Vaya por delante que no soy el más indicado para hablar de religión: abandoné toda esperanza el día de mi comunión tras recibir como regalo estrella de mi puesta de gala(imaginen a ese niño gordito vestido de capitán de barco, un poema épico y triste) un despertador con forma de legionario. Descorazonador, no me digan que no. Pero sí puedo atreverme a decir que encuentro una gran similitud entre las religiones mayoritarias y el mundo de los ye-yes que es de lo que hablamos en este blog. ¿Que qué tiene que ver el sermón de la montaña, la flor de loto o el Sabbath (Walter, esto va por ti) con la música? Pues a priori poco, pero andando por la cuerda floja podríamos decir que: tanto una como otra no funcionan sin gente, sin seguidores. Podrían haber existido los Beatles sin seguidores y ser igual de grandérrimos, pues probablemente; podría el cristianismo haber acabado siguiendo a una sandalia o a una calabaza (en el peor de los casos) pues seguramente sí o es que he visto demasiadas veces La Vida De Brian. ¿Existiría este blog sin los Beatles y La Vida De Brian? No me hagan hablar...
Como tengo serias dudas de las afirmaciones anteriores les diré lo que sí sé con firmeza: que la música necesita una parte de pasión y de un tipo de seguimiento que se sitúa en algún lugar equidistante entre una niña de 7 años que idolatra las Monster High y el tipo que intenta salvar los vinilos del naufragio en el peliculón que es Radio Encubierta. Bueno, en realidad así soy yo y, en buena medida, mi hermano 61&49, quien cree en el garaje y en que Krusty vendrá por encima de todo.
Pero en nuestra locura sabemos que no estamos solos, les tenemos a ustedes, seguidores, comentaristas, amigos, futuros demandantes en un juicio civil... y, por supuesto, tenemos muy documentado que existen personas mucho peores, gente que es capaz de apostar por alguien por el simple placer de escuchar su música o por convertirle en algo más. Algo así tuvo que ver Andrew 'Loog' Oldham, el tipo listo que convirtió a los Rolling Stones en esos chicos malos que no desearías que se casaran con tu hija. Además de su impronta como manager y forjador de la leyenda de Keith y compañía (y robarles la pasta en la autoría de las canciones), Oldham, fundó un sello, Immediate Records, que nació con la simple idea de parecerse en lo más posible al modelo de negocio que había creado Phil Spector, y que acabó contando en sus filas con gente como los Small Faces, Rod Stewart, John Mayall, The Strangeloves (a los que alguna vez les haremos un homenaje) o los primeros Fleetwood Mac. Entre esa nómina de músicos a Oldham se le ocurrió que uno de ellos podía crear la perfecta respuesta inglesa al Pet Sounds de los Beach Boys; el elegido para tal cometido no fue ningún empleado del sector 7G sino Billy Nicholls. El chaval tenía por delante una dura tarea: lo que viene siendo hacer algo mejor que 'God Only Knows', más
perfectamente ensamblado que 'Wouldn't be nice' y algo que te toque la fibra como hace que 'Caroline, No'. Una empresa casi a la altura que sacar a Apu de la
cárcel por sus recurrentes problemilas de exhibicionismo y que este niño prodigio solventó de manera holgada.
Fruto de ese encierro surgió
Would You Believe, primero como single y después como álbum completo. Claro que
Nicholls no estaba solo; les hago un resumen de algunos de los participantes en el disco:
Steve Marriot,
Ronnie Lane,
Ian McLagan y
Kenny Jones de los
Small Faces, como espina dorsal, junto a ellos algunos de los mejores músicos de sesión de la época:
Caleb Quaye al piano,
Joe Moretti y
Big Jim Sullivan (ojo a la biografía de este gran tipo) a las guitarras,
Jerry Sherley a la batería (futuro
Humble Pie), un tal
John Paul Jones al bajo y los arreglos orquestales, el omnipresente
Nicky Hopkins al
haspicordio (aquí el futuro nombre de mi hijo) y
Glyn Johns de ingeniero de sonido. Un conjunto de personas que han conseguido que me replantee por fin cambiar mi equipo de chapas de toda la vida: la
Holanda -
Países Bajos- de 1998, con
Dennis Bergkamp al frente; razón por la que siempre gastaba los cariocas naranjas a velocidad de vértigo.
