Abandonan, primero uno y luego el otro, la habitación del hotel. Luego van al bar. Él se queda en la barra; ella se sienta al fondo, en una mesa de cuatro. Café solo y periódico para él; café con leche y gafas de sol para ella. Después ponen rumbo a la iglesia. Ella entra por un lateral; él por la sacristía. Ella no comulga, se siente pecadora, piensa en su marido que pronto llegará a casa después de un largo viaje de trabajo; a él no le queda más remedio, todos sus feligreses rezan junto a él.
Garbancito es un ser pequeñito, el cual un día se escondió en una lechuga para poder así devorar, poco a poco por dentro, a la vaca que se lo tragara. En su última hazaña perdió su pequeña libreta. Por lo poco que he podido leer y entender, entre sus múltiples aficiones está la de escribir microrrelatos.
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24 de noviembre de 2015
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