Voy a quitar del catálogo lo de leer la mente de las personas que han fallecido. Nadie quiere escuchar lo que los difuntos piensan mientras los arreglamos para su velatorio. Sus familiares piden las últimas voluntades. Siempre tenemos lío. Las herencias cambian por completo cuando mueren. Tampoco tienen que escuchar todos los reproches y mala uva cuando nos llegan.
Por eso nos vemos obligados a poner un nuevo servicio para cumplir con los diez que ofrecemos como política de empresa. Los enteraremos en el sitio que quieran, ya sea bajo la sombra de algún ciprés, debajo del suelo de sus casas o bien triturados para abonar huertos o alimentar gallinas.