Se despertó de un largo sueño y ensordeció con el aullido (sí, aullido) de su estómago. Se acercó a la refri, abrió la puerta, y empezó a freír unos huevos para desayunar.
Y así empezó, como empiezas tú y como empiezo yo un día normal. A falta de sabor, le añadió una poca de sal, otra más. Otra. Agregó pimienta, más sal. Agregó salsa de tomate, mostaza. Le añadió tocinos, la carne del día anterior, le agregó otro pan. Con la sed, tomó un vaso de agua, luego un vaso de leche, luego un vaso de jugo, luego una manzana, dos, todas. El placer de llenar su estómago era tal, que nivel por nivel fue arrasando lo que tenía en la refri, en la alacena, en la canasta de verduras. Con el último bocado de su tenedor, sin pensarlo, lo mordió. Sin pensarlo también, se lo comió.
Nunca le había sabido tan bien un tenedor.
Y probó con el resto, con los cuchillos, las cucharas y cucharitas. Probó sus platos (literalmente, su plato) y terminó con toda la vajilla. Se puso una silla en la boca y acabó con el comedor, la sala, el cuarto y los electrodomésticos.
Amó el control remoto, habrá sido que cada botón tenía un sabor distinto, de acuerdo a su color?
Y así con los cuadros, los libros, los adornos y luces de la casa. Así con todo hasta que se vio saciado.
Claro. En ese momento recordó las palabras de su abuelita cuando decía: "siempre hay un espacio para el postre"y frente a una casa vacía y por su incapacidad de pasar por la puerta, murió de pena pues ya no tuvo nada que comer.
***FIN***
Tu voto puede ser su postre. No dejes que muera, vota aquí.