Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus

Mostrando entradas con la etiqueta Navidad y Flecha. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Navidad y Flecha. Mostrar todas las entradas

El segundo nacimiento Lc 3,15-16;21-22

 “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados“ (Is 40,1-2). En la segunda parte del libro de Isaías se proclama que ha terminado la deportación del pueblo hebreo en Babilonia. Llega el tiempo del consuelo y de la redención. La hora de volver a Jerusalén.

En ese contexto, una voz invita a preparar en el desierto un camino al Señor. Esas palabras son evocadas por los evangelios al presentar la  misión de Juan Bautista. 

En el salmo responsorial se alaba a Dios por la maravilla de su creación (Sal 103). Es una invitación a contemplar y agradecer la belleza de este mundo. 

En la segunda lectura, san Pablo dice a su discípulo Tito que Dios nos ha  salvado con el baño del segundo nacimiento (Tit 3,4-7). Hoy es un día para recordar esa revelación.

EL ESPÍRITU Y EL FUEGO

Según el evangelio de Lucas, el pueblo estaba en expectación y muchos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías que esperaban (Lc 3,15-16.21-22). Pero Juan había llegado al Jordán con una  misión  muy concreta. Basta escuchar sus declaraciones.

• “Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo”. Juan se sabía enviado a purificar a su pueblo, en la espera del gran advenimiento. Él venía a anunciar  la llegada de alguien que había de hacer visible la misericordia y el poder de Dios.  

• “Yo no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Juan no osaba compararse con el Mesías que estaba a punto de aparecer entre su pueblo. Él estaba convencido de que todos los merecimientos humanos son el fruto de la gracia de Dios. 

• “Él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego”. El Mesías que Juan anunciaba vendría a purificar a su pueblo por medio del Espíritu de Dios. Era fácil comprender que las imágenes del viento y del fuego manifestaban la necesidad de limpiar el corazón.

EL HIJO AMADO POR DIOS

Juan Bautista se consideraba inferior a los esclavos de su tiempo. De hecho, el evangelio de Lucas no dice que Jesús fuera bautizado por Juan: “En un bautismo general, Jesús también se bautizó”. Como se ve, el precursor desaparece de la escena. 

El evangelio de Lucas, recuerda varias veces la oración de Jesús. En ese ambiente se sitúa su bautismo: “Mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo, el amado, el predilecto”.  

• “Tú eres mi hijo”. La fe cristiana nos lleva a recordar la verdad que ya se anunciaba en las palabras del salmo: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como Jesús, también nosotros reconocemos e invocamos a Dios como nuestro Padre. 

• “El amado”. En el libro del Génesis se lee la orden que Dios dirigió a Abraham: “Toma a tu hijo único, Isaac, al que amas…y ofrécelo en holocausto” (Gén 22,2). Como Isaac, también Jesús descubre en su bautismo un camino que lo llevaría al sacrificio.

• “El predilecto”. En el primer poema del Siervo del Señor, Dios lo llama “mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 42,1). Jesús es el predilecto de Dios. Esa predilección de Dios sustenta la confianza de Jesús en su Padre y sostiene también  la nuestra.

Modelo de familia Lc 2,22-32 (NAV Sagrada Familia)

  En la celebración de la fiesta de la Sagrada Familia, el Sirácida incluye una serie de verdades que no puede ignorar la persona que cree en el Dios de la vida. De hecho, dice que “a quien honra a su padre y a su madre Dios lo escucha” (Eclo 3,2-6.12-14). 

A esa lectura, la asamblea litúrgica responde con una bienaventuranza que proclama el salmo: “Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos” (Sal 127). 

San Pablo exhorta a los Colosenses a cultivar virtudes imprescindibles como la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia. Todas ellas se resumen en el amor, que es el vínculo de la caridad perfecta. Al final, el Apóstol añade unos oportunos consejos para regular las relaciones entre todos los miembros de la familia (Col 3,12-21).

Si la  familia era una bendición en el pueblo de Israel, la comunidad cristiana ve en la familia de Nazaret un ejemplo y un estímulo para vivir con  responsabilidad ese don de Dios.

LA LEY Y EL ESPÍRITU

 Al recordar la presentación de Jesús en el templo, el evangelio repite una y otra vez la alusión a la Ley. Y con la  misma insistencia anota la presencia del Espíritu (Lc 2,22-40). 

Al cumplir las normas de la Ley, José y María perciben que el Espíritu va dirigiendo los hechos. Inspirado por él, Simeón reconoce en el Niño al Mesías del Señor. Es más, proclama que ha de ser la gloria de su pueblo y la luz para los pueblos paganos.

 El evangelio subraya, además, el asombro con el que José y María escuchan aquella profecía. Ese dato no es insignificante. Es cierto que los padres de Jesús han escuchado y acogido una llamada que venía de Dios y la han seguido con fidelidad.

Pero José y María habían de prestar atención al proyecto de Dios sobre aquel niño. Un proyecto que les viene revelado por la boca de un hombre en el espacio privilegiado del templo. La familia de Nazaret ha tenido su origen en una vocación divina. Pero ha de reconocer su misión, que les llega manifestada a través de una voz humana.  

SABIDURÍA Y GRACIA

Tras escuchar las palabras de Simeón y de Ana, la anciana profetisa, José y María regresan a su ciudad de Nazaret. El texto evangélico anota que “el niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él” (Lc 2,40). 

• El crecimiento de un niño es natural. Parece garantizado por el tiempo. Pero requiere el esfuerzo y el cuidado de toda la familia. La salud integral de la persona siempre está amenazada. Por eso exige una atenta vigilancia y continuos y afectuosos cuidados. 

• El texto alude también a la sabiduria, que no puede reducirse al aprendizaje de técnicas, por necesarias que sean. En la familia se enseñan y se testimonian cada día los valores que verdaderamente valen en la vida de la persona.

