¡Otro día agotador en Grande Prairie! Hoy de papeleo y ayer de montaña.
Ayer fuimos a Jasper. 400 km de ida y otros tantos de vuelta que nos dejaron destrozados, pero que merecieron la pena. El paisaje nos dejó sin respiración: impresionante. Y la paz y el silencio que se respiraban, casi una experiencia mística.
Antes comento que aún no hemos visto nevar y antes nieva. Nos levantamos a las cinco de la mañana para salir a las seis. Aquí amanece sobre las nueve y empieza a oscurecer a las cuatro o cuatro y media; con el madrugón, intentábamos aprovechar las horas de luz al máximo. Cuando bajamos al coche comenzaban a caer tímidamente unos copos, que se intensificaron en la primera parte de nuestro viaje. Sintonizábamos en la radio una emisora local y según dejábamos la ciudad atrás el locutor ofrecía la predicción meteorológica: "nueva jornada soleada en GP, previsión de 4 grados bajo cero para el día de hoy y la nieve que sigue sin aparecer. Hoy tampoco nevará". Y yo mirando por la ventanilla del coche y pensando, "¡Ahí le han 'dao', han acertado de pleno!¡Qué hachas!". Y, en esto, la voz de la locutora: "¿Hoy, dices? Bueno, no sé yo, porque ahora mismo esta nevando". Y el otro: "¿Ahora? ¿Qué me dices?". Al minuto, llamó un oyente para confirmar que sí, que nevaba. Y el locutor, intentando cubrir la papeleta, recurriendo a observaciones graciosas y chistes fáciles. Me recordó a la BBC escocesa, que cada vez que consultaba la web a ver cómo iba a ser el día, no atinaban ni de casualidad. Aunque en Escocia, país de clima inestable, donde el cielo cambia de luminoso a cubierto en cuestión de segundos, no resulta nada sencillo realizar un pronóstico fiable.
Durante el trayecto en coche, tuve la oprtunidad de comprobar la inmensidad de este país. Sólo existe una única población entre GP y Jasper, Grande Cache, situada aproximadamente a mitad de camino. Entre estos tres puntos, aparte de una mina de carbón, de tamaño considerable y completamente mecanizada, kilómetros y kilómetros de "evergreen woods" (bosques de árboles de hoja perenne: pino, cedro y arce, principalmente), sin edificaciones visibles, al menos desde la carretera. Ni tan siquiera una simple gasolinera donde repostar si vas justo de fuel.
Jamás me había sentido tan sumamente inmersa en la naturaleza (ni en espacios tan increíbles como Ordesa y Monte Perdido o Aigüestortes, que considero una maravilla). El entorno, aún en la carretera, apabullaba; cuando llegamos al parque fue, por momentos, como sumergirnos en una tierra salvaje, absolutamente agreste, donde, a pesar de advertirse en algunos lugares la huella del hombre, todo parecía inalterado, incorrupto.
El Parque Nacional de Jasper se encuentra al norte de las rocosas canadienses. Su extensión ocupa alrededor de 11.000 kilómetros cuadrados, con lo que sólo nos dio tiempo a ver una pequeña (minúscula) parte (volveremos, volveremos, volveremos). El lugar alberga una fauna variada de la que pudimos contemplar in situ ardillas rojas, diferentes tipos de aves, varias cabras (especie autóctona, cabra de las rocosas, creo que la llaman), un coyote, caribús en abundancia y un animal indeterminado de grandes dimensiones, un caribú o un alce, posiblemente, en estado de descomposición que devoraban cuatro cuervos junto a la carretera. Aunque nuestro primer encuentro con la fauna local se produjo de forma accidentada, cuando estuvimos a punto de atropellar a un ciervo, unos 250 km antes de llegar a nuestro destino. Un grupo de tres atravesaron corriendo la carretera, completamente ajenos a los vehículos que circulaban, y al tercero le pudimos contar hasta las manchas del pecho, dado que Joe, con unos reflejos para mí envidiables, alcanzó a frenar a escasos dos palmos de su hocico. No me dio tiempo ni a coger la cámara de lo inesperado y la velocidad a la que sucedió todo. A las que sí me dio tiempo a inmortalizar fue a las cabras que, a la entrada del parque, interrumpían el tráfico -aparte de por cruzar la calzada sin mirar a nada ni a nadie, como los ciervos, aunque con mucha menos agilidad que éstos- porque los conductores no dudaban en detenerse para sacarles fotos.
Abajo, los caribús:
A medida que se avanza hacia el interior del parque, el paisaje se va transformando, adquiriendo un carácter más abrupto.
Sobrecoge hallarse en medio de las gigantescas montañas que forman las rocosas. Unas cumbres imponentes, coronadas por masas ingentes de nieve que inspiran un respeto casi religioso, y en las que reina tal quietud, que uno no se atreve a hablar en un tono ligeramente elevado por miedo a provocar una avalancha. Por las actividades que se ofertan, suponemos que durante el verano la aglomeración de visitantes y turistas impedirá disfrutar de esta tranquilidad. En invierno, como comprobamos, es un remanso de paz.
