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martes, 13 de marzo de 2012

Denunciar a tu padre, ¿es posible educar en estos tiempos?

Hace unos días una niña de 16 años denuncio a su propio padre por haberla castigado encerrándola para que no saliera de casa. Pero resulta que el angelito escapo y fue directamente a la Guardia Civil para poner una denuncia.

Tras estar arrestado el padre quedo en libertad.

La niña fue llevada a un centro de acogida de menores, supongo que para no estar con el desalmado de su padre que la había castigado, ¡menudo hombre! ¿Cómo se atreve a dejarla encerrada sin salir? Total todo porque la niña hacia lo que le daba la gana, llegaba a casa cuando quería, había faltado numerosos días al colegio sin que el lo supiera,….pero no son suficientes motivos y el padre fue arrestado y apartado de la niña.

Pues ahora resulta que la niña ha sido castigada en el centro de acogida por incumplir las normas y llegar tarde. Pues va y se ha escapado. ¡Esto me suena! Quizás ahora cierren el centro o se denuncie a la fiscalía del menor , incluso al director del centro por haber castigado a una niña ejemplar.

¿Qué pasa con la ley del menor? ¿Protege al menor o le quita todo el poder de educación a los padres? ¿Quizás se precise un fiscal para educar a cada niño?

Lo cierto es que no entiendo nada, absolutamente nada. Gran verdad la que contaba el juez de menores Emilio Calatayud en una charla que publique en un post (“Los menores antes y ahora”) .

Eh! Si alguien comprende algo,pues...que me lo explique,por favor.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Cómo hacer un uso apropiado del Sistema Sanitario Público. La visión de un pediatra de Atención Primaria

Este artículo esta publicado en la Revista electrónica de información para padres de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), leerlo no tiene desperdicio:

"Vamos a incidir brevemente en este texto en el uso adecuado del sistema sanitario y en la recuperación del papel activo de la familia en los cuidados de la salud de sus hijos, un aspecto que nos preocupa como pediatras de cabecera y que creemos que merece una reflexión por parte de todos los ámbitos implicados: familias, profesionales sanitarios y administración sanitaria.


Para encuadrar el tema, sólo unas pinceladas sobre el entorno en el que vivimos. Un mundo con prisas y consumista, basado en la consecución del perfecto bienestar y en alcanzar con prontitud bienes materiales relacionados con el consumo, el ocio, etc., y donde la salud pasa a ser un bien de consumo más. En este modelo no encajan la paciencia, el sacrificio, el esfuerzo, la constancia, resultando difícil resolver situaciones cotidianas, aunque se trate de problemas menores y transitorios.

Sabemos que ser padres no es una tarea fácil. La crianza nos sitúa ante nuevas responsabilidades, supone retos y dificultades, y nos proporciona también importantes logros y satisfacciones. Cuando la rutina se ve alterada por la irrupción de la enfermedad, el ritmo de vida cotidiano se resiente de forma importante y poco deseable, y se buscan soluciones rápidas.

Desde los servicios sanitarios observamos con preocupación cómo se acude a nosotros por problemas de poca trascendencia, incluso de forma repetida, a pesar de que una y otra vez reiteramos las mismas pautas de actuación y transmitimos información sobre la evolución esperada de los síntomas en enfermedades frecuentes.

En muchas ocasiones los padres tienen unas expectativas irreales sobre el curso de la enfermedad. Creen que acudir con prontitud a los servicios sanitarios, o que el inicio de un tratamiento específico podrá cambiar el curso de la enfermedad, acortándola, o incluso frenándola en seco, ignorando que la mayoría de los síntomas que tanto les asustan son mecanismos naturales del organismo, esperados, que hay que respetar y dejar actuar. La fiebre, por ejemplo, es una respuesta para combatir la infección. La administración de antitérmicos ayuda a mejorar los síntomas de malestar y a rebajar la temperatura en mayor o menor medida, no combaten la enfermedad, que seguirá su curso de varios días en la mayoría de las veces. Por eso los antitérmicos sólo deben usarse cuando sea necesario (fiebre elevada, malestar importante, etc.)

