De mis favoritos de navidad siempre fue armar el nacimiento y el arbolito. Hasta la parte de sacar las cajas (de olla arrocera oster, ahora no me acuerdo si sigue siendo la misma). Mi arbolito me parecía fascinante: a diferencia de los arbolitos de mis amigas que solían ser bicolores (verde – rojo, verde – dorado, verde – plateado, verde – fucsia, etc.), el mío era multicolor.
Desde que soy chiquita chiquitita como figurita de nacimiento, mi madre viaja. Viaja dentro del Perú y a países como Guatemala, El Salvador, México, y otros de Centro América y Sudamérica, de los que ha venido trayendo adornos “típicos”: hemos tenido quetzales navideños, unas cerámicas de México que duraron ufffff (y poco a poco se empezaron a romper), muñequitas de Bolivia, bolitas de Guatemala, angelitos vestidos en lana y el resultado es un arbolito embajador de las naciones unidas. Un éxito.
Nuestro primer arbolito (o al menos, mi primer arbolito) lo recuerdo con una pata rota. No lograba pararse nunca y parte del armado de navidad era la recolección de piedras para la maceta que sostendrían el árbol. Era como sembrarlo! Cuando iba a Hogar (asu…) a comprar, siempre le decía a mi madre para comprar el aroma a pino para que mi arbolito fuera ya no ya. Siempre me choteaban.
Armar el nacimiento era otra historia. Lo más divertido era leer la parte de comics de la parte C del Comercio con la que envolvíamos las figuras para que no se rompan. De ahí mi amor por Mafalda. Luego colocar a los Reyes Magos en un lugar estratégico para que no dejen de ser vistos, pero mostrando que aún no llegan al nacimiento porque todavía no ven la estrella que les señalará el camino, y buscar la mejor servilleta para cubrir al niño Jesús.
Y con el jardín de mentira, el papel verde con motas de pintura que vendían en el mercado y las guirnaldas doradas que dibujaban mi estrella, dábamos el armado por concluido.
Y sobre el desarmado… no hay mucho que decir. Es como después de haber tenido un desayuno dominguero genial, mi mamá termine diciendo: hoy, como no hay empleada, lavan las hijas.
Genial.