• Además, el texto alude a la gracia de Dios. La sociedad secularizada tiende hoy a ignorar este dato. Pero la familia creyente ha de cultivar el terreno para que en su seno esa gracia de Dios produzca los frutos de las virtudes.

El siervo que nos salva - Mt 3,13-17 (NAVA- Bautismo del Señor)

 “Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido en quien me complazco ”. Estas palabras se ponen en la boca del mismo Dios. Pertenecen a uno de los poemas del “Siervo del.Señor”, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías (Is 42,1-7).

Ese siervo misterioso está lleno del Espíritu de Dios, promueve el derecho y la justicia. No se presenta con violencia, sino con la fuerte suavidad de los humildes. Dios lo ha presentado como luz de las naciones y salvación de su pueblo. Ha sido enviado a abrir los ojos de los ciegos y a traer la liberación a los esclavos. 

También hoy necesitamos un hombre como este. Un verdadero profeta. A él habrá que volver los ojos en el tiempo de la cultura líquida. Si lo descubrimos entre nosotros, podremos cantar: ”El Señor bendice a su pueblo con la paz” (Sal  28). 

Pues bien, ante el centurión Cornelio, Simón Pedro anuncia que Jesús de Nazaret es ese hombre esperado por todos. Él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch 10,34-38).  

LA NUEVA ALIANZA

Así es. En Jesús de Nazaret se ha realizado aquel antiguo poema del libro de Isaías. En el Jordán, Jesús, es reconocido por el Padre como su Hijo predilecto. Está lleno del Espíritu de Dios. Y es enviado para liberar a todos los oprimidos por las maldades de la humanidad y por sus propios pecados. 

El relato del bautismo de Jesús nos resume la continuidad y la novedad que aporta Jesús a las tradiciones de Israel (Mt 3,13-17). La antigua alianza, representada en la figura y la misión de Juan Bautista, anticipa la nueva alianza, la plenitud de la vida y de la santidad que representa Jesús de Nazaret. 

Jesús no es un pecador co o los que acuden al Bautista. No necesita el lavado de la purificación. Jesús no baja a las aguas del Jordán para convertirse de una vida pecadora a una vida santa. La única razón para recibir el bautismo de manos de Juan es darnos a conocer que en su vida se realiza la voluntad de Dios.

LA VOLUNTAD DE DIOS

De hecho, las misteriosas palabras que Jesús dirige al Bautista nos revelan el hondo misterio de la vida y la misión de Jesús:

• “Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere”. En el bautismo de Jesús Dios se hace presente en la historia humana. Al apoyar y garantizar la misión de su Hijo predilecto, Dios se nos revela en Jesús de Nazaret. 

• “Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere”. La misión de Jesús comienza por la aceptación de la voluntad de Dios. Y revela que Dios ha de continuar sus relaciones de amor y de misericordia con toda la humanidad. 

• “Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere”. Jesús maifiesta que asume los rasgos que se atribuían al humilde “Siervo del Señor”. El signo de su misión salvadora no es el poder sino la humildad y el abajamiento.

Madre de Dios Lc 2,16-21 (NAVA-María, madre de Dios)

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”.  Esa es la fórmula de la bendición que Aarón y sus descendientes habían de pronunciar sobre los israelitas” (Núm 6,22-27). Confiadamente hacemos nuestra la respuesta del salmo: “El Señor tenga piedad y nos bendiga” (Sal 66,2).

Por su parte el apóstol Pablo presenta a los fieles de Galacia el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, aludiendo a María, la madre de Jesús:  Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción” (Gál 4,4).

En cuanto Dios, el Hijo vive en la eternidad. En cuanto hombre nace de una mujer en el tiempo. Esa mujer es María de Nazaret. Ella acoge en esta tierra el misterio que llega del cielo.  Ella es la  Madre del Hijo de Dios, tan divino que ha querido hacerse humano. Tan humano que puede revelarnos  lo divino. 

SER TESTIGOS DEL MISTERIO

El evangelio según  Lucas nos invita a situarnos en las colinas cercanas a Belén. Los pastores reciben del cielo la buena noticia del nacimiento del Mesías. Y llegados a Belén,   encuentran a María, a José y al niño acostado en el pesebre (Lc 2,16).

• En medio de la noche, los pastores escuchan el mensaje celestial. Se ponen rápidamente en camino y al ver al niño transmiten el mensaje recibido. Escuchar el mensaje, buscar al Mesías y anunciar su presencia. Tres acciones que caracterizan a quienes están abiertos a los misterios divinos, que transforman a los humanos.

• Como se sabe, en el pueblo hebreo los pastores no eran aceptados como testigos ante los tribunales. Precisamente por eso resulta más sorprendente ver que son los elegidos por Dios para dar testimonio de su presencia en el mundo. Los evangelizados se transforman en evangelizadores.

MEDITAR EN EL CORAZÓN

Además, en el evangelio según  Lucas se nos dice que “María conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”  (Lc 2,19). Conservar y meditar en el corazón las cosas del Señor. He ahí  un mensaje que hemos de tener muy presente todos los llamados a vivir de acuerdo con el Evangelio. 

• “María conservaba todas estas cosas”. María es modelo de muchas actitudes humanas y cristianas. También del interés por conservar en su memoria los acontecimientos de los que era testigo. Nosotros seremos buenos discípulos del Maestro si prestamos atención a sus hechos y a sus palabras.

• “María meditaba estas cosas en su corazón”. En una sociedad marcada por el activismo y por la prisa es difícil detenerse a meditar sobre la vida y su misterio. Para meditar es preciso  saborear lo verdadero, lo bueno y lo bello. Con ello nuestro corazón podrá vivir en sintonía con Aquel que es la Verdad, la Bondad y la Belleza.

Navidad, solemnidad en la humildad Jn 1,1-18 (NAVA1)

“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva  a hombros el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz” (Is 9,5). El profeta Isaías se refiere sin duda a un hijo del rey que acaba de nacer.

