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viernes, 10 de octubre de 2008

El vuelo del Dragón - Anne McCaffrey

Marcha lejos, marcha adelante,
ruedan los ecos sin respuesta.
Vacíos, abiertos, polvorientos, muertos.
¿Por qué han huido todas las gentes del weyr?
¿Adónde se han marchado los dragones
abandonando los weyrs al viento y a las tempestades,
dejando a las reses libres de trabas?
¿Adónde se han marchado nuestros protectores?
¿Han volado a algún nuevo weyr
en el que otros temen a las crueles hebras?
¿Están a mundos de distancia de aquí?
¿Por qué, oh, por qué está vacío el weyr?

lunes, 28 de julio de 2008

Todos los Weyrs de Pern - Anne McCaffrey

PRÓLOGO


El Sfía sintió que sus sensores respondían a una renovación de energía procedente de los paneles del tejado que lo cubría. El viento debía de ser fuerte, lo suficiente para quitar de los paneles el polvo y la ceniza volcánica acumulados. Había habido bastantes incidentes similares a lo largo de los últimos dos mil quinientos años, así que el Sfia pudo seguir funcionando, aunque sólo con un nivel de mantenimiento muy bajo.
Al repasar los principales circuitos operativos, el Sfia no encontró ningún desperfecto. Los sensores óptcos externos seguían obstruídos, pero fue consciente de nuevo de la actividad que se producía en sus inmediaciones.
¿Era posible que los humanos hubieran regresado a la zona de Aterrizaje?
Aún no había completado su misión prioritaria: descubrir un medio para destruir al organismo que los capitanes denominaron "Hebras". No había recibido información significativa para el cumplimiento de esa tarea, pero la prioridad nunca fue cancelada.
La energía empezó a aumentar sus recursos conforme los paneles eran descubiertos. No se trataba de un hecho casual provocado por el viento u otros fenómenos meteorológicos, sino una actividad consciente y eficaz. A medida que limpiaban los paneles, la energía solar recargaba los colectores, inactivos durante tanto tiempo. El Sfia respondió distribuyendo la energía revitalizante por sus sistemas, haciendo rápidas comprobaciones a través de circuitos hasta entonces dormidos.
El Sfia había sido muy bien diseñado y, como la energía continuó fluyendo, funcionó a pleno rendimiento cuando descubrieron los sensores exteriores.
¡Los humanos habían regresado a Aterrizaje! ¡Muchos de ellos! Una vez más, la humanidad había triunfado sobre expectativas adversas. El Sfia captó mediante sus elementos ópticos ajustables que todavía los acompañaban las criaturas llamadas lagartos de fuego. El ruido se filtraba también por los canales de audio: voces humanas pronunciando palabras extrañas. ¿Un cambio lingüístico? En dos mil quinientos años era muy probable. El Sfia escuchó e interpretó, comparando las vocales alteradas y las consonantes difusas con sus pautas idiomáticas. Organizó los nuevos sonidos en grupos y los comparó con su programa semántico.
En su campo de visión apareció una inmensa criatura blanca. ¿Descendiente de la primera producción de ingeniería genética? El Sfia hizo una rápida extrapolación a partir de los archivos del biolaboratorio y llegó a la inevitable conclusión de que los llamados dragones habían madurado y prosperado. Buscó "blanco" en los parámetros de la especie creada artificialmente, pero no lo encontró.
La humanidad no sólo había sobrevivido a la caída de las Hebras durante dos mil quinientos veinticinco años, sino que se había fortalecido. La especie tenía la tenacidad necesaria para sobrevivir donde otras sucumbían.
Si los humanos habían logrado regresar del Continente Septentrional, ¿habrían conseguido también destruir al organismo? Eso estaría bien. ¿Qué debería hacer entonces el Sfia si su prioridad estaba cumplida?
Los humanos, con su insaciable curiosidad e inquietud, tendrían nuevas tareas para un Sistema Fonético de Inteligencia Artificial. No eran unos seres que se contentaran fácilmente, según sabía por sus bancos de memoria. Pronto los que trabajaban para eliminar detritus de siglos descubrirían todo el edificio y llegarían hasta él. Desde luego, el Sfia debía reaccionar como ordenaba su programa.
Esperó.

