Se pretende obligar a los menores de edad a ayudar en las tareas domésticas mientras vivan en casa... ¡por ley! Como si eso se pudiera regular. ¿Denunciarán los padres a sus hijos cuando no quieran poner la mesa? ¿habrá juicios por no hacerse la cama o sacar la basura? Es la medida esperpéntica del catálogo de reformas dedicado a la infancia (con algunos aciertos, como el de ampliar el tiempo que las familias numerosas gozan de ayudas).
Es sintomático que la gente y los políticos sigan creyendo que los problemas se arreglan a golpe de decreto, como sucede con la educación: aún piensan que la cultura del esfuerzo se puede implantar citándola muchas veces en la LOMCE o que se puede obligar a estudiar a un alumno sin más.
Si hay un problema social, se implanta de golpe un tema asociado en una asignatura, si tenemos familias con tareas mal repartidas, pues ley que lo regule. No tiene ningún sentido y en cambio hay leyes necesarias que no se están tramitando y donde sí podría incidirse. Esta confusión constante entre el ámbito de los buenos deseos y del derecho provoca en parte el cambio constante de las leyes, ya que urge incluir nuevos epígrafes cada vez que se detecta mediáticamente un foco de atención. En el caso de la educación, ya vemos las consecuencias...
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