaño, pero muy dulce. !! Los plátanos más ricos que había comido ¡¡
Después, unos tragos de agua fresquita y a proseguir.
 La profundidad era todo un reto para nosotros y en vista de que no había mucha actividad, nos fuimos hacia una zona de menos calado. De camino a la nueva ubicación, divisamos una enorme mantarraya, muy cerca de la superficie. Fue una visión espectacular de un animal majestuoso.
En fondos de 100 metros ya era mucho más fácil pescar, así que nos pusimos manos a la obra.
Y no tardé en hacerme con este bello bohar snapper, que me supo a gloria, pues tiró con fuerza hacia el fondo.
El último pez de la jornada fue este precioso goldband snapper. Un pez que no me dio mucha guerra, pero que me sorprendió por sus colores dorados.
Por delante teníamos muchos minutos de travesía, así que dimos por finalizada la jornada.  Tocaba recoger los equipos y poner rumbo a tierra firme.

Llegamos en plena noche al campamento, así que nos duchamos y luego nos fuimos a cenar, con los compañeros italianos y con unos pescadores turcos que llegaron para pescar los siguientes días.
Algo raro ocurrió cuando llegamos junto a los demás, ya que me dijeron que yo debía presidir la mesa. Acepté de buena gana, porque no tenía que girar la cabeza para hablar con los demás jejeje.
El caso es que el dogtooth tuna que había capturado, lo sirvieron crudo, con una salsa de soja y algún condimento más.
!!Estaba sabrosísimo¡¡ !!Todo un manjar¡¡
Finalmente supe el porqué de que yo me sentase en la cabecera de la mesa.
Thierry se levantó para decir unas palabras. Comentó que la velada era muy agradable por tener a gente tan variada y que la degustación del atún dientes de perro, me la debían a mi. Y que dicha captura la había conseguido a 240 metros de profundidad.
En ese momento todos aplaudieron y yo me vine arriba, alzando nuevamente los brazos en señal de victoria. Y en ese momento, Thierry se quedó un poco en blanco, no sabiendo que decir, así que se echó a reir.
Entonces le pedí que repitiese las palabras en italiano, turco y gallego, lo cual propició las risas de todos los demás jejeje.

La anécdota de la velada llegó cuando Ludo sacó la botella con el licor de escolopendra. La mujer de uno de los italianos la miraba con asco y repulsión. Los asistentes alzaban la botella para ver los bichos de su interior, pero la iban pasando. Cuando llegó a mí, me serví un poco y me lo bebí ... la mujer se echó la mano a la boca y apartó la mirada inmediatamente. Pensé que iba a vomitar jejeje.
Yo por suerte, ya tenía el paladar acostumbrado jejeje.

CONTINUARÁ ...
Un agradecimiento especial para el equipo de Karan, por hacer posible este sueño.