La oración en Juan Pablo II o el amor saca amor
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Por Valmore Muñoz Arteaga El 16 de octubre de 1978, un corazón que venía de muy lejos, asumió las riendas por medio del Espíritu Santo, de la Iglesia de Cristo. Ese corazón estaba encerrado en el pecho del polaco Karol Wojtyla, un hombre cuya impronta en la Iglesia y en la historia contemporánea marcó honda huella y que cada quien le ha dado la valoración que su mundo interior le dicte. Ya lo ha dicho el propio Juan Pablo II, las cosas de la Iglesia sólo se desnudan con profunda plenitud ante los ojos de la fe. Su pontificado influyó profundamente en la vida de millones de católicos y de no creyentes, estuvo marcado por su devoción mariana, su amor a los hombres, su preocupación por el tema social y por su inclinación radical en la práctica constante de la oración. La oración era para él, sin duda, el camino más claro para la construcción de una sólida vida interior, y una Iglesia no está viva, no está unida, no es más fuerte que cuando sus miembros tienen una vida interio...