sábado, 9 de mayo de 2015

Disquisiciones a tenor de unas elecciones en la tierra del té a las cinco.







Yo estaba tirando comandas antiguas en la papelera cuando María me cogió del brazo y miró fijamente. Con esa voz tan propia suya, entre severa y aleccionante me dijo: ...

María es Italiana, napolitana si concretamos, y gracias a ella se me ocurrió la idea de elaborar una singulares estadísticas sobre las elecciones que se estaban llevando a cabo en mi patria de acogida: El Reino Unido.

Como ya sabéis, supongo quizás, han ganado los Conservadores, el PP de aquí, dejando en entre dicho a los que elaboran estadísticas, esos Mortadelos de los números, que vaticinaron que o empataban o perdían por los pelos contra los laboristas -los sociatas guiris- y al final han ganado de goleada, sacando mayoría absoluta.

Y como a mi se me da muy bien hacer de Mortadelo, y ya tengo gafas de fábrica, la cosa es que en mi lugar de trabajo sobre un espectro de 15 encuestados, resulta que siete no tenían ni idea de lo que se estaba cocinando en el país en el que viven. Y de los ocho que si lo sabían me quedo con tres respuestas, Sergei, un croata italiano, me confesó que se enteró por google esa misma mañana, ya sabéis, el logotipo del buscador de buscadores que de vez en cuando cambia dependiendo del acontecimiento de rigor y que os he puesto ahí arriba, porque soy así de majo. Selene, una italiana lo supo porque vio mi perfil del Facebook donde más o menos venía a decir que en UK no podía votar porque su Reina no es mi Reina. Mi señora esposa sí que puede. Es curioso, lleva menos años en el país, y resulta que su derecho a permanecer en él le fue concedido cuando la tía loca me dio el "si, quiero" pero a la hora de votar, ella como Australiana de la Commonwealth y súbdita de su majestad Elisabeth II pues como que si que la permitieron poner su papeleta en la urna. Y por último Darío, un taiwanés de nombre impronunciable que tiene la cortesía de cambiárselo para hacernos la vida más fácil a sus compañeros, que se ha revelado como un fan de Cameron, el primer ministro descorcha botellas de felicidad, y que se me ha revelado como un entendedor del panorama político británico de primer orden.

En realidad, a expensas de Darío, la mayoría estaban poco interesado en las elecciones. Eran como Pei-Fen, otra taiwanesa que nos miraba entre asombrada y luego aburrida cuando Darío y yo discutíamos de política mientras el colocaba una gamba sobre un bloque de arroz y yo limpiaba una mesa en las que cuatro niñas pijas se habían transformado en pequeños cerditos durante lo que les ocupó su comida.

Es curioso como funciona el cerebro, estuve comentando con una cliente habitual, que suele venir todos los jueves y se toma un crispy chilli squid con un pino grillio si está contenta o con coca cola light si le entra mala conciencia, cómo tu materia gris selecciona lo que le interesa y simplemente ignora lo que no. Es imposible sustraerse al ruido mediático que cualquier elección que se precie produce, periódico, twiter, carteles, radio, televisión, internet, banners de publicidad en las páginas del internete, gente hablando en la calle, cartas que se agolpan en el buzón de tu casa. Pues tu cerebro, que es bastante más listo que tú, si sospecha que a ti te la flinfla o te la suda tres pueblos porque eres un Rumano hijo de Polacos que ha venido a cortar pescado porque tu sueño es montar el primer sushi bar en tu pueblo, pues te ahorra disgusto y simplemente ignora aquellos estímulos o signos que te informan de que en el país en el que cortas pescado se está decidiendo quién va a tomar las decisiones. Es lo mismo que pasa cuando de repente caes en algo en lo que nunca te habías fijado, para descubrir con asombro que te lo encuentras en todas partes. Siempre estuvo ahí, lo que ocurre es que tu cerebro hasta entonces no se le había puesto en las narices procesarlo.