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Hacer la tempura con agua helada. Es el consejo de Billy para cocineros aficionados |
Pero llegamos a la pregunta que habéis estado esperando: ¿se consiguió el objetivo?, pasar las melodías de bolsillo de los
Wilson por un filtro de té de las cinco (atentos, de un momento a otro se disparará la alerta de tópicos). Pues sí, pero no; desde luego tiene unas estupendas semejanzas con la magna obra nacida en 1966, pero quizás
Would You Believe se encuentre más cómodo entre otras referencias como
Saggitarius,
The Millenium,
Graham Gouldman... orfebres del pop que seguramente hoy sobrevivan como soldados de fortuna. En cualquier caso hablamos de un álbum que contiene alguna de las mejores canciones de pop de colorines que puedes encontrar en los años 60, una orgía de melodías y arreglos que comienza de manera magistral con la canción que da nombre al disco (y la única no compuesta por
Nicholls),
'Would You Believe' con un crescendo instrumental tremendo que hubiera tenido el mismo efecto en
Mona Simpson que las patillas de
Joe Namath y que cuenta con el estupendo contrapunto de
Steve Marriot en la voz.
'Come Again', el siguiente corte presenta un estilo completamente distinto, con
Nicholls disparando una tremenda melodía acompañado solo por una guitarra acústica, a la manera de
Ray Davies y vestido con camisa de
Saville Row.
'Life Is short', por el contrario ya da rienda suelta a las intenciones del álbum: base rítmica con influencia del
Soul, armonías de voces potentes y el sonido del teclado de juguete tan prototípico de estos años.
Este disco tiene poderes, se lo aseguro. Les puedo contar la historia de un chaval muy majete con el porte de
Dom Mariani y la determinación ante los contratiempos de
José Antonio Camacho que empezó pasando la escoba por su casa mientras ponía el disco por primera vez para "ver qué tal" y terminó subiendo el volumen, sentado en su sillón favorito y disfrutando del disco con cara de absorción de largas cadenas de ADN y una cervezuela en su mano. Todo en una transición tan suave que ningún efecto del
Power Point podrá igualar nunca. Culpables de esto: la majestuosidad de
'Feeling Easy', con un areglo de cuerdas que pone todo el talento de
John Paul Jones al servicio de la magnífica composición de
Billy. A destacar su efecto lisérgico, esa maravillosa sensación de estar tocado con franca letanía. Igualmente inolvidable es la pegadiza
'Daytime Girl', con tantas capas de voz y arreglos superpuestos que transita con gran acierto entre los mejores momentos de
The Left Banke y
The Zombies. Caza mayor, amigas y amigos.
'London Social Degree' muestra hasta qué punto
Oldham tenía asumida la idea de crear un mini muro de sonido en cada canción. ¿Qué podemos meter en el puchero? Pues unos cuantos teclados barrocos, guitarras con todo tipo de efectos psicodélicos, voces etéreas, percusión, lo que haga falta y en cantidades industriales. Un tipo de producción que solo está al alcance de algunos privilegiados capaces de "ver" la musica en cuatro dimensiones, exactamente el mismo efecto que consigue
Christopher Lambert cuando se concentra de verdad en un punto fijo.
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Sin marcharnos de
Londres,
Nicholls, ofrece un final de disco más introspectivo (traducción, más 'pa dentro'), primero vuelve a hacernos de guía turístico valiéndose de su voz, a mitad de camino entre la ternura y lo espectral con '
Portobello Road' y después se pone por delante de sus coetáneos con
'Question Mark' o
'Being Happy' ofreciendo un compendio de cómo hacer una canción de pop en menos de 3 minutos con multitud de detalles para la desgustación de oreja: ojo a los cambios de melodía y los licks de guitarras pinza ligamentos. El disco se cierra con dos obras maestras,
'Girl From New York' que se beneficia de una guitarra llena de testosterona de
Steve Marriot en claro contraste con la voz de
Nicholls y
'It Brings me Down', que es con mucho la más oscura y desgarradora pieza del vinílico elemento, pero que tampoco se priva de contener un estribillo irresistible y una coda final hija de una época donde, por increíble que parezca, se prefería el papel celofán de colores al desenfoque gaussiano.
En cierto modo
Would You Believe podría compararse con el origen del champán, tanto uno como el otro nacieron con una intención de conservar el mejor aroma, pero la resultado final de ambos tuvo resultados imprevistos: en el caso del disco, no consiguió ser
Pet Sounds, pero a cambio es una de las mejores pruebas de pop psicodélico de la historia (y por el que se llegaron a pagar fortunas hasta su reedición) y en el caso del champán, no fue un gran vino, se llevó consigo el ojo de algún monje curioso que quiso comprobar ese tapón "que no dejaba de moverse" más de cerca, pero hizo que los triunfadores de eventos deportivos no tuvieran que hacer la gracia con zumo de naranja, que deja unas manchas horribles. En cualquier caso, tanto los monjes de
Champange como el bueno de
Andrew 'Loog' Oldham tuvieron fe, igual que ustedes deberían tenerla en nosotros, no en vano este blog se creó con la intención de ser una referencia en labores y bordados y miren cómo hemos acabado.
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Vuestro amigo en el tiempo,
Tomás Verlein