En él ha puesto el pueblo sus mejores esperanzas de paz y de justicia, de racionalidad y discernimiento. En todos los tiempos, las gentes suspiran por poder gozar de armonía social y de prosperidad. Pero con el tiempo, el pueblo de Israel vería ese poema como una profecía de los tiempos mesiánicos.

Nosotros hoy hacemos nuestras las palabras del salmo responsorial. Esperamos que la celebración del nacimiento de Jesús nos lleve a comprender que él es nuestro Señor y que en él radica la justicia. “Alégrese el cielo, goce la tierra… delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra” (Sal 95).

Pero ese don exige nuestra responsabilidad. San Pablo nos exhorta a llevar una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos (Tit 2,11-14).

LOS PAÑALES Y EL PESEBRE

El evangelio que se proclama en la misa de la medianoche, nos traslada a Belén. Allí han acudido José y María para empadronarse según el edicto de Augusto. Mientras estaban allí, le llegó a María la hora del parto, dio a luz a su hijo, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre (Lc 2,1-7).

• “Lo envolvió en pañales”. Esa primera acción de María nos parece obvia. Es cierto que el evangelista no está interesado en dar otros detalles que vendrían a satisfacer nuestra curiosidad. Pero, sin duda, trata de subrayar la humanidad de ese hijo, cuya naturaleza divina había sido anunciada por un ángel.

 • “Lo acostó en un pesebre”. Ese detalle que anota el evangelista nos da cuenta de la pobreza de esa familia, descendiente del linaje del rey David. El hijo de María encuentra su lugar de acogida y de descanso en un establo de animales. El que ha de proclamar dichosos a los pobres de espíritu ha sido un pobre de nacimiento.  

LA POSADA

El evangelio anota que José y María no tenían lugar en la posada, tal vez un “khan” de aquellos en los que descansaban las personas y los animales de las caravanas.

• Con todo, la piedad cristiana ha recordado siempre ese detalle para reflexionar sobre la marginalidad a la que se vio expuesto el Señor desde el primer momento de su vida. Es un particular que no puede ser ignorado.

• En nuestros tiempos son muchas las personas que no encuentran un sitio de acogida en los lugares a los que han sido empujados por sus necesidades económicas o por la persecución política.

• Por otra parte, cada uno de los seguidores de Jesús ha de preguntarse si en su vida, en su mente y en su corazón hay un espacio para acoger y hospedar al Señor que ha querido compartir nuestra suerte.

El elegido por Dios Lc 3,15-16.21-22 (NAVC-Bautismo de Jesús)

“Mirad a mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones”. Así comienza el primero de los cantos del Siervo del Señor que se encuentra en la segunda parte del libro de Isaías (Is 42,1-4.6-7).  

Estos poemas podían referirse a un profeta, elegido por Dios, o bien a un grupo de justos o a todo el pueblo de Israel. Pero la comunidad cristiana reconoció en ellos la imagen de Jesús de Nazaret. Él era el elegido por Dios para anunciar a las gentes la misericordia divina y para promover en el mundo la justicia humana.

En esta fiesta del Bautismo de Jesús, con el salmo responsorial alabamos al Señor que bendice a su pueblo con la paz (Sal 28). Esa paz que ha traído Jesucristo, tras el bautismo de Juan, como reconoce Pedro en casa del centurión Cornelio (Hch 10,34-38).

EL ANUNCIO DEL PROFETA

En la primera parte del evangelio de hoy se dice que las gentes acudían con expectación a escuchar a Juan Bautista. Pero él no solo bautizaba sino que anunciaba la llegada de otro más fuerte que él. Juan ni siquiera se atrevía a compararse con el esclavo que ataba y desataba las correas de las sandalias de su amo  (Lc 3,15-16).

Juan bautizaba a sus oyentes con las aguas del Jordán. El rito evocaba la entrada del pueblo de Israel en la tierra prometida. Al mismo tiempo, significaba la purificación necesaria para preparar los caminos del Señor. No podía haber y nunca habrá verdadera conversión sin la purificación del pecado.

Además, según Juan, el que venía detrás de él bautizaría con Espíritu Santo y con fuego. Aquellas palabras no eran una simple alusión a los elementos naturales. Juan sabía bien que el Espíritu presidía la creación del mundo. Y recordaba a las gentes que el fuego representaba la presencia purificadora de Dios.    

LOS HIJOS DE DIOS

En la segunda parte se recuerda que en un bautizo general, también Jesús fue bautizado (Lc 3,21-22). El misterio del bautismo de Jesús es una profunda catequesis:

• “Mientras Jesús oraba, se abrió el cielo”. Es bien conocida la importancia que el evangelio de Lucas concede a la oración. Los cristianos vemos en Jesús al gran orante. Para él y para nosotros, la oración es el medio de acercarnos a Dios.

• “El Espíritu bajó sobre él como una paloma”. Tras el diluvio, Noé soltó una  paloma, que encontró tierra donde posarse y un ramo de olivo con el que regresó al arca. Jesús es la nueva tierra y la promesa de una nueva vida.

• Una voz del cielo proclama a Jesús como el Hijo amado de Dios. En él se revela a los hombres la paternidad de Dios. Jesús es nuestro Señor y nuestro hermano. Gracias al Elegido, también nosotros podemos reconocernos como hijos de Dios.

La Sagrada Familia... y Jesús hallado en el templo Lc 2,41-52

 UNA FAMILIA EN BÚSQUEDA 

“El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece será escuchado”. Estas palabras del Sirácida nos dan el tono de la fiesta de la Sagrada Familia que se celebra en el primer domingo después de a Navidad (Eclo 3,2-6).

Tras ese mensaje, el salmo responsorial proclama la dicha del varón que teme al Señor, porque gozará de su familia, reunida gozosamente en torno a la mesa (Sal127).