Lo mismo podemos decir de otros problemas frecuentes como la tos, los vómitos o la diarrea, que generan gran ansiedad entre los familiares y cuidadores, o considerar como enfermedad estados propios de la infancia o la adolescencia. Parece como si los padres y madres, en algunos casos, no se encontraran capacitados y seguros para cuidar de su prole y necesitaran que un profesional médico certifique cada una de las actuaciones y de los cuidados que ellos llevarían a cabo ante situaciones que ya han vivido o para las que se les ha instruido con anterioridad.

Otro tanto ocurre con el manejo de problemas de índole psicosocial, del comportamiento o de respuesta a situaciones estresantes o conflictivas en el seno de la familia o de su entorno, etc. A veces, el consejo que se nos pide se convierte en exigencia para que se realice una valoración por equipos de salud mental que les asesore en pautas de actuación ante situaciones cotidianas, como si todo tuviera solución en el ámbito médico, en detrimento de escuchar lo que dice el sentido común.

El mal uso y la dependencia de los servicios sanitarios originan múltiples visitas a los servicios de salud que, consecuentemente, se encuentran cada vez más saturados, creando frustración en las familias por el tiempo de espera, a veces largo, en la consulta de pediatría o en los servicios de urgencias. Puntualmente y de forma injustificada este es el detonante de comportamientos violentos intolerables contra los profesionales sanitarios.

Por otro lado, los profesionales sienten frustración por disponer de escaso tiempo para abordar problemas de mayor relevancia, que, bajo estas circunstancias de masificación, no se pueden atender convenientemente.

Hacemos un llamamiento a la sociedad para que se conciencie de que es en el seno de la familia donde se debe prestar la mayoría de los cuidados de salud y, a iniciativa de los padres, recuperar un papel activo en el manejo de los problemas de salud de sus hijos.

Animamos a las familias a cambiar de actitud, a confiar en los cuidados que prestan, que la mayoría de las veces se resume en conocimientos básicos, sentido común y mucho, mucho cariño para acompañar la enfermedad.

Los hijos aprenderán así que sus padres son competentes en sus cuidados, y serán más independientes, aprendiendo a afrontar los problemas de salud de forma más natural, sosegada y segura. Sabrán qué pueden hacer ante una caída leve, cómo curar una herida, la dieta adecuada ante los vómitos, la diarrea, cómo actuar ante la fiebre. Y también aprenderán que se presentan otros problemas menores para los que disponemos de pocas armas y que hay que superar estoicamente, como los catarros, en los que no faltan síntomas tan molestos como las secreciones en las vías respiratorias y la tos.

Animamos también a las autoridades a difundir campañas que fomenten la educación de la población en el buen uso de los servicios sanitarios, en la adquisición de hábitos y estilos de vida saludables y, cómo no, en reforzar la confianza en los cuidados que se prestan a sí mismos.

El respeto por los profesionales sanitarios es la base para tener una convivencia satisfactoria que permita una atención sanitaria adecuada, en una profesión que tiene tanto de vocacional, y cuya piedra angular es el acto médico en una relación armoniosa médico-paciente/familia.

Es responsabilidad de todos conseguirlo, colaborando así con la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario. Cuidémoslo, cuidémonos."

miércoles, 1 de febrero de 2012

Los menores antes y ahora.

Emilio Calatayud Pérez es un campechano Juez de Menores de Granada. Con un verbo demoledor, este padre de familia da una lección magistral sobre lo que implica tener hijos y los cambios ante la Ley de antes y después de la Constitución española.

Aunque es un poco larga la charla,creerme que merece la pena verla entera.


Si todos los jueces tuvieran las ideas tan claras como el señor Calatayud otro gallo nos cantaría.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Padre por accidente ( de 150 niños)

Y cada uno de una madre diferente. Podría tratarse de un semental o también de un casanova, pues eso de 150 hijos con otras tantas mujeres parece todo un éxito. Pero no es así, no ha tenido que tener relación con ninguna de ellas para dejarlas embarazadas, las ha tenido el "solito".

Es un estadounidense donador de esperma y gracias a que una de las mujeres fecundadas "in vitro" ha ido averiguando, resulta que su hijo tiene 149 hermanastros. Y no solo eso, sino que se ha puesto en contacto con muchos de ellos y hasta son parecidos, obvio si son del mismo padre.

