Por problemas técnicos llevamos un par de semanas sin poder publicar el poema de Rafa. Sé que muchos lo echáis de menos, porque cuando uno se acostumbra a lo bueno, resulta difícil renunciar. Pero no os preocupéis, si la tecnología no nos traiciona, a partir de la semana que viene podremos retomar esta bonita constumbre.
Un saludo a todos y un perdón a Rafa. Y como de poesía va este espacio os dejo otro poema, de un tal Juan Carlos, el protagonista de la novela El poema de Luz, de un tal Antonio Larrey. Evidentemente Juan Carlos no está a la altura de Rafa...ah, y os pongo en precedentes, se trata de un escritor de éxito que se retira a una pequeña aldea para recuperar su frescura, aquella que le permitía escribir poemas como este:
EL POEMA DE LUZ
Segundos yermos, vacíos,
tiempo, dedicación y olvido.
La vejez son las arrugas del alma,
una arruga por cada sueño perdido.
Cuando en el lugar donde reside el amor
no hay más que oscuridad...
el tiempo, el vacío y el olvido acampan
y la vejez dibuja sus surcos con libertad.
Cuando en el lugar donde reside el amor
no hay más que oscuridad...
una luz repentina siempre deslumbra
y da miedo, y a veces incluso cierras los ojos.
Por eso la distancia no es más que el camino,
no importa siquiera el tiempo,
ni si vas o vienes, o vuelves o llegas;
tan solo importa que seas capaz de mirar la luz,
y entonces importa que camines hacia ella.
Pero hay veces en las que buscamos
perdido en un mar enrarecido
la referencia de una lejana luz.
La soñamos y hacia ella nadamos con fuerza.
Sorteamos olas, rocas y llegamos
y entonces descubrimos que no es otra luz,
sino el reflejo del sol, o de la luna, o de la estrella.
Es una roca y nos giramos, y buscamos la luz.
Sabemos que para encontrarla
necesitamos lanzarnos otra vez al mar
pero no importa, porque lo que importa es
caminar hacia ella.
Sabemos, guardamos, sentimos,
que antes de nosotros
todas esas personas a las que hemos querido
a las que nos hemos entregado
navegaron por el mismo mar enrarecido
y se dejaron parte de su vida
que vemos, mientras nadamos.
Puede que nos haga sentirnos tristes, pero son como la roca
aunque no son luz, son el reflejo.
Esos reflejos, aunque ya no son vida,
son al menos la imagen de haberla sido.