Hay un nombre que define a la perfección 3 días para matar: Luc Besson. No dirige, pero coescribe y coproduce una película en la que se le reconoce por los cuatro costados. Dicho de otra forma, quien disfrutara de Malavita, El quinto elemento o las sagas de Transporter o Taxi, que todas ellas tienen a Besson como director, guionista, productor o las tres cosas, puede pasárselo estupendamente bien con este batiburrillo que ha puesto en manos de McG, quien ya expuso en clave de comedia un mundo de espías en Esto es la guerra. Quien no... Bueno, digamos que la clave está precisamente ene se batiburrillo. Porque la película viene a comenzar con un thriller de acción que acaba convirtiéndose en una especie de comedia de familia en la que casi todo es inverosímil, que apuesta por los tiros en su arranque para después optar claramente por la risa de ver a un supuestamente duro agente de la CIA en el papel de un padre de una hija adolescente a la que lleva cinco años sin ver. ¿Divertido? Sí, a ratos sí. Pero es necesaria la desconexión cerebral para no ver los enormes agujeros que tiene.
Lo curioso del invento es que teniendo todas las características del cine de Luc Besson (a quien no se le puede negar una sinceridad absoluta en lo que hace y en lo que ofrece, que nunca engaña a nadie y que por supuesto que tiene su público), es que ese batiburrillo, una palabra que es difícil abandonar hablando de 3 días para matar, destaca sobre todo por su protagonista. Kevin Costner ha pasado unos años completamente desperdiciado y, aún asumiendo sus limitaciones como actor, es un tipo que genera un agradecido carisma para una película. La cámara le aprecia y sabe llenar los zapatos de sus personajes. Y por eso encaja muy bien incluso en las partes más cómicas del filme, en las que tiene poca experiencia que aportar. Es creíble en las escenas de acción, lo es como un hombre físicamente vulnerable y de su edad (ya suma 59 años) y también como el padre que intenta recuperar el tiempo perdido. Es una pena que el conflicto emocional y familiar no tenga más fuerza, porque Costner se muestra en forma en ese elemento.
Aún así, es extraño que el cartel de la película sólo le muestre a él, de una forma bastante aséptica y sin adelantar nada sobre la película, cuando sobre el papel se tenía una buena interacción entre Costner y tres actrices muy diferentes. Connie Nielsen (que saltó a la fama con Gladiator y nunca recuperó ese nivel de popularidad) interpreta a su (¿ex?) mujer, Amber Heard a otra espía (¿de verdad es el mismo personaje el que aparece en la primera secuencia de la película y el del resto del metraje? La incongruencia es sencillamente brutal) y Hailee Steinfeld a su hija adolescente. Las tres, sobre todo las dos últimas, tienen puntos de interés, especialmente la segunda puesto que el filme deriva, efectivamente, hacia la trama más personal. En cambio, McG y Besson acaban perdiendo las posibilidades de la siempre interesante pero casi siempre desaprovechada Heard por tratar de convertirla en un maniquí de femme fatale, en una depredadora sexualizada cuyas acciones nunca se sabe a qué se deben y que, apareciendo y desapareciendo a conveniencia, nunca se sabe qué papel real tiene en la historia.
3 días para matar es una de esas películas que ofrecen un rato simpático, aunque sus 117 minutos se antojan algo excesivos en algunos instantes que rozan la repetición, y que tienen momentos muy logrados pero que no resisten un análisis medianamente exigente. Casi todo lo que sucede es realmente surrealista e improbable, las explicaciones brillan por su ausencia y la misma trama que involucra a dos villanos que comercian con bombas sucias roza lo ridículo, por no hablar de las innumerables coincidencias o recursos facilones de los que hace gala el filme para que todo acabe cuadrando en esos tres días que anuncia el título, y que en realidad no tienen ninguna importancia. En el fondo, la película es inofensiva. Las risas que saca hacen que tampoco se pueda ser muy duro con ella. Cumple su objetivo sin más, su principal atractivo está en el reparto y hasta sorprende la contenida aunque bastante impersonal dirección de McG. Para fans de Luc Besson... y por supuesto de Kevin Costner.