En EEUU no esta legislado la cantidad de mujeres que pueden ser fecundadas con el esperma de un donante y así pasa lo que pasa. Pudiera ser que en el futuro se produjera incesto, pues no debe ser difícil entre tantos hermanos que dos de ellos resulten conocerse y tengan una relación. A partir de ahora cuando conozcan a alguien del sexo opuesto deberán preguntar primero: ¿quién es tu padre?, para evitar malos entendidos y otras cosas.

En España afortunadamente esta legislado (aunque parezca raro) y con el semen de un donante no pueden hacerse más de 6 gestaciones. Pueden respirar tranquilos los donantes de semen españoles pues no le saldrán hijos a diestro y siniestro.

Esperemos que en EEUU se legisle de una vez esta practica para evitar que puedan ocurrir cosas como esta, pues con tantos hermanastros es raro que yendo por la calle no veas alguien parecido a ti. Y es que como se dice en mi tierra: "Qui no se pareix a son pare es un porc", es decir, el que no se parece a su padre es un cerdo.

miércoles, 7 de julio de 2010

Ahogamientos en piscinas privadas,¿quien es responsable?

Las piscinas son la lacra del verano. Todos los años mueren muchos menores ahogados en ellas. Generalmente en piscinas particulares, aunque también se da algún caso en las públicas. ¿A que son debidos estos ahogamientos? ¿Descuidos de los padres? ¿Falta de medidas de seguridad?

Lo primero a tener en cuenta es que las piscinas particulares, como es obvio, no disponen de ningún socorrista ni persona con conocimientos sobre reanimación que pueda actuar en estos casos.

A partir de ahí…todo falla. En primer lugar, desde mi punto de vista y no es por culpabilizar, ya que nadie esta libre de pecado y más con niños que son imprevisibles, son los padres o cuidadores los principales y únicos responsables.

Esta claro que los niños se pueden despistar en medio segundo y…zas caer al agua, pero esta no es la cuestión. Esto es el desenlace fatal, pero ¿se han tomado precauciones y medidas para evitarlo? Creo que en estos casos no.

Cualquier piscina particular debería de estar delimitada del resto de la vivienda por una valla y con puerta cerrada con llave, no accesible a los menores, de modo que aunque se escapen por un descuido no pudieran entrar y caer.

Por otra parte, en caso de que sea dificultoso el vallado de la misma, se deberá tener la puerta de la vivienda cerrada con llave para evitar que los menores se escapen o colocar puertas de esas protege escaleras de seguridad para que los niños no puedan bajar y acceder a la piscina.

Además considero que a partir que el niño comienza a ser independiente, es decir a andar, debería aprender a nadar y eso también es obligación de los padres.

Si consideras que soy injusto y que cargo demasiado sobre los padres, dado que es difícil tener el control absoluto de su hijo las 24 horas del día con este ejemplo lo entenderás. Supon que ese padre lleva a su hijo a una piscina pública porque va a un colegio de verano, para hacer un cursillo, o en un campamento, etc. y el menor fallece ahogado en la piscina. ¿Quién seria responsable? Pues evidentemente las personas que estén al cargo de los niños en esos momentos. No creo que a los padres les valiesen las excusas de que son muchos niños, que fue un descuido, que el niño es muy travieso,…sino que querrían responsabilidades. Pues si la piscina es tuya y esta en tu casa, tú eres responsable, más claro el agua.

Con esto pretendo concienciar a todos los padres en que no se deben descuidar los niños ni medio segundo, hay que pensar que también te puede pasar a ti y no que esto siempre le ocurre a los demás.

jueves, 18 de marzo de 2010

Ser padre en las redes sociales (por A.Sanjuán)

Me ha llamado la atención este post del periodista Antonio Sanjuán en su blog El Mundo según Sanjuán y por eso lo he querido poner integro:

"Soy padre. Supongo que eso me resta tanta objetividad como no serlo a la hora de opinar sobre la educación de los hijos. Siempre me ha llamado la atención la capacidad de algunos profesores de separar sus papeles de padre y maestro. Más aún en los pedagogos. Y mucho más cuando hablan los expertos en comunicación, sobre todo desde una perspectiva ética, deontológica e incluso legal. Hablando de Internet se mezcla todo con los derechos fundamentales garantizados por la Constitución (en este caso me refiero a la española) y hasta los derechos humanos. Además, naturalmente, los derechos de la infancia, su protección, etc etc etc.

