sobre todas las cosas ("oh, casualidad, no buscada aliada") podríamos decir sin temor a equivocarnos que
y compañía, encierra en sus metrajes de corta duración todo el conocimiento humano que se puede asimilar de una tacada. Su sabiduría es tal que incluso han conseguido que yo viera la luz, aunque fuera a costa de ver una y otra vez
" y "evolución". Tras un rato de zozobra, otro de desesperación de los que sostenían los carteles y una rápida consulta a un libro de ciencias naturales de 4º de
se mesara la barba, (todo grande pensamiento viene siempre dado por este gesto) y dirigiéndose a los listos de la época les hubiera espetado: "sactamente".
Dicho lo cual, en
Garajeland hemos perpetrado este pequeño texto sobre lo que consideramos importante de esta nueva forma de escuchar música sin sacarla de la funda primero.
Guías "Sr.Mcmazo". Hoy: el Spotify
1)
¿Qué diablos es el Spotify?
Dado que se utiliza en un ordenador, que hay que instalarlo y que necesitas un ratón o un teclado para usarlo sería sorprendente que no fuera un programa para eso, para el ordenador. Una aplicación que te permite tener acceso a un catálogo musical de canciones musicovocales de ayer y hoy (ahora es cuando si me sale bigote me convierto en José María Íñigo). ¿Qué más hay que saber? Pues que te permite escuchar música al momento (más o menos), que es gratis (otro más o menos) y que el logo es verde (esto sí que sí).
Para hacer uso de él, no hace falta levantar a pulso un paso de
Semana Santa, como pensaba
61&49, tan solo hay que descargarlo desde su página. Antes también era necesario que alguien te mandara una invitación, alguien que solía ser tu mejor amigo. Ya saben ustedes que los que te proporcionan las adicciones en este mundo suelen ser siempre los más allegados, ya saben aquello del ¿tú también,
Bruto?
2) Primeros pasos
De acuerdito, ya está instalada la cosa. ¿Y ahora? Pues lo que recomendaría el Doctor
Bartolomé Beltrán: probemos a buscar nuestra música favorita. Empecemos con algún grupo semidesconocido, de carrera irregular y que probablemente tuvieron un boom y luego ya pasaron a ser un
Jaime Bores cualquiera. Verbigracia, los
Beatles. Bueno, pues piénselo otra vez porque no hay ningún disco de los
Fab Four en la base de datos. Antes de arrojarse por la ventana después de cantar cumpleaños feliz, pueden intentarlo con otra medianía tipo
Led Zeppelin, de los que tampoco queda rastro alguno. A cambio hay tantos recopilatorios de
Elvis Presley que es difícil no encontrar la canción que se andaba buscando. Y esa es la clave, que hay que buscar. Lo bueno es que aquí también contaremos con la ayuda del "quizás quiso decir", amigo inseparable para aquellos que hicimos muchos cuadernillos
Rubio, pero nos faltaron las ediciones adaptadas al teclado.
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Así es como nos ven en Spotify, pero se equivocan, mis articulaciones no son tan flexibles |
Vale, entonces la clave es buscar (muchas veces te llevas sorpresas inesperadas, como encontrar a grupos poco conocidos y favoritos de este blog, como
The Scruffs) y cuando encontremos algo que nos satisfaga, lo arrastramos a nuestra lista. Al mismo tiempo, cuando siempre podremos probar la opción: 'artistas similares'. Una característica que comparte la eficacia de aquel mito griego que te permitía ver el
Plus con una antena hecha de papel de plata sujetada por tu hermano en ligero escorzo. En realidad, no es que no funcione, es que es todo demasiado autoreferencial (caramba, como este blog): eliges a los
Real Kids, pinchas sobre
The Dictators y cuál es el primer grupo que recomiendan... un carrusel que sólo satisfará a los amantes de las emociones fuertes tipo el tren de la bruja.
3) El concepto de lo aleatorio
Seamos sensatos, la aleatoriedad del Spotify es tan discutible como
la representación pictórica de la dignidad de Kirk Van Houten. Hagamos una prueba empírica: dejen puesto el programa en una sesión de 3 horas; se supone que la probabilidad de que se repita una canción estaría pareja a que por está puerta apareciera
Scarlett Johansson desnuda y con un maletín de billetes no consecutivos en las manos ( pausa del autor esperando el milagro), pues como si estuviéramos en una película de
Iñárritu, la casualidad parecer ser lo habitual y puede darse el caso de que un grupo suene dos veces y sólo hayas escuchado dos canciones. Si creen que exagero, deberían haber visto mi cara tras sufrir por duplicado el
Guantanamera de
José Feliciano en cuestión de 10 minutos. En el momento que eso ocurre comienzas a creer en todo: en el heliocentrismo, en la zona-press de
Aito y en que es solo un pinchazo y no va a doler nada. "Lo aleatorio y
Spotify", cuando quieran hacen una tesis, me tendrán en primera fila tomando notas.
4) La publicidad
Más de 500 años de perfeccionamiento de las técnicas de tortura empleadas por la
Inquisición Española (orgullo patrio, no me lo nieguen) han tomado forma, una muy perfeccionada, en el sistema publicitario del
Spotify.
