Tocaba hacer una salida tras los cefalópodos, si bien un poco apresurada, ya que la marea nos dejaría sin agua en pocas horas.
Tras llegar a casa de Jose, este me comunicaba por Whatsapp, que ya estaba en la embarcación.
Pusimos rumbo a la zona de pesca y comenzamos la jornada. Las condiciones eran muy malas para engañar a las sepias, aunque como siempre ... había que intentarlo.
El caso es que no tardé en hacerme con el primer choco, el cual liberé por el escaso tamaño.
Poco después llegaba otra captura, que me alegraba, porque parecía que la cosa se podía dar bien.
Sin embargo, las algas nos dificultaban la tarea, ya que en muchas ocasiones, estas venían prendidas de nuestros señuelos.
Jose también se hizo con su primera captura. Contra todo pronóstico, la jornada tenía buena pinta.
Sin embargo, las algas seguían presentes, por lo que cambiamos de zona, a la espera de librarnos de ellas.
Los barcos mejilloneros se acercaban hasta las bateas, para llevar a cabo las tareas del día.
Es un auténtico lujo poder ver todo el proceso de extracción del mejillón, a escasos metros de distancia.
Las picadas se iban sucediendo, lo cual seguía animando la jornada, aunque siempre atentos al reloj, que marcaría nuestra salida.
Pasamos cerca de otra batea de mejillones, donde los operarios izaban las cuerdas, para luego proceder a la extracción del bivalvo.
Se notaba la veteranía en cada uno de los movimientos de estos trabajadores del mar.
Las algas, tanto verdes como pardas, nos seguían condicionando la jornada. En gran parte de los lances, estas aparecían en las agujas de las jibioneras.
Hoy teníamos varios factores en contra. Por ello, nos lo tomamos con tranquilidad.
Alcanzada la hora de salida, pusimos rumbo a puerto. La dificultosa jornada nos regaló unas cuantas sepias, por lo que tampoco hubo queja.
De camino fuimos observando el fondo en las aguas someras. De esta manera pudimos contemplar algunas sollas, saliendo rápidamente desde la arena, donde se encontraban enterradas.
Llegamos en el momento oportuno para amarrar la embarcación. De esta manera el cálculo de los tiempos lo habíamos llevado a la décima jejeje.
Las aves limícolas ya se afanaban en buscar sustento entre las algas y las piedras de la orilla. Un bello espectáculo para poner punto y final a la jornada.
Otras embarcaciones ya descansaban en seco sobre la arena tapizada de algas. Esta por ejemplo, de un mariscador de los que utilizan el rastrillo o angazo.