La cuestión ahora, como hace quince años con toda la Red en general, es cómo proteger a los hijos de los "peligros" de las redes sociales sin invadir su derecho a la intimidad. Y opinan los expertos, y los padres, hasta -imagino- los padres expertos.

¿Lee usted el diario de sus hijos?, ¿le escucha sus conversaciones telefónicas?, entonces, dicen, ¿por qué le espía en las redes sociales?, ¿cree que tiene derecho a entrar en su Tuenti, o a darse de alta con una identidad confusa para participar o asistir callado a la conversación?, ¿cree que puede exigirle sus contraseñas?, ¿tiene derecho a repasar su historial de navegación? Todo un debate.

Pero curiosamente a la discusión siempre se le sustrae un hecho fundamental: las redes sociales no son espacios privados sino públicos, por definición práctica y, sobre todo, técnica. Subir información a Internet es publicar y esto implica una serie de matices ajenos a las comunicaciones privadas, esas cuyo secreto garantiza el artículo 18 de la Constitución (en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas), que se podrían asimilar al correo electrónico. Publicar entra de lleno en el artículo 20, donde precisamente se ponen los límites de la protección a la juventud y a infancia.

Cuando alguien publica también asume responsabilidades, civiles y penales. Como padres no sólo puede preocuparnos qué leen nuestros hijos, sino también qué "publican". Y eso es algo que suelen olvidar los que se manejan en estos procelosos mares, donde se publica con una alegría inconsciente, ni siquiera necesariamente malintencionada. Pero un buen día alguien se puede sentir molesto, alguien con conocimiento o poder suficiente como para hacer valer sus derechos y entonces, entre la Constitución y la Ley de Protección Civil del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia Imagen pues va y te la arma.

Todo eso sin entrar en los "peligros obvios" de las Redes, desde la pederastia hasta las convocatorias de suicidios colectivos. No hace falta ponerse trágicos ni alarmistas. A finales de los noventa de Internet se decían los mismos argumentos que ahora se utilizan para asustar con Facebook. No es eso. Sino algo mucho más cotidiano: la publicación de la vida privada.

Así que como padre voy a preocuparme todo lo que pueda, y desde luego voy a poder bastante, de las comunicaciones públicas de mis hijos. En realidad deberían hacerlo también los fans de las webs dinámicas, los foros abiertos, los comentarios en blog sin moderar, los que juegan a hacer periódicos online... ojo que nunca pasa nada hasta que pasa. Y después la culpa es de los otros. Sé que hay sentencias en todos los sentidos, condenatorias y absolutorias. Los jueces están casi tan despistados como los legisladores. Casi tanto como los padres."

lunes, 12 de octubre de 2009

VENIR AL MUNDO

Eran las 8 de la tarde, sonó el teléfono. Las contracciones eran ya cada diez minutos y se iba sin pausa al hospital. Cene rápidamente y salí camino del mismo.

Eran las diez y llegue al hospital. No llegue a verla. Había pasado a la sala de dilatación. Nos informaron que estaba con cuatro centímetros y que teníamos para un rato. Dejaron pasar al padre.

Esperamos con impaciencia. Cada vez éramos más familiares en la sala de espera.

A las doce nos informan de nuevo. Ya estaba con seis centímetros de dilatación. Iba a nacer en la festividad de la Comunidad Valenciana.

Los más pequeños se duermen en las sillas mientras esperan el nacimiento de su prima. Ya éramos trece a la espera. Parecíamos de etnia gitana por lo numeroso de los familiares, pero en mi familia somos así. ¡Sempre units! (siempre unidos).

Recuerdo el último parto, otra de mis cuñadas. También toda la familia en la sala de espera. Hacía ya cinco años y ahora de nuevo en la misma situación.