Supongamos que te toca explicarle a alguien en qué consiste el
Spotify a una persona que nunca ha oído hablar de él, si les dices que el truco para escuchar música gratis es que: 'de vez en cuando se interrumpirá por cuñas publicitarias de 30 segundos', seguramente te contesten: 'no suena mal'. En ese momento, y no otro, es cuando los corazones se rompen y el
Necromicón empieza a sacar muertos de las tumbas. En teoría unos pequeños cortes de publicidad por tener gratis todas las canciones del universo conocido parecería un trato más que justo. Les diré dos cosas acerca de esto: en teoría funciona hasta el comunismo, como dijo
Homer y que pregunten sobre tratos a un tal
Fausto, se ve que él hizo uno que también pintaba bien.
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Él también pensó que lo de "ponerle el Spotify" significaba otra cosa |
Sí, la publicidad es un peñazo. Es el modelo de la empresa y, si no lo es, debería serlo porque acaba por obsesionarte tanto que eres capaz de pagar por la versión premium e incluso, si es necesario, de donar a varios familiares a la ciencia para eliminar los anuncios. Si este estímulo condicionado no se estudia en las facultades de psicología de todo el mundo es que estamos perdiendo definitivamente el juicio. ¿Y por qué creo que la publicidad del
Spotify podría unir al mundo frente a un enemigo común? Porque es malvada, pero con un nivel de maldad que deja a varios de nuestros más queridos dictadores de república bananera en malos de opereta. ¿No me creen? He aquí la tipología de los anuncios del
Spotify que pueden aparecer entre, pongamos, el
Mistic Eyes de
Them y el
Love & Happiness de
Al Green:
1) Uno propio del
Spotify: que suele venir acompañado de un señor locutor, probablemente con bigote, que te cuenta alguna característica de la aplicación. La cuña es perfectamente odiable desde el principio de la misma, porque todas ellas empiezan con un "hola" enunciado con un tonillo que se te queda inmediatamente pegado a tu cabeza y que comienzas a escuchar por todas partes. "Hola" en la frutería, "hola" en la cola del autobús, "Hola en cualquier sitio". Tras un par de días tu estado es parecido al de
Homer con la "MOUdista" y al que MOudruga,
Dios le ayuda.
2) El de los nombres cambiantes: en este apartado tienen cabida cualquier artista que tenga un politono entre los tres más descargados de
España. Lo divertido del caso es que el anuncio vuelve siempre que habrías logrado olvidarte de él y, lo que es mucho peor, que te lo conoces tan bien que notas si han cambiado algo. Yo he sido víctima de tal proceso, tras cerciorarme de que
Floraida (que no, no es una chica) cambió su nombre al mes de anunciarse en
Spotify por
Florida. En realidad, en ambos casos se referían al
maromo de la foto, aunque yo en principio me pregunté si no sería un homenaje a
Florinda Chico que nos dejó hace bien poco. En cualquier caso, conocerse al dedillo una publicidad y saber quién este señor ya es motivo suficiente para amargarnos el día. Si no me creen, prueben a poner su nombre en
Youtube y, si no perdieron el valor como el león cobarde de "
El Mago de Oz" , denle al play.
3) El de "
Melendis": el
Anibal Lecter de los anuncios del
Spotify. Que alguien te obligue a escuchar el nuevo single de nuestro querido artista (antes con rastas, ahora con flequillo alisado) es ya de por sí un gran acto de crueldad; que lo hagan 3 y 4 veces en el día sin avisar es para que abran diligencias en la
Haya. Si desconocen el significado y alcance de estas palabras: "Yo subo como la marea, yo bajo como la tensión" o no les han chirriado los dientes ante tanto verso libre pleno de talento: "mis sentimientos van en chándal, los tuyos visten de
Dior" les diría que no se preocupen más: su vida es plena y feliz. No sé si las ventas del disco de
Melendi subieron tras los anuncios en
Spotify, pero sé de buena tinta que mucha gente pasó de la total indiferencia a pensar en formar parte de la antigua y mística sociedad conocida como los
No-Melendi (con sus monos interpretando la batalla de
Gettysburg y todo). Incluso hay un caso documentado por la benemérita que habla sobre un hombre que responde a las iniciales T.V. y que tras escuchar por cuarta vez en el día, tuvo una reacción parecida a la de
Begbie en
Trainspotting
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Declaraciones de Melendi a Garajeland: "Yo siempre a tope con lo mío" |
Así que ya saben, aquí les dejamos esta guía que seguramente no les haya aclarado nada (la especialidad de la casa), pero que esperamos les sirva para comprender mejor a los que piensan en "
Spotify" como nombre de sus hijos y esos otros que lo ponen a la altura de una colección de cuadros de payasos tristes o como fuente de toda la depravación, protervia y malicia de nuestro universo. Desde
Garajeland recomendamos usarlo con mesura, siempre acompañado por un vinilo bajo el brazo y, preferiblemente, con una recortada y una motosierra a prudencial distancia. Antes de dar al play recuerden este mantra: "mi nombre es
Ash, electrodomésticos". Ha salvado vidas.
Vuestro amigo en el tiempo,
Tomás Verlein