El lema “resistir es vencer” se le ha atribuido a más de un personaje. Es una frase especialmente afortunada en estos tiempos de vacas flacas y muy pertinente en el mundo de la educación. Hay una ética de la resistencia que resulta imprescindible cuando todo se ha puesto en contra y a nadie parece importarle. Frente al desmantelamiento físico y moral de la escuela que se está produciendo por obra y gracia de esta jodida política ultraliberal hay que crear espacios de resistencia, por pequeños que sean. No queda otra. Y ¿eso en qué consiste? Todo gesto que contribuya a mantener el espíritu de ilusión y creación, pero también de denuncia y activismo, es una contribución a la resistencia, a mantener vivo el espíritu de la escuela auténtica. Lo contrario sería incurrir en el puro y duro entreguismo y en la resignación más estéril.
Un gesto de resistencia es también la reciente celebración, contra viento y marea, de la V edición de las Jornadas Maestropasión (promovidas por RECREAS – Rincón para el estudio de la creatividad social). Este pequeño conciliábulo de docentes irredentos se regaló a sí mismo otra sesión de spa profesional. Los que nos dedicamos a la docencia (y casi a cualquier otro colectivo) apenas tenemos ni espacio ni tiempo para hablar de lo que hacemos, de nuestros medios, fines y neuras. Y no es una cosa baladí: decía el viejo Marx que ésta es una de las formas de la alienación y por tanto de deshumanización que se cobra luego un alto precio (así nos va). No es de extrañar, por tanto, que cuando se reúnen algunos viejos y no tan viejos maestros la cosa alcanza un cierto voltaje. Además, si este encuentro está vertebrado por personas como Antonio Rodríguez, profesor de la ULL, José María Toro, maestro de maestros y, en esta ocasión, el joven poeta y antropólogo Miguel Angel Arenas, el resultado termina siendo espectacular. Las Jornadas Maestropasión están concebidas como una forma de insuflar energías para proseguir en esta dura tarea de la resistencia física y anímica. Entre los miembros de esta suerte de secta se elige a algún compañero que encarne los valores colectivos de quienes asisten regularmente. En esta ocasión el reconocimiento Maestrapasión 2011 ha recaído en Victoria Soto, una docente entregada a su profesión y perfecta representante de los innumerables docentes que pueblas las aulas y que realizan una labor callada e insustituible.
Un gesto de resistencia es también la reciente celebración, contra viento y marea, de la V edición de las Jornadas Maestropasión (promovidas por RECREAS – Rincón para el estudio de la creatividad social). Este pequeño conciliábulo de docentes irredentos se regaló a sí mismo otra sesión de spa profesional. Los que nos dedicamos a la docencia (y casi a cualquier otro colectivo) apenas tenemos ni espacio ni tiempo para hablar de lo que hacemos, de nuestros medios, fines y neuras. Y no es una cosa baladí: decía el viejo Marx que ésta es una de las formas de la alienación y por tanto de deshumanización que se cobra luego un alto precio (así nos va). No es de extrañar, por tanto, que cuando se reúnen algunos viejos y no tan viejos maestros la cosa alcanza un cierto voltaje. Además, si este encuentro está vertebrado por personas como Antonio Rodríguez, profesor de la ULL, José María Toro, maestro de maestros y, en esta ocasión, el joven poeta y antropólogo Miguel Angel Arenas, el resultado termina siendo espectacular. Las Jornadas Maestropasión están concebidas como una forma de insuflar energías para proseguir en esta dura tarea de la resistencia física y anímica. Entre los miembros de esta suerte de secta se elige a algún compañero que encarne los valores colectivos de quienes asisten regularmente. En esta ocasión el reconocimiento Maestrapasión 2011 ha recaído en Victoria Soto, una docente entregada a su profesión y perfecta representante de los innumerables docentes que pueblas las aulas y que realizan una labor callada e insustituible.