Nos hemos pasado el "Boxing Day" (como se denomina en UK, y en los países que formaron parte del Imperio Británico, al día siguiente al de Navidad) conduciendo por GP. Pero, no el Cherokee que llevamos de prestado, no. Hemos ido de concesionarios -a los pocos que abrían, porque es medio festivo en Alberta- para sondear el mercado automovilístico con vistas a comprar. Igual quedo un poco de pardilla, o quizá era la política de empresa de la Renault a la que acudimos no en una, sino en dos ocasiones; pero, en España, jamás me invitaron a darme un paseito de prueba ni cuando compré la Scenic, ni luego con el Clio. Hoy hemos probado cuatro diferentes. ¡Qué gustito eso de dar vueltas en coches flamantes e impecables! Y en la amplitud de los carriles de estas carreteras, adecuadas al tamaño XL de los vehículos, que no se ven congestionadas aunque haya mucho tráfico, se conduce con mayor desahogo y confortabilidad. "Big country, big cars", sentenciaba Joe ante uno de los comerciales con los que hemos tratado esta mañana. "And big roads", añadiría yo.
Cuelgo un par de fotos tomadas cerca del centro de GP desde el coche (que no cunda el pánico, las he sacado cuando conducía Joe ;-P) donde se pueden apreciar las carreteras locales.
Aunque aún tenemos nuestras reservas y estamos contemplando también las opciones del mercado de segunda mano, lo que tenemos claro es que nos hace falta coche propio y nos hace falta ya. El de alquiler sale por un pico: 70 dólares por día. Y si lo único caro fuera el coche...
En general, Canadá, o por lo menos, Alberta, no es un país barato. Los artículos de primera necesidad cuestan como un 20% más que en UK. En Aberdeen ya noté un aumento en el gasto de la compra semanal respecto de Edimburgo, y eso que acudía a la misma cadena de supermercados en las dos ciudades. Pero aquí, se me cae la boca cada vez que miro los precios. Joe está cansado ya de mi comentario sobre lo excesivo del coste de los productos cada vez que vamos al super, ya se trate de una barra de pan (2,29 dólares una baguette, 1,45 libras) o de un paquete de pañales (52 unidades de Pampers, 17 dólares; lo que representa desembolsar unas 3 libras más que en UK). Por contra, la ropa y el calzado resultan ligeramente más económicos.
Después de un exhaustivo estudio de marcas y modelos, comparando características y relación calidad/precio, al fin he adquirido las botas que mantendrán mis pinreles calentitos y a salvo cuando llegue el invierno de verdad. Aquí no te puedes arriesgar. El calzado apropiado para la nieve tiene que ser waterproof, con material aislante en el interior, de caña alta y reforzado en el remate superior (se nota que he estado investigando, eh?). Mis botas de montaña, de momento, van bien, pero en cuanto las temperaturas desciendan, se me quedarán cortas. Las que me he agenciado cumplen todos los requisitos por el módico precio de 127 dólares (menos de 80 libras). Aunque los expertos recomiendan la marca Sorel, me he decidido por unas Merrell por la sencilla razón de que son mucho más ligeras y una patosa como yo no necesita añadirse dificultades y menos aún cuando no sé cómo me apañaré andando sobre metro o metro y medio de nieve y encima cargando a Aidan en la Boba (aunque acabo de visualizar mentalmente un carro con esquíes, que igual no es mala idea, por que el de ruedas me parece a mí que va a ser que no). Y aquí están mis chicas (disculpas por la calidad de la foto, pero las prefiero sin flash):
Estoy deseando que llegue el auténtico frío y que nieve en abundancia para estrenarlas (lo sé, lo sé: me voy a arrepentir de este comentario). Hasta ahora hemos sido muy afortunados, según nos han asegurado varias personas. Desde que llegamos, no hemos visto nevar (lo que se ve en algunas fotos ya estaba y, aunque se va deshaciendo, no se acaba de derretir) y la temperatura no ha bajado más allá de los menos cuatro/cinco grados (inciso: guiño cómplice y cariñoso para una fiel devota de las pieles de mamut). Este frío, además, al ser seco, casi no se nota si vas bien abrigado. Con temperaturas más altas, he temblado en Edimburgo. La humedad escocesa te cala y el helor se mete en los huesos, dejándote aterido. Aquí, todavía no he experimentado esa sensación de agarrotamiento glacial. Nos dicen que este invierno esta siendo atípico, muy suave para estas fechas. El año pasado en el mes de septiembre tenían metro y medio de nieve y estaban a menos 35 grados. Lo habitual por estas latitudes. El mánager del restaurante del hotel nos explicaba que su madre, una señora ya mayor, salió de su casa dos veces contadas el último invierno (¡no lo quiero ni pensar!). Todos con los que hemos hablado repiten que esto no es normal y que nos preparemos para enero y febrero. Por cómo lo comentan -entre sorprendidos y espantados, con cierta incredulidad temerosa- parece, incluso, como si en los próximos meses esperaran más dureza climática de la usual, a modo de castigo por este "mild winter", que se ha materializado como un regalo al que no están acostumbrados, que no les pertenece. En cierta manera, no se permiten disfrutar completamente del "buen tiempo" porque están más pendientes de lo que está por venir que del excepcional presente que les ha tocado en suerte. Nosotros, en previsión de que se cumplan los malos augurios, ya nos hemos procurado unas buenas botas.
Las botas muy chulas pero ¡¡jo que frío!! me ha dado leerte
ResponderEliminarLo del invierno amable se ve que esta extendido :)
ResponderEliminarLas botas una pasada, pero vaya tela los cordooooneeees...