Puede resultar oportuno inaugurar una serie, como las renqueantes
Los placeres de la vida o
Libros sobre la mesa. Esta irá dedicada a los menús del día, esas comidas que por obligaciones del trabajo mantenemos en lugares de menor o mayor prestigio. Empezamos formalmente aquí, aunque ya hubo algún chispazo en este diario
días ha.
Hoy escribo sobre el menú del martes trece de junio, en el
Restaurante El Castillo, camino de Zaratán.
Gambas al ajillo
Verduras a la plancha
Chipirón encebollado
Solomillo a la plancha
Arzuaga
Café solo, con hielo
Mejor de lo esperado, aunque empezamos con las gambas ahogadas en aceite, que sólo se salvan si tu endocrino te permite mojar pan, después, buenas y tiesas verduras, y sobre todo un sublime chipirón encebollado que estaba tierno como mandan los cánones. Y si no, se cañonea al cocinero.
Es sabido que la carne, cuando son piezas importantes, la pido hecha lo justo como para que no esté fría. Envio el mensaje de que la carne debe estar a temperatura ambiente cuando se entrega a la plancha o parrilla, y que estos últimos dispositivos son para cocinarla, no para terminar de descongelarla o barbaridades por el estilo. El solomillo llegó espantado sobre el temido plato refractario, pero conseguimos rescatarlo a tiempo. Aún así, el plato ardiendo me miraba amenazante, como un recordatorio persistente y severo de las costumbres que se implantan sin razón de ser. Lástima que sus jugos se quedaran petrificados y no sangrara. A pesar de todo, lo comimos con agrado.
El servicio flojo, rozando el abandono en el seguimiento de nuestra mesa. Saben servir, el chipirón nos lo trocearon y emplataron en la mesa, pero de plato a plato, sobre todo después de los segundos, nos dejaron casi solos. No puedo opinar sobre el importe de la comida.
La conversación durante la comida y la sobremesa, aunque de índole profesional/comercial, fue agradable.
Etiquetas: menú del día