En la segunda lectura se recuerda a los cristianos de la ciudad de Colosas un abanico de virtudes que han de hacer armoniosa la vida de la familia. Por encima de todas ellas sobresale el amor, “que es el ceñidor de la unidad consumada” (Col 3,12-21).

Evidentemente, esas palabras no solo no han perdido vigencia, sino que son importantes para este tiempo, en el que se repiten y pregonan ideas contrastantes sobre el amor y la fidelidad conyugal, sobre el matrimonio y el servicio a la vida. 

ANTICIPO DE LA PASIÓN

La familia encuentra una luz en el texto evangélico que evoca una peregrinación familiar al templo de Jerusalén. Contra lo que pudiera parecer, el episodio de Jesús, perdido y hallado en el templo  no es un relato sobre la travesura de un adolescente (Lc 2,48-52).  

En su exhortación “Cristo vive”, dedicada a los jóvenes, el papa Francisco ha escrito que en Jesús se puede imaginar a un joven que se encuentra bien entre sus compañeros y que parece gozar de una cierta autonomía y espontaneidad.

Por otra parte, este relato evangélico sobre la infancia de Jesús es un anticipo de su pasión y de su muerte. En ambos casos, el templo y los maestros de la Ley de Moisés parecen marcar un centro de interés.

 De forma semejante a lo que sucede en su adolescencia, un día Jesús desaparecerá, detenido por las autoridades del templo. Y también entonces será encontrado al tercer día gracias a la intervención del Padre celestial.

BÚSQUEDA Y TESTIMONIO

En el momento en que María y José encuentran  a  Jesús, él les dirige dos preguntas  que tienen una palpitante actualidad también para nosotros.

-  “¿Por qué me buscabais?” La categoría de la “búsqueda” es muy frecuente en la Biblia. Hoy son muchos los que no conocen a Jesús y son muchos los que no lo buscan. Pero a los que decimos buscarlo nos interpela esa pregunta de Jesús. ¿Sabemos en realidad por qué le buscamos? ¿No estaremos buscándonos a nosotros mismos?

-  “¿No sabiais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” También esa segunda pregunta nos lleva a reflexionar sobre la seriedad de nuestra fe. ¿Sabemos en realidad dónde tiene que estar Jesús? ¿No lo situamos con frecuencia en el ámbito de nuestros intereses personales o grupales?

-  Finalmente el relato evangélico refleja el interés de María y de José por buscar a su Hijo. En esa búsqueda se anuncia y se anticipa la grandeza de la familia cristiana como hogar de la fe y como espacio para responder conscientemente a la llamada de Dios.

Bautizado y Revelado Mc 1,7-11 (NAVB-21)

 “Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones… La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará”. Dios ha elegido a ese personaje, que ha recibido el Espíritu de Dios para dar la vista a los ciegos y liberar a los cautivos  (Is 42,1-4. 6-7).

Quebrar en público una caña y apagar la mecha de un cirio eran gestos que daban cuenta de la aplicación de una pena de muerte. Pero el elegido del Señor será mensajero de misericordia y de justicia. Con razón, el salmo responsorial nos invita a proclamar que “el Señor bendice a su pueblo con la paz” (Sal 28).

En el discurso que recoge el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro recuerda que, después de que Juan predicara el bautismo, Jesús inició su misión en Galilea. Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, Jesús pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos, porque Dios estaba con él (Hech 10,34-38). 

LA BAJADA AL JORDÁN

El Jordán es un río, pero es también un mensaje. En el evangelio que se proclama en esta fiesta, La imagen del Jordán nos lleva a evocar algunos momentos importantes de la historia de Israel.

• Jesús se acercó al Jordán, como en otros tiempos había llegado Josué al frente del pueblo que le había sido encomendado. También Jesús había de introducir a su pueblo en la tierra de la verdadera libertad.

• Al Jordán y sus alrededores llegó Elías al recibir la  misión de defender la causa del mismo Dios y regresó para clausurar su camino y ser arrebatado a la gloria. En el Jordán se revelaba también la misión de Jesús.

• Jesús bajó al Jordán, como en otro tiempo había bajado el leproso Naamán. Pero Jesús no llegaba para curarse de una enfermedad sino para purificar las aguas que habían de limpiarnos de nuestras manchas.

 Así pues, el Bautismo es el momento de la revelación de Jesús y de la misión que le ha sido confiada en el mundo.

LA VISTA Y EL OÍDO

  El texto evangélico juega con los sentidos de la vista y el oído. Dos alusiones que nos llevan a recordar a otros dos personajes de la memoria de Israel.

Al salir de las aguas, Jesús ve rasgarse el cielo y al Espíritu Santo bajar hacia él “como una paloma”. La paloma  que baja sobre él recuerda la otra paloma que indicó a Noé el fin del diluvio. Jesús es la tierra firme de la nueva humanidad. La tierra de la esperanza y de la vida.

Además, tras el bautismo de Jesús en las aguas del Jordán, se puede escuchar una voz del cielo que lo reconoce como aquel misterioso Siervo del Señor en el que Dios decía complacerse  (Mc 1,11).  

• Como el Siervo del Señor, Jesús ha sido elegido por el mismo Dios y ha sido enviado como un profeta en el que Dios se complace. 

• Como el Siervo del Señor también Jesús habrá de afrontar el dolor y las torturas, sabiendo que salvará a sus hermanos.

La Sabiduría y la Palabra Jn 1, 1-18 (NAVB2-21)

 “Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir... Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. El Eclesiástico ha personificado a la sabiduría. Ha sido creada por Dios antes del comienzo del mundo y  ha sido enviada para habitar entre los hombres. Desde Jerusalén guía al pueblo elegido y a todos los que tratan de buscar a Dios.

En el estribillo al salmo responsorial se proclama el misterio que hoy se celebra: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. La Palabra de Dios no permanece lejana. Se ha hecho peregrina y acompaña nuestro camino. Ha plantado su tienda de campaña entre las nuestras. 

