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lunes, 6 de abril de 2009

En el Gym

Soy de metabolismo ralentizado, vamos, de esas que para levantar un pie tienen que pedir permiso al otro. Gato decía de mí un día que soy tranquila, eso es que me mira con buenos ojos, pero la realidad es que voy unos microsegundos por detrás del resto de la humanidad...básicamente porque soy vaga.
Para consolarme, he elaborado una teoría de porqué odio realizar cualquier tipo de esfuerzo físico innecesario. De pequeña era la típica niña lista, o los demás creían que lo era, y por ello no hacían más que fomentar todo lo que conllevara actividad intelectual...y éso, unido a unas inyecciones chungas que me daban porque me aburría soberanamente comer, consiguieron convertirme en una albóndiga con patas.
Eso sí, cero traumas, porque me busqué una amiga más albóndiga que yo...
Pescadilla que se muerde la cola...siendo una albondiguilla te cuesta aún más correr. Solución: No corres. Tu amiga tampoco corre, por lo que os animáis mutuamente a no realizar ningún movimiento que no sea vitalmente indispensable. Y así con todo.

Hace tres años, decido ponerme en forma. Me compro una elíptica y me subo encima. No está del todo mal. La pongo delante del pc, con una peli, y como soy bastante cinéfila, me olvido de que estoy ejercitándome. Un año y 15 kilos menos, subo las escaleras cual gacela. Me animo.
Inexplicablemente un día me intereso por la danza oriental. Empiezo a leer sobre los beneficios y me voy interesando. Decido probar, será la primera vez que hago "ejercicio" en grupo. A ver que tal.
De esto hace dos años. Me doy cuenta de que mi profesora está como un cencerro, pero es muy buena dando clase, y que no tengo absolutamente nada en común con mis compañeras, pero eso también me trae sin cuidado. La gota que colma el vaso, el último espectáculo: Tres putos meses preparando el espectáculo de los cojones (lo siento...), vamos a ver, que a mi edad ya no me voy a dedicar a esto, que vengo para pasar el rato y que encima no cobro, si no que pago...pues nada, espectáculo hasta en la sopa (ya habíamos hecho otros, pero este sobrepasó mis límites pacientiles, que son muy amplios) hasta el punto de llevarme tortazos en las manos cuando no colocaba los malditos dedos con gracia. Que le vamos a hacer, soy sosa de nacimiento, así que deja mis dedos como estaban.

El día que la Perli, cual estrella de cine, daba el sí quiero, yo andaba en el puto espectáculo. Qué hago aquí??? pero qué necesidad tengo de aguantar a estas locas??? me quiero ir!!!! joder, ya se me ha enganchado la pulsera en el velo, la madre que me parió.

Decido no volver a clase, al menos de momento.

Pero claro, mi culo no para de crecer. Total, que decido apuntarme a un gimnasio con una excompañera de trabajo más vaga que yo aún. Ahí que nos vamos las dos, Coliflor y yo. Somos las Pacas Martínez Soria del gimnasio.

Viene un payo pony harto de rayos uva a hacernos de monitor. Lo llamaremos PapiChulo.
- PapiChulo: Hola chicas, soy PapiChulo y voy a ser vuestro monitor jejeje. Decidme lindas, que queréis en concreto?
- Sberrow: Yo básicamente subir unas escaleras y no ahogarme. De la operación bikini paso ocho cuartos, yo lo que quiero es sentirme bien y en forma
- Coli: Yo igual
- PapiChulo (el cual nos mira espantado preguntándose que de donde ha salido el dúo sacapuntas): Bien, vamos a ver que podemos hacer con vosotras. Bueno, lo primero que os voy a decir es que al gimnasio no se viene así, mira tu agua (señalando mi botellita de 0.50l), mínimo litro y medio linda.
- Sberrow: Vamos a ver (a Sberrow le empieza a palpitar la vena del cuello, será capullo! ni siquiera me mira a los ojos, si no varios centímetros por encima) yo durante el día me harto de beber agua, por lo que, cuando llega esta hora estoy haaarta de beber agua...además, deberías saber que cuando una persona está suficientemente hidratada no es necesario que beba durante el ejercicio, puede hacerlo después.
- PapiChulo: Seguidme (nos explica el funcionamiento de cuatro cacharros y se larga echando leches...)