Eso me lleva a pensar en lo que siempre he sospechado. Que la democracia cojea, cojea precisamente por ese lado. ¿A cuántos les interesa la política? ¿Cuándo sabemos que alguien es competente para votar? Por ejemplo Arthur, un polaco taco de güena gente, medio en broma medio en serio, me dijo - discutiendo con él sobre cómo diablos no podía saber que se estaban celebrando las elecciones- que a los "viejos" no se les debería dejar votar, que pa qué, si se van a morir y votar es sobre el futuro, sobre lo que pasará en el futuro y de qué manera vamos a afrontarlo y que a los viejos qué les importa ya, si ni siquiera se les levanta. Debido a nuestra, para mi lamento, gran diferencia de edad, no me atrevía a preguntarle quienes eran para él los "viejos".

Pero aparte chascarrillos, con la democracia yo he tenido siempre el mismo problema, y es que cómo pueden valer los votos todos iguales, como puede puede tener el mismo valor el voto de pongamos, una mujer de treinta años, pelirroja, informada, culta, activa políticamente, sensata y con mucho sentido común y ya puestos imaginar con dos buenas peras, con la de un tipo mal informado, impertinente, inculto y pasota que seguro que si la ve pasar por la calle la silba y le dice cualquier guarrada. Es un sin sentido, y estoy hasta el nabo que siempre cuando saco la conversación me estampen la fracesita que le atribuyen a Churchill, esa que dice algo así que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. El taxista que me llevaba de vuelta a casa, un tipo de Dorchester si entendí bien, con el que estuve hablando de todas estas cosas, fue el que la saco a colación. No es la primera vez que lo hacen. Y a mi, que queréis que os diga, me sienta como un tiro, porque es como que te digan: oye, deja de calentarte la cabeza, que lo que es es lo que es y lo que hay lo que hay, y que mañana saldrá el sol por Antequera. Pues no coño, que sea el menos malos no quiere decir que no sea memorable, ¡carajo! Pero claro, a quién le importan mis calentones de cabeza.

Cambiándonos el uniforme, Arthur, el que no quiere dejarle votar a los viejos, parecía que se le había quedado algo ahí por decir, y de repente me suelta todo solemne: "La ilusión de la democracia, eso es lo que nos venden, una ilusión, como un truco de magia que nos cuelan -que nos la meten doblá, si me permiten la licencia poética de cosecha propia- cada cuatro años votamos, pero al final nada cambia, siempre son los mismos, y dentro de otros cuatro años igual". Yo creo que se estaba justificando por el tema de que no tenía ni puta idea de que había elecciones y el tocapelotas del Álvaro, entre sushi y sushi le iba preguntando a todo Cristo lo mismo

Total, que han ganado los Conservadores. Aquí tienen un sistema que me rió yo del nuestro. Si el ibérico está servido para hacer valer el bipartidismo ya el de UK ni te cuento. Aquí se divide el mapa electoral en circunscripciones, cada una se traduce en un escaño, uno sólo, el que gana, los demás votos corrían la misma suerte que aquellas comandas que yo estaba tirando a la papelera cuando María, la napolitana, me lo impidió cogiéndome muy seria del brazo. El tipo que va al parlamento a orar y oír, aplaudir y vociferar, que por cierto está obligado a pasar un día a la semana en su demarcación a oír las quejas de las abuelitas que piden dinero para equipar mejor a los bomberos que rescatan a sus gatitos de los tejados, es porque ha tenido la suerte de que en su demarcación le han votado a él. Hay seiscientas y pico demarcaciones y por lo tanto seiscientos y picos escaños así que si un partido saca sólo seiscientos y pico más votos que el otro, dividiéndolos uno en cada demarcación haciéndolo ganador, resultaría que el parlamento estaría formado por sólo políticos del mismo signo. Eso explica que el UKIP, ese partido que nos quiere echar a todos a patadas y que en los pubs se vuelva a prohibir la música, teniendo más o menos un 10% de los votos, casi cuatro millones de tipos del perfil del que antes hablábamos de decir guarradas a tías pelirrojas, haya sacado sólo un escaño.

