Pescado. No sé porqué pregunto. Todos los años lo mismo. Cuarenta días. Sardinas y más sardinas. Sardinas para comer. Sardinas para cenar. Y yo lo que quiero es carne. Comer carne. Tocar carne. Maldito cinturón de castidad que no me deja ni rascar un poquito de su carne. Esta noche me disfrazo de Satanás. Lo haré. Esta noche. Me pintaré todo mi cuerpo de rojo. Me pondré unas orejas puntiagudas. Y un rabo. Un rabo grande. La obligaré. La someteré. La haré de nuevo mía. Se verá obligada a romper su castidad. A mostrarme su carne. A ofrecerme su carne. Voy a preguntar de nuevo. ¿Qué hay hoy de cenar? Pescado. Pon tres sardinas.
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Garbancito es un ser pequeñito, el cual un día se escondió en una lechuga para poder así devorar, poco a poco por dentro, a la vaca que se lo tragara. En su última hazaña perdió su pequeña libreta. Por lo poco que he podido leer y entender, entre sus múltiples aficiones está la de escribir microrrelatos.
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10 de junio de 2014
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