sábado, 26 de agosto de 2006

Todos los Weyrs de Pern - Anne McCaffrey



La tarde siguiente, Robinton no estaba seguro de que todas las dimensiones del entierro de Sallah Telgar pudieran ser registradas adecuadamente. Fue un día largo, y por una vez admitió que estaba muy, muy cansado.
Larad y su esposa habían organizado una espléndida ceremonia, con maestros instrumentistas, bajo la direción del propio Domick, y cantores llegados de todo el continente para interpretar la Balada de Sallah Telgar. Se habilitaron los grandes recintos donde se celebraban las Reuniones de Telgar para acoger a aquellos que empezaron a llegar el día anterior. La mayoría llevaba consigo su comida, pero Telgar fue generoso con todos, y las personas de rango fueron alojadas en las zonas del gran Fuerte que no habían sido ocupadas desde la última plaga. Robinton tenía la impresión de que todos los habitantes del Fuerte se habían puesto a limpiar. Lady Jissamy no era descuidada en sus deberes, pues incluso el rincón más lejano de sus dominios era inspeccionado una vez cada Revolución, pero el lugar destellaba y brillaba como nunca.
El entierro fue fijado para media tarde. Todos los dragones llegaron cargados de pasajeros. el propio Toric se trasladó a lomos de Heth, el dragón de K'van; su esposa Ramala, que aparecía poco en público, lo acompañaba. De inmediato, Toric empezó a solicitar a los otros Señores de Fuerte guardias que le ayudaran contra los rebeldes. Por la expresión de su cara, Robinton supuso que estaba teniendo poco éxito. Cuando el Arpista tuvo la oportunidad de comparar notas con Sebell, vio que los Señores de Fuerte, sin excepción, consideraban que era un momento inadecuado para reclutar una fuerza punitiva, lo que significaba que Toric airearía ese problema en la Conferencia. Otro asunto que se debatiría acaloradamente. Robinton no sabía si asistir o no. En realidad, no estaba obligado a hacerlo, pero lo habían invitado y, aunque confiaba en que Sebell haría un informe preciso, prefería estar presente siempre que era posible.
Sin embargo, todas las pequeñas desavenencias y las controversias importantes se convirtieron en insignificancias cuando comenzaron las ceremonias del sepelio. La Balada fue maravillosamente interpretada. Después, guiados por Ruth y Jaxom, todos los Weyrs se cernieron sobre Telgar. Robinton sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, no sólo por el honor de que era objeto Sallah Telgar, sino en recuerdo de la ocasión anterior, de la que hacía casi veinte Revoluciones, cuando los cinco Weyrs Perdidos reaparecieron en los cielos de Telgar para enfrentarse a la Caída de las Hebras junto con las valientes alas de Benden. Ahora, Ramoth y Solth, el veterano dragón reina de Telgar, llevaban entre ambas la hamaca que contenía el féretro de Sallah. El sol destellaba en la placa de oro, en los ribetes y las asas, dando la impresión de que el propio Rukbat honraba a la valiente mujer y lograndoque la muchedumbre se quedara boquiabierta de asombro. Alineados tras las dos reinas, iban los Weyrs en cerrada formación y siete divisiones, ala cn ala, lo que en sí mismo era una hazaña.
Descendieron, imitando a las dos reinas, y se detuvieron en el aire mientras Ramoth y Solth dejaban delicadamente su carga sobre las andas funerarias. La hamaca cayó con elegancia a los lados. Una escolta de honor formada por Señores de Fuerte avanzó para llevar el féretro a su lugar de descanso definitivo.
Los cabalgadores de dragón giraron, manteniendo la formación de sus Weyrs, y se situaron en las cumbres de Telgar o bordearon a los reunidos. Entonces Larad avanzó, seguido de sus hijos, puesto que Sfia había confirmado que eran descendientes directos de Sallah Telgar y Tarvi Andiyar.
- Que éste sea un día de regocijo, porque esta valiente dama ha regresado al mundo por el que dio la vida. Que descanse ahora con otros de su sangre en el Fuerte que lleva su nombre.
Tras estas sencillas palabras, Larad se apartó, y el féretro fue alzado a hombros y llevado a la tumba con pasos medidos. Cuando fue colocado en el interior, todos los dragones alzaron la cabeza a la vez. Se produjo un sonido aterrador, pero para Robinton, con el rostro bañado en lágrimas, las notas tuvieron un extraño tono de triunfo. Como en respuesta, se oyó un repentino batir de alas y, al parecer, todos los lagartos de fuego del Norte y el Sur, tanto salvajes como domesticados, descendieron, formando un denso y amplio velo justo sobre las cabezas de la escolta, y cubrieron la tumba todavía abierta, añadiendo sus agudas voces como contrapunto de los tonos más graves de los dragones. Después se elevaron y, al llegar al filo del precipicio de Telgar, desaparecieron de repente.
Robinton se había preguntado dónde estaba Zair, y entonces se dio cuenta de que ninguno de los que se hallaban a su alrededor y solían llevr un lagarto de fuego en los hombros lo tenían desde que los dragones surgieron en el cielo.
La escolta, un poco aturdida por aquel aodrno añadido al solemne acontecimiento, retrocedió, y los albañiles de Telgar, con sus mejores ropas protegidas por delantales nuevos, avanzaron para sellar la abertura.
En respetuoso silencio (pues incluso los más jóvenes estaban asombrados por las exhibiciones de los dragones y los lagartos), los congregados esperaron a que la tumba quedara cerrada por completo y los albañiles se retiraran. Larad y Jissamy avanzaron juntos hacia la tumba e hicieron una profunda reverencia, igual que la escolta. El gesto fue repetido por todos los presentes.
Después Larad, su esposa, y la escolta se dirigieron al amplio patio del Fuerte de Telgar. Los músicos de Domic empezaron a tocar una pieza solemne y majestuosa para indicar el final de la ceremonia. Y siguieron a la multitud que se dispersaba para disfrutar de la hospitalidad del Fuerte.