En la segunda lectura se da cuenta de la oración que el Apóstol eleva por los fieles de Éfeso: “Que el Padre de la gloria os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis la esperanza a la que os llama, cuál es la riqueza de gloria que da en herencia a los santos” (Ef 1,17-18).

UNA PALABRA PEREGRINA

Así pues, tras celebrar el nacimiento de Jesús nos detenemos a contemplarlo como lo que es en realidad. La Sabiduría y la Palabra de Dios, que se ha hecho mensaje de vida, se ha hecho carne y presencia. Así no los recuerda el comienzo del evangelio según San Juan (Jn 1,1-8). ¿Qué puede significar para nosotros esta especie de poema?

• En este texto se nos descubre la semejanza entre el Verbo de Dios y la Sabiduría de Dios. El Verbo, es decir, la Palabra, estaba junto a Dios y con él creó todo lo que existe. Y todo lo que existe se orienta hacia ella. La Palabra de Dios es vida e ignorarla nos arrastra a la muerte. La Palabra de Dios es luz para nuestros pasos. Sin ella nos condenamos a caminar en tinieblas.

• En este texto se nos dice, además, que la Palabra de Dios ha bajado a nuestra tierra. El pueblo de Israel que peregrinaba por el desierto, sabía que la gloria de Dios se alojaba en una tienda en medio del campamento. Nosotros creemos que la Palabra de Dios se ha hecho carne humana en Jesús y habita entre nosotros. Hemos recibido el privilegio de contemplar su gloria.

• En este texto se revela la Palabra de Dios que, siendo eterna, se ha hecho temporal. Se identifica con el Hijo único de Dios. Esa es nuestra fe. Reconocemos en Jesús de Nazaret la Palabra de Dios que nos salva y nos guía, nos rescata y nos interpela, nos alienta y sostiene nuestra esperanza. Esa Palabra nos ilumina en el presente y nos juzgará en el último día.

LA VERDADERA LIBERTAD

En este comienzo del Evangelio según san Juan, se nos presenta todavía una contraposición sorprendente: “La Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. Así pues, el nacimiento de Jesús es el eje sobre el cual giran la antigua y la nueva alianza.

• “La Ley se dio por Moisés”. Hoy tenemos que padecer leyes inicuas. Para el pueblo de Israel, la Ley no era un peso, sino un don de Dios que marcaba el camino de la liberación. Moisés habia sido elegido para sacar a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Por medio de él, Dios ofrecía a su pueblo una alianza. Ser fieles a la Ley recibida por medio de Moisés era la garantía de la libertad. 

• “La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. He ahí los grandes dones de Dios. La gracia y la verdad no pueden ser descubiertas y conseguidas por el esfuerzo humano. Jesús es el intermediario de esta nueva alianza. Escuchar la Palabra de Dios, que se ha hecho carne en Jesús, es el único camino para alcanzar la vida verdadera y la verdadera libertad.

El bautista y el bautizado Lc 2,15-16.21-22 (NAVC-bautismo)

“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados“ (Is 40,1-2). Así comienza la segunda parte del libro de Isaías. Se ha terminado el tiempo de la prueba, es decir, la deportación del pueblo hebreo en Babilonia. Ha llegado el tiempo del consuelo y de la redención.
En los versos siguientes se oye una voz que invita a preparar en el desierto un camino al Señor. Esas palabras, que hemos escuchado durante el Adviento, son evocadas por los evangelios cuando nos presentan la figura de Juan Bautista.
El salmo responsorial es un canto de alabanza a Dios por la maravilla de su creación (Sal 103). Toda una invitación a contemplar la belleza de este mundo.
En la segunda lectura, que nos recuerda la misa de la nochebuena, san Pablo proclama que Dios nos ha  salvado con el baño del segundo nacimiento (Tit 3,4-7).

EL MESÍAS ANUNCIADO
Estos textos preparan nuestro espíritu para la celebración de esta fiesta del Bautismo de Jesús.  En el evangelio de Lucas que hoy se proclama (Lc 3,15-16. 21-22) escuchamos la voz de Juan el Bautista. El pueblo estaba en expectación y muchos se preguntaban si no sería el Mesías esperado. Pero sus palabras revelaban su profunda humildad.
• “Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo”. Se sabía enviado a purificar a su pueblo en la espera del gran advenimiento. Bien sabía él que su misión consistía en anunciar  la llegada de alguien que había de dar pruebas del poder de Dios. 
• “Yo no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Juan no osaba compararse con el Mesías que estaba a punto de aparecer entre su pueblo, Bien sabía él que ante Dios todos los merecimientos humanos son fruto de la gracia.
• “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. El Mesías que Juan anunciaba purificaría a su pueblo por medio del Espíritu de Dios.  Bien sabía él que las imágenes del viento y del fuego manifestaban claramente la necesidad de purificar el corazón.

EL HIJO PREDILECTO
Juan se consideraba menos que un esclavo. El evangelio de Lucas parece haber tomado en serio esa expresión. De hecho, no lo presenta como el ministro del bautismo de Jesús: “En un bautismo general, Jesús también se bautizó”. El precursor desaparece de la escena.
El evangelio de Lucas, recuerda una y otra vez la oración de Jesús. Y ese es el ambiente en el que sitúa su bautismo: “Mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo, el amado, el predilecto”.
• “Tú eres mi hijo”. La fe cristiana nos lleva a recordar la verdad que ya se anunciaba en las palabras del salmo: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como Jesús, también nosotros reconocemos e invocamos a Dios como nuestro Padre.
• “El amado”. En el libro del Génesis leemos la orden que Dios dirigió a Abraham: “Toma a tu hijo único, Isaac, al que amas…y ofrécelo en holocausto” (Gén 22,2). Como Isaac, también Jesús descubre en su bautismo un camino que lo llevaría al sacrificio.
• “El predilecto”. En el primer poema del Siervo del Señor, Dios lo llama “mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 42,1). Jesús es el predilecto de Dios. Esa predilección de Dios sustenta la confianza de Jesús en su Padre y sostiene también  la nuestra.

