Ayer me paró la policía. Municipal. No sé si os pasa a vosotros, pero cuando voy con el coche y me dan el alto es como cuando mi padre salía al pasillo y gritaba mi nombre completo de una forma tan violenta que pasaba a ser monosílabo. Entonces hacía inventario antes de presentarme ante la autoridad competente. Tenía claro que una buena defensa requiere de argumentos, y que una guerra no se gana si no sabes contra qué luchas. Así que intentaba recordar si me había dejado las botas de fútbol llenas de barro, los pantalones del día anterior tirados en el salón, si había roto algún vaso, si me había cargado algo del mobiliario...cualquier cosa era susceptible. Pues eso mismo me ocurre. Mientras voy deteniendo el coche hago inventario: las luces, sí, las cambié en la revisión. La matrícula, uf, un poco desgastada. Los papeles, sí, claro, aquí deben de estar. Ay madre, el seguro...pero ¿no lo comprueban ya ellos? Las luces de repuesto ¡¡¡ pero si casi no sé ni como se abre el capó !!! Así cuando el agente (la, en este caso) me da las buenas tardes, tiemblo como un flan. Iba con mis hijos. Es un control de documentación. Le doy el carné, después tardo en encontrar los otros dos papeles. Mis hijos ojipláticos, alucinados con la situación. Guau, guau, dice el mayor. Miro a mi derecha, a los otros dos policías, y entiendo a la primera. No digas nada, hijo, no digas nada, pienso. Voy a comprobar la documentación, me dice. En esos largos segundos intento normalizar la situación. Hijos, esto lo hacen por si papá ha robado un coche. ¿Has robado un coche? No, no, lo digo que lo hacen por si...Su documentación, Don Antonio, puede seguir. Como alma que lleva el diablo salimos de allí. Papi, papi - dice el pequeño- ¿estaban enfadados esos policías contigo? No, hijo, es que tienen que trabajar así de serios. Papí, papi- dice el mayor- ¿no era un poco macarra el otro policía con ese tatuaje en el brazo? Pues, hijo...no sé que decirte...
Nota: con especial cariño para Vilanew.