Al otro lado de la ventana
vive un tipo bien arreglado, con la mirada puesta en mí y con una
inquietante sonrisa en su rostro. La única diferencia entre nosotros
es que él irá a trabajar y yo a por el quinto ciclo de
quimioterapia. Añoro aquel día en el lago en el que era yo el
reflejo en el agua. Desde entonces busco cualquier reflejo mio en
cualquier sitio que se atreva a intercambiarse, sobre todo el del
espejo del baño, que siempre se limita a decir que tengo buena cara.
Los días pasan y, mientras yo me apago, mi reflejo no deja de
brillar.