Dejó la oscura seguridad que durante
el día le había ofrecido el sótano de aquel comercio y continuó
con su caminata en dirección al centro.
Las calles, saturadas por el silencioso
bullicio, pasaban frente a sus ojos una tras otra.
Al llegar a su destino, la plaza,
completamente apagada bajo la luna, presentaba el mismo aspecto que
el resto de la ciudad: desolada, sucia y descuidada de toda atención.
Un golpe en su hombro le arranco de sus
pensamientos. Otro de esos seres, como los cientos con los que se
había ido tropezando por el camino, había chocado torpemente contra
ella, para después continuar con su errático trayecto sin reparar
en su presencia. Ella miró a su alrededor consciente de la
situación. La infección se
extendió tan rápido entre la población, que ésta apenas tuvo
tiempo de reaccionar, dejando tras de sí todos aquellos
despojos andantes, secos; fríos como enormes frascos de comida
caducada. Tras varias semanas recorriendo la provincia, no había
detectado ni a un solo ser humano con vida en kilómetros a la
redonda.
La vampira dio por finalizada la
búsqueda. Desconsolada y hambrienta, se sentó en un banco cercano a
contemplar el resurgir de un nuevo amanecer.
(microrrelato escrito para uno de los dibujos que
Sara Lew ofrece cada lunes en su blog para que, quien lo desee, le saque una historia).
Gracias, Sara.