-Acuérdate de lanzar mis cenizas al
mar cuando deje de existir. A mil metros de la desembocadura del
Danubio, en el ocaso, cuando la luna creciente empiece a vislumbrarse
por el horizonte.
-No digas garambainas hijo. Tu seguirás
existiendo eternamente. El tratamiento llegará a buen término.
-Sabes que no está funcionando madre,
la fototerapia está provocando que el cáncer que invade mis
entrañas llegue pronto al corazón y lo reactive; la sangre,
acumulada en todos estos siglos, circulará de nuevo por mis venas y
no lo podré soportar.