llegó a su fin su
camino retorcido,
se rinde a lo
evidente de su triste destino,
y toma las riendas de
su nuevo camino.
Cómo pudo estar tan
ciego, se pregunta,
no ver es daño que se
hacía.
Se creyó protagonista de una obra,
Se creyó protagonista de una obra,
Cual muñeco de
ventrílocuo creyó,
que era el centro de
atención.
De un gran
espectáculo de acción,
en el que él siempre
tenía la razón.
Todos le admiraban y
reían,
sus gracias, lloros y
alegrías,
hasta que un día esto
no pasó,
y se preguntó qué
sucedía.
Buscó largamente la respuesta,
Buscó largamente la respuesta,
hasta olvidarse de la
obra expuesta,
y en su desesperación
algo estalló,
que hasta él mismo le
sorprendió.
No entendía su
reacción,
lo que pasaba le
superaba,
y buscando una
solución,
que algo a su lado
había,
recordando lo
olvidado,
que siempre estuvo y
estaría.
Eso que allí había,
era lo que le daba la
vida.
Que tremenda ilusión
tenía,
de su realidad nada
entendía.
Como piedra se desplomó, y confirmó,
Como piedra se desplomó, y confirmó,
que sin aquello a su
lado ni siquiera existía,
pues si el
ventrílocuo le dejaba,
El yo lloraba, su
muerte se acercaba,
atravesando la agonía,
que a un gran vacío
lo arrastraba.
Y en el vacío se quedó pensando,
Y en el vacío se quedó pensando,
en lo que vendría a
continuación.
La respuesta en el
ventrílocuo estaba.
Sintiendo esperanza
pensó,
que si ocupaba su
lugar sin más ambicionar,
encontraría la paz
que tanto esperaba.
Y en el silencio se
quedó,
Y entonces comprendió,
que no era una muerte
sino una renovación.
Como un fénix que de
sus cenizas renace,
se levantó y ocupó su
lugar en la función.
Y recordando su
camino entendió,
que toda había estado
en perfección.
El ventrílocuo solo esperaba,
El ventrílocuo solo esperaba,
observando la dura
batalla,
sabiendo que a su fin
llegaba.
Ahora el yo siente
alegría,
pues entiende su
lugar en la vida,
Y junto al
ventrílocuo ahora espera,
Ya nunca será lo
mismo,
atrás quedó el abismo,
que a ciegas saltó
sin miedo,
para dejar paso a un
nuevo ciclo.
Tranquilo el yo descansa,
Tranquilo el yo descansa,
para su nueva andanza.
Ya no siente temor,
de lo que asome en
derredor,
Pues el ventrílocuo
le guía,
Ya no tiene preocupación,
pues ahora comprendió,
que todo para su bien
es dado
y nada puede pasar de
malo.
Atrás dejó la resistencia,
Atrás dejó la resistencia,
y es feliz en su
ausencia.
Esperando un nuevo
día,
Se acabó, ya terminó
la agonía,
Y lo que pase mañana,
espera tranquilo con
alegría.
El yo ya está
preparado,
para lo largamente
esperado.
Este escrito es de mi
hija.