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Tuesday, July 12, 2011

De Cibernética y Seudo-cibernautas Urbanos (capítulo 8)

Nueva entrega del micro-libro de Enricco Wizard:

¿El computador o la computadora? Ya fuesen 
femeninas por indescifrables o masculinas por su 
irreverente terquedad, las computadoras, machos 
y hembras, llegaron, al igual que nosotros, para 
quedarse y para hacernos la vida de cuadritos. 
Bien haría el Vaticano en otorgar la bendición papal
 a fin de que los contratos matrimoniales fuesen por tiempo 
definido. Casi puedo escuchar al padre Gregorio  diciendo: 
“Los declaro marido y mujer por un plazo de  dos años…”

¿Ahora dónde le pico? 
¡Ya se trabó este mitote!

"Todo por servir se acaba", dice el dicharacho. No hay nada más cierto. La computadora personal no es la excepción. El roedor, la memoria, el monitor, el teclado y demás partes y accesorios terminarán por fallar algún día, en el orden menos deseado y en el momento más inoportuno. A decir verdad, son tan frecuentes las fallas en la PC, que el botón de "reset" y el de encendido deberían ser intercambiados de una vez por todas. Resulta inaudito que a los fabricantes de computadoras no se les haya ocurrido tal mejora ya que resulta evidente que el botón de "reset" es el que se pulsa con mayor frecuencia aquí y en china. De esta manera se evitarían muchas confusiones. Siendo sinceros, el botón de "reset" no tiene razón de ser. Resultaría mejor aún si en vez de dos botones se dejase simplemente uno, al fin que apagar y encender es equivalente al requetemencionado "reset". En este sentido, las confusiones y frustraciones al frente del computador son cosa cotidiana. A todos nos ha pasado que se nos olvidó salvar el importantísimo archivo justo el día en que la inspiración nos sonreía. Aún así nos resistimos a utilizar el papel y el infalible lápiz. De haber sido popular el procesador de palabras allá por los años veintes, Don Agustín Lara sería hoy un vulgar desconocido y "Las Ojeras de Mujer" una canción inconclusa, o en el mejor de los casos, hubiese pasado a la historia como una obra inédita. Que las computadoras fallen es un hecho ineludible, tanto que la industria computacional ha mantenido una sólida posición en el mercado gracias a las constantes fallas del equipo y gracias al declarado complot de los desarrolladores de software, quienes insisten en escribir código basura para usuarios basura. Pocas gentes se maravillan, por ejemplo, con el Pac-Man, es cual es considerado como un juegucho de tercera categoría. Pocas gentes saben, sin embargo, que su creación tomó un mundanal de semanas y que los algoritmos utilizados son verdaderas joyas de la cibernética que pocas invenciones humanas han podido igualar siquiera. Tal es la historia en lo que toca a un simple juego. Luego entonces, podrá el lector imaginarse las intrincadas complicaciones y dificultades que involucra el escribir un programa general que después habrá de distribuirse comercialmente. En el peor de los casos, en una sesión típica de Pac-Man podemos perder una fresa o una manzanita, en la vida real se han perdido vidas humanas porque el software no funcionó como se esperaba. En otras palabras, el hardware y el software son una mezcla altamente explosiva y por ende peligrosa. Insisto, sin embargo, que todo no es más que un sucio truco comercial producto de un capitalismo desmedido que nos impele a adquirir artículos que sabemos de antemano son una soberana porquería. La batería que nunca se descarga y el neumático que jamás se pincha son invenciones de antaño cuyas patentes fueron estratégicamente congeladas gracias a la influencia de poderosos intereses, entre otros, el mismo señor gordo que tuvo la brillante idea de instalar maquinitas en las gasolineras para vender aire a presión y que convirtió a las llantas ponchables en un verdadero éxito y que convirtió al señor gordo, en un tipo más gordo aún. Tales aseveraciones, que con toda su ligereza y poesía parecieran no contener trasfondo alguno, adquieren una profundidad casi mística el día que se nos poncha una llanta a medio aguacero allá por lor rumbos de alguna ciudad perdida.