De hecho lo del UKIP podría explicar la victoria arrolladora de los conservadores. Como hay que votar tácticamente, porque si votas verde, por ejemplo, en una circunscripción donde la cosa está entre laboristas y conservadores, sabes que tu voto literalmente no vale más que el papel del water con el que te suenas los mocos, o aquellas pobres comandas que yo estaba desechando, pues quizás tengas la tentación de votar laboristas, que no te molan, pero que los prefieres mil veces antes que a los conservadores. Pues los votantes del UKIP que se presumían incluso más, han preferido no restarle votos a los que de verdad tenían opciones de ganar, por miedo a que los de la rosa volvieran a formar gobierno y despilfarraran su dinero en cosas tan inútiles como un servicio sanitario universal. Eso o que Cameron les ha prometido que dentro de dos años hace un referéndum pa ver si nos quedamos en Europa. Espero que para ese si me dejen votar. Dentro de dos años quizás tenga que hacer las maletas

Más lecciones que he aprendido: Milliband, Clegg y Farage han renunciado, se las piran. La cagada del primero: dejar a los laboristas con el peor resultado desde que las gallinas no ponían huevos. La cagada del segundo: dilapidar cincuenta y tantos escaños que se han quedado en unos famélicos nueve por culpa de meterse en la cama con quién no debía. La cagada del tercero, el líder de los ultraderechistas del UKIP: ni siquiera ser capaz de ganarse el escaño por la circunscripción por la que se presentaba. Nada escandaloso si se compara con lo nuestro, no hay sobres bajo la mesa, ni sedes pagadas con dinero negro, ni "Luis, se fuerte", ni mordidas o comisiones millonarias, tramas corruptas o bolsos de Louis Buttom de por medio. Renuncian por lo que entienden ha sido un trabajo mal hecho, un fracaso ante su electorado. Sí, lo que oís. Yo todavía me estoy pellizcando, tengo el antebrazo ya con cardenales y todo porque por más que lo intento,  mi cerebro no atina a creérselo: se van porque simplemente no han hecho bien los deberes.

Otra cosa a resaltar cuando fui con mi mujer a votar, porque a mi me habían tachado de la lista, por mucho que yo les dije que yo le juraba allí mismo a su reina fidelidad, que total, a mi la barba de tres días de mi monarca no me mola, y prefiero a la tipa que es capaz de estar estampada en la taza de te en la que desayuno todas las mañanas, al final uno la toma como por alguien de la familia. Pero no coló. Así que le rogué a mi mujer que votara laborista, no por nada, porque los laboristas por lo pronto no se quieren largar de la UE, y porque decían que pensaban gastarse más en asistencia social y en guarderías. Teniendo en cuenta que aquí llevar al nene a la guardería cuesta 15 euros la ora, lo que hace un montante de unos 1500 o más al mes, pues no nos vendría mal a mi señora y a mi un Prime Minister que nos echara un cable con los gastos, porque lo que es ahora, ahorita mismo, no nos lo podemos ni siquiera permitir. Pues ahí que va la rubia dirigiéndose a la mesa y le dijo "jope, nos hemos olvidado tu pasaporte" Ella mira extrañada y sigue pa adelante. Le dice al de la mesa su nombre y donde vive y este le da la papeleta. Marca la casilla, la deposita y nos largamos. Si señor, ni DNI ni ostias, ni papas fritas. Aquí se fían de la peña, como cuando me fui a sacar el carnet de conducir.  Yo en esto estoy con mi colega el Búho, que me dejó una reflexión que lo copio del Facebook: "¿Y allí no se les da nunca el problema de que un desaprensivo se haga pasar por su vecino y lo deje sin votar a él??"

Pues, Búho, parece ser que no, que no tienen ese problema.

Bueno, y el día después de las elecciones, ósea ayer, en el curro, cuando detectaba que tenía ante mi una mesa de British les preguntaba: "¿Están ustedes hoy tristes o contentos?" para sondear un poco por donde iban los tiros en mi barrio y he de decir que los de Notting Hill que fueron al Itsu el Viernes después de las elecciones (por cierto, otra diferencia, se celebran en día laboral) son arrolladoramente tories.

Y así fueron las cosas, uno no sabe si la democracia es el sistema, si dentro de dos años le van a echar de su casa y de su país adoptivo, pero lo que si tuve ciertamente claro, porque allí estaba Maria para recordármelo, la napolitana, con su voz entre severa y aleccionante, era que estaba tirando las comandas en la papelera equivocada, que aquella era para el reciclaje del vidrio.

Yo la miré avergonzado, silbé distraído y pensé, "vaya bochorno, yo que decía que pensaba votar verde"