Al día siguiente volvemos Coli y yo. PapiChulo nos mira atónito, debía pensarse que no íbamos a volver. Ja! ha herido mi ego mirándome tan despectivamente, me va a tener allí como un clavo todos los putos días. A ver quien se cansa antes.

Lo miro por encima de su cresta-imitación-barata-de-beckham mientras me hidrato con mi botella de litro y medio.
- PapiChulo: Muy bien, veo que hoy vienes más preparada. Respecto a ti (y mira a Coli, la cual llevaba tres dedos de agua en la botella del día anterior) veo que vas a utilizar la misma botella para toda la semana...
- Coli: Sí, estamos en crisis.

PapiChulo desaparece, y nos deja solas ante el peligro. Aún no entendemos bien esos cacharros, pero pasa de nuestro culo, de hecho, no nos ha vuelto a dirigir la palabra.
Haciendo amigos somos únicas.

Hoy hemos vuelto, a una clase dirigida, pero antes nos hemos pasado por la sala de máquinas a hacer un poco de cardio, más que nada para que nos viera PapiChulo. Que no se piense que nos vamos a rendir tan fácilmente.

viernes, 7 de noviembre de 2008

El angel exterminador... pero al revés... o algo así...

Aparte del glamour que destilamos Gato y yo hay otra cosa en común: somos propensas a las situaciones ridículas. En mi nueva casa ya me conocen todos los vecinos:

Nueve de la mañana.
Bebé duerme. Me levanto con mis ojeras, pelos recogidos con mil horquillas, restos de pintura bajo los ojos y un camisón relavado y fino como el papel que tiene diez años. Aprovecho el fresquito para recoger los hierbajos del jardin.

Nueve y media.
La perra no deja de dar por saco intentando entrar en casa y al entornar la puerta se cierra del todo. ¡¡Mierda!! Con estas pintas, sin móvil, sin llaves y en la calle.

Diez menos cuarto.
Consigo abrir la cancela de fuera de la casa con una horquilla y salgo a buscar, ASÍ, a algún vecino. Unos panchitos están arreglando el tejado de la casa de enfrente y les explico sonriendo lo que me ha pasado para que me presten el móvil un momento. Me miran raro. Preferiría que se rieran de mí a que me miren raro, tengo que estar horrible. Como mi compañera de piso no coge el teléfono escribo un mensaje y me vuelvo al jardín, a limpiar. Y bebé dormida.

Diez y media.
Ni rastro de mi compañera, pero sí de una vecina que tiene su casa a un nivel superior a la nuestra y baldea con detergente su terraza. Y con el palo de la escoba quita el tope para que caiga TODO a mi jardín. Me resulta muy ridículo intentar discutir con una vieja llevando estas pintas, y más cuando se hace la que "no está allí y nunca ha estado ni ha tocado el tope". Así que trepo por la pared con mi camisón mientras refunfuño sobre los muertos de alguien y pongo el tubo. Ahora, además de ridícula, estoy empapada con agua sucia.

Once de la mañana.
Mi pelo está opaco, mi pintura más corrida todavía, la niña sigue acostada y decido llamar y llamar a la casa hasta que se despierte. Cuatro timbrazos largos y se oye "Poc!". Fundido. Y yo olisqueando por la ventana por si olía a quemado, y gritándole a ver si me oía.

Once y cuarto.
Pregunto a los panchitos si saben algo de mi amiga: "Ah, sí, ella llamó, pero le dije que ya había entrado". Lamadrequelosparió. La llamo de nuevo y por fin viene su tía con una copia de la llave. Subo los escalones de tres en tres para ver qué le pasa a mi niña: NADA. Que ese día, casualmente ese día, tenía más ganas de dormir que en el resto del año.

Y nada, después de aquello ya me conocen todos los vecinos. Adiós a hacerme la interesante.