La búsqueda de los Magos Mt 2,1-12 (NAV-Epifanía)

“Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor”. La Ciudad Santa sería la meta de la peregrinación de todos los pueblos. Esta profecía que se encuentra en el libro de Isaías (Is 60,6) anticipa el relato evangélico de la llegada de los Magos a Jerusalén.
 En el texto del profeta se aludía a las riquezas que las gentes traerían a la Ciudad Santa. Pero era más importante el anuncio de la luz que ella iba a irradiar sobre todos los habitantes de la tierra. Ese era el don que Dios concedía a Jerusalén y la responsabilidad que de ella se esperaba. Tendría que reflejar el resplandor de Dios.
También el salmo 71 anuncia la llegada de todos los reyes. Ya no serán solamente atraídos por el esplendor de Jerusalén. Vendrán a postrarse y a servir a un rey al que Dios confía su juicio y su justicia. Un rey que librará a los pobres y a los afligidos (Sal 71).
Según san Pablo, esas antiguas promesas se cumplen en Jesucristo. Gracias a él, también los paganos participan de ellas (Ef 3,6).

LAS ACTITUDES DE LOS MAGOS
En el relato evangélico de la llegada de los Magos que hoy se proclama (Mt 2,1-12) el protagonista principal es Jesús. Él es el rey compasivo y redentor de los pobres que anunciaban los textos antiguos. En efecto, ellos no se refería tanto a un lugar como a una persona. Jesús es el príncipe esperado.
Los Magos no solo representan a los pueblos paganos que descubren una luz que los lleva hasta el Salvador. Señalan también las actitudes de los que buscan la verdad: observar la naturaleza, ponerse en camino, aceptar el riesgo de consultar la Escritura, humillarse ante el Señor y regresar al propio ambiente con un ánimo renovado.
Es cierto que los signos de la naturaleza no son percibidos por todos de la misma forma. La aparición de la estrella suscita en los Magos el deseo de salir a buscar, reconocer y venerar  a un nuevo rey. Pero suscita también en el rey Herodes el miedo a perder su poder y la voluntad de dar la muerte a una vida que se abre ante él. 
En su escrito ante la muerte, el papa san Pablo VI pedía perdón a Dios por no haber dedicado más tiempo a contemplar la naturaleza. Evidentemente podemos detenernos a ver su belleza o a calcular los beneficios y ganancias que podremos obtener de ella. Pero es necesario aprender a leer, como los Magos, el mensaje que el Creador nos transmite en su creación. 

LAS PALABRAS DE LOS MAGOS
“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Esas son las únicas palabras que se ponen en boca de los Magos. En el contexto del relato evangélico, revelan el sentido de la búsqueda de Dios.   
• “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” Con frecuencia lamentamos la secularidad y aun la indiferencia de nuestra sociedad ante el misterio de la fe. Sin embargo, tal vez sean muchos los que buscan a Dios sin conocerlo. Buscan la verdad desde la duda. Buscan la belleza desde la frivolidad. Buscan la bondad desde el relativismo.
• “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. He ahí tres pasos del camino de la fe. La aparición de la estrella no depende de nosotros, pero es necesario observar los signos. No basta con mirar: hay que reflexionar sobre su significado, escrutando las Escrituras. Y finalmente hay que adorar al único que merecer adoración. 

Una familia que busca Lc 2,41-52 (Sagrada Familia)

“El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros”. Esta lectura del libro del Eclesiástico se refiere directamente a una sociedad patriarcal (Eclo 3). Pero esas normas reflejan el valor que la familia ha tenido para el pueblo judío en todas las épocas de su historia.
Sin embargo, estas máximas no solo reflejan una concepción social o un código de educación y buenos modales. Recogen lo mejor de la experiencia humana. Así que no pueden ser despreciadas.  El respeto al padre y a la madre son prueba de sabiduría.
Además, este texto bíblico se refiere expresamente a Dios. “Al que honra a su madre, el Señor lo escucha”. Es muy importante esa alusión a la divinidad. El amor que se vive en las relaciones familiares es una especie de culto. Amar a la familia es un acto de oración.
Con una hermosa bienaventuranza, el salmo 127 promete el premio de una familia numerosa a los que temen al Señor y siguen sus caminos.  Y en la carta a los Colosenses (Col 3,12-21) se exhorta a los fieles a vivir unas armoniosas relaciones familiares, porque esto es agradable al Señor.

ANTICIPACIÓN DEL MISTERIO
También Jesús ha crecido en el seno de una familia, a  la que la atención a la voluntad de Dios no le ha ahorrado contratiempos y sorpresas. 
• El evangelio que hoy se proclama (Lc 2,13-23) nos recuerda que la familia de Nazaret vivía fielmente enraizada en las prácticas religiosas y sociales de su pueblo. Jesús dirá un día que no había venido a abolir la Ley de Moisés. Los relatos evangélicos de la infancia dan fe del espíritu religioso en el que creció. 
• Además, el texto anota que José y María pasaron por los temores y angustias de tantos padres y madres que sienten la pérdida de sus hijos. Jesús afirmará muchas veces que vive la voluntad de su Padre celestial. Este relato de la infancia alude a esa conciencia de Jesús que reconoce y confiesa su íntima relación con el Padre. 
• Por otra parte, este relato evangélico anticipa ya el misterio de la pasión y muerte de Jesús. En ambos casos, Jesús permanece tres días “perdido”. En ambos casos es encontrado de nuevo mientras explica las Escrituras: primero por su familia y después por los discípulos de Emaús. Escuchar las Escrituras es la pista para encontrar al Maestro.

