Las palabras que ha aprendido por la noche las pintará durante el
día sobre lienzos de algodón junto a la orilla del mar. Por la
tarde se borrarán con sus lágrimas al comprobar que no entiende
nada y que sus recuerdos se los llevan las olas hacia el abismo.
Luego regresará ella, como una suave brisa en mitad de la noche, y
aunque cansada de trabajar, le volverá a envolver de palabras
salpicadas de mil besos.
Garbancito es un ser pequeñito, el cual un día se escondió en una lechuga para poder así devorar, poco a poco por dentro, a la vaca que se lo tragara. En su última hazaña perdió su pequeña libreta. Por lo poco que he podido leer y entender, entre sus múltiples aficiones está la de escribir microrrelatos.
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22 de marzo de 2016
14 de marzo de 2013
Lágrimas de matrioska (REC)
Y restos de lágrimas en las mejillas, imborrables, que delatan la agonía de la última matrioska, olvidada, encerrada en los ocho cuerpos que la rodean. Pálida, por no ver la luz en años, condenada a no crecer, pequeña... por siempre. Consigue gritar y ser oída. En el interior de su cuerpo, otra nueva matrioska empieza a crecer. Por fin, sus lágrimas, serán heredadas.
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lagrima,
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27 de febrero de 2012
Helado de amor
Se acerca presuroso a recoger del suelo la lágrima cristalizada; no puede permitir que el mundo siga helándose bajo sus pies. Arrodillado, la mira a los ojos, y, mientras su cuerpo empieza a congelarse... obtiene su perdón.
Reencarnación
Se acerca presuroso a recoger del suelo la lágrima cristalizada. La mira al trasluz del fuego, y, sin más, la arroja a las llamas evaporando cualquier resquicio de dolor. Abre el cofre de los recuerdos y va traspasándolos al del olvido. Lo hace con mucho cuidado, si cae alguno, también se cristalizará, como la última lágrima que derramó. Son muchos los recuerdos acumulados a lo largo de su vida; varios de ellos caen. El reflejo de uno, al cristalizarse, es marcado a fuego en su memoria; no podrá olvidarlo jamás.
Una vez llorado las penas y olvidado los recuerdos, se desprende de su vestimenta arrojándola al fuego eterno. Desnudo, ya preparado, se deja caer al suelo para terminar de purificar su alma. Lástima de ese lastre que tendrá que arrastrar: el recuerdo de su amor. Le espera una nueva vida de interminable búsqueda.
Una vez llorado las penas y olvidado los recuerdos, se desprende de su vestimenta arrojándola al fuego eterno. Desnudo, ya preparado, se deja caer al suelo para terminar de purificar su alma. Lástima de ese lastre que tendrá que arrastrar: el recuerdo de su amor. Le espera una nueva vida de interminable búsqueda.
13 de febrero de 2012
Princesa.
Una lágrima que recorre el fino rostro de porcelana aparece cuando se quita la goma que aprieta su brazo. Deja la jeringuilla colgada de la frágil vena al tiempo que un placentero cosquilleo invade su cuerpo. Una gota de sangre brota de su rígido brazo cuando la jeringa cae por efecto de la gravedad. Ella unta su dedo corazón con la sangre y se lo lleva a sus carnosos labios, saboreando así un poquito más la droga mezclada con su sangre azul. Sus piernas flojean, y ella desliza su etéreo cuerpo desnudo por la pared hasta conseguir sentarse en el suelo. Desde tierra puede ver a su príncipe azul abandonando sus aposentos. Coge un trocito de espejo roto que tiene bajo sus nalgas; mira su rostro marcado por el rímel corrido. Le parece ver a la más hermosa del reino. Cierra los ojos. Sonríe. Por fin se convierte en la ansiada princesa del cuento... de su propio cuento.
Premonición
Una lágrima que recorre el fino rostro de porcelana titila en la mejilla de la niña. Cristina, su madre, sentada frente a ella, a la luz de una vela, termina de pintarse las uñas de los pies puestos sobre la mesa. El padre, tras fumar un cigarro, vuelve a entrar en la caravana, y, sin mediar palabra, mientras se aprieta el vendaje de sus manos, hace levantar a Cristina, aún con los algodones entre los dedos de los pies. Al salir, él cubre con una manta el cuerpo casi desnudo de ella. Tras avanzar unos metros por la arena, y, antes de entrar en la carpa, Cristina se gira para mirar la débil silueta de su hija tras la ventana de la caravana. La niña, con la frente apoyada en el frío cristal, se quita la mascarilla con la mano escayolada, para intentar trasmitir a su madre sus mejores deseos, como cada noche antes de la función. Pero el último parpadeo de la vela apaga cualquier intento de evitar el contagio de su premonición.
9 de septiembre de 2011
Aunque no me escuches.
La noche es una estrella en tu cucharilla que se va disolviendo en el café frio mientras intentas no pensar que ayer fuimos uno. No hieles la noche con más lágrimas. Piensa que la hija que acabo de concebir, y que te traen las enfermeras, es un trocito de algodón dulce que le he robado al cielo. Cuando crezca dile que sé que es un sol en el brillo de tus ojos.
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