Esta vez era más duro. Pasaba de la media noche y seguíamos esperando. Nadie se mueve. Un agua, un café, una cabezadita, pero sin movernos.

Mujeres gestantes entraban y salían en camas con sus bebes, mientras nosotros seguíamos esperando.

A las dos de la mañana informan de nuevo. Dilatación completa, sólo falta que se encaje el bebe. Parece inminente el parto. Estamos muy cansados e ilusionados.

Las horas se hacen largas, muy largas, interminables. Son las cuatro. No avanza el parto. Quizás se necesite instrumentalizar, es decir, usar ventosa.

Pasan de las cuatro y media y sale el padre. Decepción. No ha nacido. El bebe no quiere bajar y hay que hacer una cesárea. El padre no puede contener las lágrimas de la tensión y el cansancio acumulado. Son muchas horas.

Nadie se mueve. En la sala de espera seguimos los trece y el padre. Los más pequeños se despiertan, preguntan que pasa. Entra el anestesista, los pediatras. Ya falta poco.

A las cinco y doce aparece la matrona con la niña al brazo. La miramos emocionados. Es guapa. Esta bien, muy bien. Al rato la suben a una habitación con el padre. La parturienta esta todavía en quirófano.

Casi a las seis sale la madre hacia la habitación. Esta bien, pero cansada. Han sido más de diez horas.

¡Que bonito! Parece mentira lo emocionante y hermoso que puede ser esperar el nacimiento de un nuevo ser. Un ser pequeño, inocente e indefenso que cambiará para siempre la vida de sus padres.

jueves, 7 de mayo de 2009

LA MALA EDUCACIÓN

No me refiero a la película española dirigida por Pedro Almodóvar, sino a lo que el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define como: “descortés, irrespetuoso, incivil”.

Os cuento, hace unos días me encontraba en la consulta del dentista con mi hija y hubo un hecho que me llamo profundamente la atención.

Era la primera vez que acudía a la consulta. La sala de espera era enorme, las terrazas de dos pisos juntas, por supuesto cubiertas, y un enorme salón. En el salón habían revistas para que los padres se distraigan mientras esperan y un gran televisión que poca gente miraba. La terraza, más apropiada para los peques, tenía todo tipo de juguetes, incluso una pequeña casita, además de mesas y sillas apropiadas para ellos.

Como no quedaba sitio en el salón, salimos a la terraza a rellenar un cuestionario que nos dieron, mientras esperábamos. Aunque había bastantes madres con sus hijos, había sitio para sentarse. Mientras esperábamos dos chicos de entre ocho y diez años de edad estaban jugando al fútbol con unos bonitos cojines de esos con forma de algo y llamativos colores, sin que ninguno de los familiares que les acompañaba dijera nada. Golpeaban con violencia los cojines con los pies, e incluso intentaban acertar a meterlos por la ventana de la casita de juguete.

Yo me preguntaba si en su casa harían lo mismo, lo más seguro que no. No creo que sus padres se lo permitieran, pero “aquí” en una consulta médica da igual, pueden destrozarlo todo que como no lo pagan poco les importa. Incluso mi hija, de once años, quedo sorprendida por tal comportamiento y nos lo hizo saber.

La sorpresa fue en aumento cuando al salir la enfermera a llamar a el niño en cuestión para entrar a la consulta, al levantarse de la silla un familiar (la madre supongo), dijo en voz alta: “te estoy diciendo que eso no es para jugar”, cuando había permanecido durante más de treinta minutos que el niño lo hacia ignorándolo.

Este hecho reafirmo la presuposición que tenia, el niño no tiene culpa de nada, solo quiere divertirse y si le dejan lo hace sin cumplir normas. Creo que en estos casos la mala educación es de los padres que viendo como sus hijos “campan” a sus anchas, haciendo lo que les viene en gana y pudiendo molestar a otras personas, se lo consienten, simplemente porque como no es su casa, les da igual.

La educación de nuestros hijos es fundamental para una buena convivencia en la sociedad y si los padres no son capaces de dársela o diferencian el comportamiento según donde estén pues, ¡apaga y vámonos!
 
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