Nuestra visita se limitó a Maligne Canyon, Maligne River y Maligne Lake. Se ve que teníamos el día maligno del todo, ayer. El cañón causa vértigo. Es una sima pedregosa e insondable, en la que en muchos tramos apenas se vislumbra el cauce del río que recorre el fondo. En otros, se aprecia, e incluso se oye, el agua corriendo bajo las capas de hielo. Alucinante la visión de la cascada congelada.
En este vídeo, si se presta atención y se sube el volumen, se escucha perfectamente el sonido del agua cayendo bajo el gigantesco témpano que la encierra.
El nombre del cañón, que adopta del río y es extensible al lago, fue acuñado por un misionero cuyos caballos fueron arrastrados por la corriente. Anteriormente, los nativos lo denominaban Chaba Imne (Río del Gran Castor). Una distancia de aproximadamente 35 km separa Maligne Canyon de Maligne Lake. La carretera discurre paralela al río, salpicado de meandros y de fisonomía cambiante, alternando su cauce entre trechos asombrosamente estrechos y otros de gran amplitud.
Al llegar al lago, pagamos la novatada. El terreno que lo rodea es llano y allí la nieve se acumula hasta llegar, como ayer, al metro o más de altura. Imposible caminar sin raquetas, básicamente porque te hundes. Por supuesto, no llevábamos la ropa apropiada y, aunque estrené mis botas y mantuve los pies secos y calientes, la parte del vaquero entre el chaquetón de plumas y el límite del calzado acabó completamente mojada. La experiencia nos sirvió para elaborar una lista del equipo que vamos a necesitar cuando GP se cubra de nieve.
Las siguiente fotos muestran una mesa y bancos del área de cabañas y acampada junto al lago, y el camino abierto para acceder a los servicios públicos.
Otra lección que aprendimos de la excursión a Jasper es que jamás, nunca, volveremos a viajar sin un cd de música infantil (o, en su defecto, La Ley Innata, de Extremoduro, que también funciona). A la vuelta, nos tocó ir cantando a dos voces (la de Joe y la mía) "nursey rhymes" y canciones populares en castellano y valenciano para mantener entretenido a Aidan, que se puso un pelín gruñón (no lo culpo, después de tantas horas de coche). Milagrosamente, ni llovió, ni nevó.
Hemos planeado volver este invieno para visitar la zona de los glaciares, el río Athabasca y su valle, y algo más, si podemos; pero, esta vez tomándonos dos o tres días para recorrerlo con calma. Con esto cierro el primer capítulo dedicado a Jasper. Podría contar mucho más y publicar también unas cuantas fotografías más de las 300 y pico que saqué, pero alargaría demasiado una entrada que ya de por sí ha quedado larga.
Pensaba relatar en este post la jornada administrativa que hemos tenido que sufrir para traernos el coche a "casa". ¡¡Sí!! ¡¡Ya tenemos el coche!! Creíamos que tardaría más, y nos lo han arreglado todo hoy. La compra ha implicado que nos adentremos más en el mundo de la administración canadiense y que nos sorprendiéramos con algunos detalles. Lo dejo para otro día.
Mañana nos espera más ajetreo. Saldremos temprano para ver las casas en alquiler que nos ha encontrado Esther y tenemos entradas para ir a un partido de hockey sobre hielo por la tarde. Nos aguardan dos horas de testosterona pura sobre patines. Espero que no nos salpique la sangre.
Entre la obligación de buscar hogar y el entretenimiento deportivo, he de seguir acostumbrándome a conducir el "tanque" que tenemos aparcado a la puerta del hotel.
¡Bona nit!
Que frío me ha dado solo de ver las fotos y los videos....
ResponderEliminarrealmente magnífico e impresionante... y menuda alegría debe dar este paisaje en primavera y verano! ya nos mostrarás la diferencia :)
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarENTRE NEU...SEGUIM LES VOSTRES PETJADES...ANGELETA AND COMPANY
ResponderEliminarMira por donde voy a seguir tus pasos, princesa. Menos mal que tenemos una "amiga" común por tierras escocesas y me ha puesto al día.
ResponderEliminarAventura maravillosa y valiente la que habéis emprendido. Ya te lo dije... recuerda... eres una campeona. Por muchas cosas.
Ahora ya sabré de tu existir y será una preciosa forma de compartir contigo este nuevo proyecto.
Ya sabes dónde me tienes.
Abrazos muy cálidos desde tu tierra.
Impresionante y acojonante paisaje, una pasada, pero tanta inmensidad... Yo si que te considero valiente, porque con un clima así, yo no saldria jamás de casa!!
ResponderEliminarUn besote!!