Sala Heineken (Madrid) - 30/10/2008
Muchas barbas, algún gorro y un disco increíble
Como si de una conspiración al más alto nivel se tratara (ríanse de lo de
Kennedy, que esto es más gordo y eso que no hay bala mágica de por medio), parece ser que la mayoría de los señores que rasgan guitarras y aporrean cosas más queridos por la gente de
Garajeland se han puesto de acuerdo para visitar
España en estas fechas. Ya saben, este país tan majo con sus gentes, sus crisis, sus 'eh, eh, cuidadito' y sus días soleados en el mes de noviembre. Excepto por lo último, por lo que se habrán llevado un chasco importante, parece que grupos como los
Posies o los mismo hijos pródigos de
Idaho (de los que hablamos en estas líneas) han tenido a bien coincidir, obligándonos a gastarnos la paga y hacer cola en el ropero a la salida. La casualidad, las efemérides o que pronto va a venir un meteorito y nos va a llevar por delante si
Bruce Willis no lo impide han hecho que estos dos grupos no dieran el típico concierto, sino que tenían un motivo, un buen motivo: en cada caso hacer un homenaje a dos discos, del primero dimos buena cuenta
aquí, del segundo os hablamos ahora:
Built to Spill, con
Doug Martsch al frente, venían a España a tocar de principio a fin el
Perfect From Now On, su maravilla de 1997.
Observen qué mirada de carnero degollado. ¿No me digan que no lo adoptarían? Así que la expedición de Garajeland, con los candiles y la ropa de procesión habitual, pero esta vez dejando en casa la talla de san Cucufato y reemplazándola por la de Frankestein, que por si no se habían entrado Halloween estaba a al vuelta de la esquina (nosotros nos dimos cuenta rápidamente por la afluencia de gente disfrazada de los más variopintos modelos, a saber, dráculas del extrarradio o brujas con sombrero, sólo echamos de menos el de zurullito).
Ya en la sala Heineken, la expedición (acompañados esta vez por el señor Protos, de hierático gesto y morro fino por el indie americano) nos dimos cuenta de que: uno, la sala no había cambiado mucho desde hacía dos semanas, lo que quería decir que el sonido no iba a ser muy malo, pero tampoco muy bueno y dos, por alguna misteriosa razón el conjunto de los asistentes al concierto (en homenaje al lenguaje de nuestros políticos) parecía haber dejado la ‘gilletelomejorparaelhombre’ aparcada hace tiempo y tener frío en la azotea, por la cantidad de barbas y gorritos de lana ad hoc.
Antes de
Built to Spill, como teloneros, aparecieron
Disco Doom, cuyo estilo y referencias musicales recordaban al cabeza de cartel, pero quizás estuvieron algo fríos para un público que desconocía sus canciones. Tras ellos, salieron los de
Idaho al escenario. De nuevo el síndrome barbitas/gorrito comenzó a aparecer en mi mente, revisemos; número de músicos con gorro en el grupo: 2, número de músicos con barba: 3. Ni que decir tiene que el líder tenía esas dos características, aunque pronto se quito el caperuzo y su pinta de ermitaño y pescador de arenques canadiense se hizo más acusada. El único miembro que se escapa de esta clasificación era quizás el más interesante, ya que se encargaba del chelo y los teclados, tan importantes en el disco que
Built to Spill iba a ofrecernos de arriba a abajo. Superados unos problemas de sonido, el grupo atacó ‘
Randy Describes Eternity’, el primer corte del
Perfect From Now On. Con un sonido muy definido: donde los tres guitarristas repartiéndosese reparten la tarea, uno ponía los efectos, el otro ayudaba con un punteo aquí y allá, dejando la parte más rítmica o solista (según se necesitara) al propio
Doug. El bajo y la batería, por su parte, mantenían el tiempo con maestría absoluta, dejando detalles que no pasarían inadvertidos. Todo esto completado con el chelo y la incalificable e increíble voz de
Doug Martsch ¿De verdad este hombre no se descoyunta al cantar? Dejemos las cosas claras: no serán unos virtuosos, pero su competencia con los instrumentos es más que notable, llegando a sonar tan cristalinos y perfectos como en el disco que las traía a España, pero añadiendo las dosis justas de emoción. El concierto fue tomando forma con las estupendas '
I Would Hurt a Fly' y '
Stop The Show', muestras fidedignas de la forma de entender la música de
Built To Spill: canciones elaboradas, cambios de ritmo sorprendentes, paisajes guitarrísticos llenos de atmósferas y sábados de tostadas con mantequilla (esto último no demostrable). Por si no nos habíamos dado cuenta, el jefe del grupo es
Doug. No caben ni hay dudas, como se demostró en el algún momento entre '
Made up Dreams 'y '
Velvet Waltz', cuando la casualidad quiso que a los dos guitarristas de los extremos se les rompiera una cuerda de sus guitarras al mismo tiempo. Nuevo parón del concierto y una miradita de
Doug a
Brett Netson (uno de ellos) que me recordaba a las que mi madre me dedicaba a mí cuando tenía un objeto de cristal en mis manos. Doug, cansado de esperar se tocó una canción solo con su guitarra llenando la sala con su voz, que sonó mejor que en ninguna otra del concierto… lástima de sala.
Por si no saben, el guitarrista de la foto se llama Brett Netson y el bajista Brett Nelson. No, no son pareja ni residen en Manjavacas, simplemente se juntaron en el mismo grupo dos personas con nombre y apellido casi idéntico: ¿No les ha pasado nunca? Como si nada hubiera pasado la actuación se retomó con '
Out of the Site', '
Kicked in the sun' y '
Untrusteable /Part 2'. Todas sonaron portentosas, llenas de recursos, melodías y cambios de ritmo que hacen que al final te quedes con en extraño regusto: ¿todas son una y tú las percibes como varias? ¿son trocitos de canciones unidas cual cuadro de
Pollock?, ¿por qué los impresentables de detrás de mí siguen gritando a pleno pulmón que toquen alguna canción que no forma parte del disco, acaso no han mirado la entrada? Perdonen el inciso, sé que acabaré mis días como
los viejos del Muppet Show, quejándome de todos... Terminado el disco y con un lacónico 'Thanks a lot', los chicos se retiraron del escenario, los bises estaban en duda, pero
Built to Spill volvieron para ofrecer más canciones en la más pura tradición
Neil 'Younganina', es decir, alargando la cosa hasta límites insospechados. Un gran tema como
'Conventional Wisdom' perdió todo su sentido cuando su duración empezó traspasar la barrera de los diez minutos, lo cual no quita mérito al grupo, incapaces de no parecer compactos y solventes metidos de lleno en un mar de líneas de guitarra y acoples a diestro y siniestro. Tampoco es que el respetable les pitara, ya que no son muchas las oportunidades de ver a uno de los mejores representantes del indie americano por nuestras tierras, interpretando todas las canciones de un disco formidable un día de noviembre de 2008; vamos, de momento una y, teniendo en cuenta que es posible que el bueno de
Doug salga muy pronto a buscar al
General Sherman (el silur que persigue
Homer, armado con su camisa de franela, el gorro y un arpón) no vayan teniendo muchas esperanzas.
Weisse, 61 & 49,
Mr. protos y
Tomás Verléin (ya parecemos la familia Telerín)
Leer toda la historia y tal…