EL CRUCE DE PREGUNTAS
Las preguntas son muy importantes en todo diálogo humano. También en los evangelios. En el momento del encuentro de Jesús en el templo de Jerusalén se produce un interesante cruce de preguntas entre María y Jesús.
• “Hijo, ¿por qué nos has tratado así?” Parece que María no llega a comprender los motivos que han podido impulsar a su Hijo. Muchos creyentes dirigien a Dios una pregunta semejante. La oración puede ayudarnos a descubrir los planes del Señor. 
• “¿Por qué me buscabais?” Esta es la primera pregunta de Jesús que aparece en el evangelio de Lucas. La búsqueda es una actitud típica de los creyentes. Pero todos los que buscan a Dios han de plantearse alguna vez las verdaderas razones de su búsqueda
• “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Esta segunda pregunta de Jesús se dirige a todos los que creen conocerlo. Jesús confiesa que la Ley de Dios es su casa y que la Casa de Dios es su ley. Su vocación y su misión es estar al servicio del Padre.

Nacido para todos Mt 2,1-12 (NAV-Epifanía)

En el libro de Isaías se incluye una vibrante profecía, en la que se exhorta a Jerusalén a levantarse y vestirse de luz. El mundo está sumergido en la oscuridad, pero la gloria del Señor amanece sobre la ciudad. A ella se encamina la peregrinación de los pueblos de la tierra. Un día llegarán desde lejos hasta su templo, “trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor” (Is 60, 1-6).
Entonces se postrarán ante el Señor todos los reyes de la tierra y todos los pueblos le servirán, según se proclama en el salmo responsorial (Sal 71). Se anuncia, por tanto, una fiesta universal que encontrará su motivo final en la salvación esperada por toda la humanidad.
Con razón se dice en la carta a los Efesios que también los no judíos son coherederos de esa gracia. Todos los habitantes de la tierra son miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa que se ha realizado en Jesucristo, por el Evangelio (Ef 3,2-3a.5-6).

EL CAMINO DE LA ESTRELLA
Así pues, el texto evangélico nos invita a pensar en la universalidad de la salvación,a agradecerla y a convertirla en motivo de nuestro compromiso (Mt 2,1-12). Los pastores que adoraron a Jesús representaban al pueblo de Israel. Los Magos que llegan de oriente, siguiendo la luz de una estrella, evocan la vocación de los demás pueblos.
En los gestos de los Magos descubrimos las actitudes que van llevando al hombre a descubrir la luz y a caminar a su resplandor. La atención a la naturaleza, el ponerse en camino y postrarse en adoración son la parábola del seguimiento cristiano. 
• Nacido en Belén de Judá, Jesús se muestra al mundo por medio de una estrella. Tampoco ahora faltan los signos de la presencia de Dios en la historia humana. Pero hace falta salir de nuestros propios intereses para prestar atención a esas señales de salvación.
• Los Magos buscan la manifestación de Dios y la encuentran en Jesús. Es decir, en la fuerza de Dios que se manifiesta en la pequeñez, en la sencillez y en la debilidad de la vida. Eso les llena de una inmensa alegría.
• Los Magos siguen un camino difícil que tiene por meta al Mesías Jesús. La búsqueda sincera del Señor no quedará defraudada. Pero necesitamos superar el temor y la comodidad, las críticas y las frustraciones que encontraremos a lo largo del camino.

LOS PASOS DEL CAMINO
Recordando a los Magos, comenta San Juan de Ávila: “Los hombres que por miedo, por vergüenza, dejan de servir a Dios y se vuelven atrás de lo comenzado no son buenos para el cielo”. Así que también nosotros nos preguntamos qué pasos del camino nos llevarán hasta Jesús.
• Para llegar hasta el Señor, como los Magos, hay que estar dispuestos a abandonar la comodidad y la rutina de cada día para ponerse en camino.
• Hay que escudriñar las señales de los tiempos y consultar las Escrituras, hay que decidirse a  adorar solo al Señor y ofrecerle lo mejor de nosotros mismos.
• Y hay que decidir volver a nuestros quehaceres y compromisos por un itinerario diferente y con un espíritu renovado por el encuentro con el Señor.
Como dijo el papa Benedicto XVI, “los Magos que vienen de Oriente son solo los primeros de una larga lista de hombres y mujeres que en su vida han buscado constantemente con los ojos la estrella de Dios, que han buscado al Dios que está cerca de nosotros, seres humanos, y que nos indica el camino”.

La vida y el amor Lc 2,22.39-40 (NAV) Sagrada Familia

En el domingo que sigue a la solemnidad del Nacimiento de Jesús celebramos cada año la fiesta de la Sagrada Familia. Esa realidad tan humana tiene una larga historia, que la memoria de Israel sitúa y contempla ya en los orígenes del pueblo.
  “Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas. Así será tu descendencia”. He ahí la promesa que Dios dirigió a Abraham, al constituirle padre de una multitud de naciones (Gén 15,1-6). Como se ve, los hijos son el signo y el resultado de la alianza que Dios ofrece al anciano patriarca. La familia es una bendición.
La carta a los Hebreos que hoy se lee (Heb 11,11-12) recuerda esa misma alianza: “De un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerossa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar”.  
 El mensaje es claro. El Dios de la vida promete y promueve la vida. La vida es, por tanto, el primero de los dones de Dios. Es un regalo gratuito. Sin embargo, ese don divino comporta la aceptación humana.  La vida de los hombres surge en el seno de la familia. 

LA ESCUCHA Y EL ASOMBRO
 El evangelio de esta fiesta recuerda la presentación de Jesús en el templo (Lc 2,22-40). José y María cumplen cuidadosamente las normas de la Ley, y contemplan la irrupción del Espíritu en un hombre justo y piadoso. Simeón reconoce en el Niño al Mesías del Señor. En él descubre al que ha de ser la gloria de su pueblo y la luz para los pueblos paganos.
 El padre y la madre de Jesús quedan admirados por lo que oyen decir de él. El mismo evangelio de Lucas ha referido que los pastores que velaban y cuidaban sus rebaños en la noche, se acercaron a ver al Niño y  contaron lo que habían oido pregonar a los ángeles.
 • Los relatos sugieren la importancia de los mensajeros que Dios envia a la familia de Jesús. El don de aquella vida es tan grande que requiere la confluencia de muchas voces. También hoy el don de la vida requiere un testimonio compartido sobre su valor.
• Pero ambos relatos nos sugieren que José y María habían de escuchar una y otra vez el mensaje sobre aquel Niño. A la escucha más atenta sucedió y ha de suceder siempre el asombro y la admiración ante el misterio.

DONES Y TAREAS
Después de presentar a Jesús en el Templo y después de escuchar las palabras de Simeón y de Ana, José y María regresaron a su ciudad de Nazaret. “Y el niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia Dios estaba con él”.
• El crecimiento parece garantizado por el tiempo. Pero requiere el esfuerzo de toda la familia. La salud integral, siempre amenazada, exige vigilancia y cuidados sin cuento.
• La sabiduría no se reduce al aprendizaje de técnicas. La familia es taller y escuela. Su ideal es enseñar y transmitir los valores que verdaderamente valen.
• La gracia de Dios se derrama generosamente sobre todos sus hijos. Pero la familia ha de cultivar el terreno para que esa gracia produzca los frutos de las buenas obras.

El Hijo amado Mt 2,13-17 (NA3-17)

“Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco”. Así comienza el primero de los cuatro cánticos del Siervo del Señor (Is 42, 1). No sabemos si se refiere a un personaje concreto o bien a toda la comunidad de los fieles de Israel.
De todas formas, el poema refleja la elección de alguien que recibe el Espíritu de Dios y es enviado para una misión estupenda: la de proclamar la alianza de Dios y la luz que él derrama sobre todos los pueblos. Una misión liberadora para todos los cautivos de las mil cadenas que pueden amarrar a los humanos.
El texto de los Hechos de los Apóstoles que hoy se proclama recoge unas palabras que Pedro pronuncia en la casa del centurión Cornelio. Jesús, ungido en su bautismo con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hech 10,38).
 
EL DIÁLOGO
Al meditar el misterio del Bautismo de Jesús, muchos nos preguntamos por qué quiso ser bautizado el que era la suma limpieza. Según los Padres de la Iglesia, Jesús bajó al Jordán, como Josué lo cruzó para conducir a su pueblo a la tierra de la libertad. El evangelio de Mateo introduce un diálogo intrigante para muchos creyentes:
• “Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mi?” El Catecismo de la Iglesia Católica interpreta estas palabras, como el reflejo de una duda de Juan el Bautista (CCE 535). El evangelista pretende dejar clara la superioridad de Jesús con relación al Precursor. Y disipar los recelos de los discípulos de ambos.
• “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere”. La respuesta de Jesús refleja su decisión de cumplir “la justicia plena”, aceptando el proyecto de Dios. Es decir, proclamando con los signos que Dios ofrece la salvación gratuita a todos los pecadores, a los que se acerca Jesús en este rito bautismal.

EL ORÁCULO
Una vez bautizado, Jesús salió del agua y vio que el Espíritu se posaba sobre él en forma de paloma. Un dato que evoca el final del diluvio. Jesús es la tierra firme que emerge de las aguas de la muerte. Él es el anuncio de la paz que Dios ofrece a la humanidad y a todo el mundo creado. Pero a lo que se “ve” acompaña la voz de lo alto que se “oye”:
• “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.  Este oráculo es una adaptación de las palabras con las que Dios se refiere a su Siervo, elegido para salvar a su pueblo por medio de su palabra y también por sus dolores.
• “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.  Si en su bautismo Jesús se asocia a la suerte de los pecadores que bajan al Jordán, su misión de Hijo amado de Dios lo llevará a sufrir por ellos, es decir por todos nosotros.

• “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.  Al mostrarnos a su Hijo amado, Dios se nos revela como Padre universal. Su amor y su misericordia lo acompañan y definen. De esos dones todos nosotros hemos sido declarados herederos.

Madre de Dios Lc 2,16-21 (NAV2-17)

“Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos.” Así resume san Pablo el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (Gál 4,4).
El Hijo que vive en la eternidad es enviado por Dios y, sin embargo, nace en el tiempo de una mujer. Lo divino ha entrado en la esfera de lo humano. Y ahí está María como hospedera terrena del misterio celestial. Madre del Hijo de Dios, tan divino que puede hacerse humano. Tan humano que nos revela lo divino.
María es la Madre de Dios. “El dogma de la maternidad divina de María fue para el Concilio de Éfeso y es para la Iglesia como un sello del dogma de la Encarnación, en la que el Verbo asume realmente en la unidad de su persona la naturaleza humana sin anularla”. Así lo escribió san Juan Pablo II (Redemptoris Mater, 4).

LOS MENSAJEROS
Con un lenguaje no menos profundo, pero sí más cercano a la experiencia humana, el evangelio de Lucas nos hace presente una escena que siempre imaginamos nocturna: “Los pastores fueron rápidamente adonde les había dicho el ángel del Señor, y encontraron a María, a José y al recién nacido recostado en el pesebre” (Lc 2,16).
• Los pastores escuchan el mensaje celestial, encuentran al que les ha sido anunciado y ellos, a su vez, transmiten el mensaje recibido. La luz de lo alto los guía en la noche. Escuchar, ver y anunciar. He ahí las tres actitudes que caracterizan a los creyentes, es decir, a los que se asoman a los misterios divinos, que transforman a los humanos.
• Como se sabe, los pastores eran despreciados por la sociedad. No eran aceptados como testigos ante los tribunales. Y, sin embargo, ellos son los elegidos por Dios para dar testimonio de su presencia en el mundo. Los evangelizados se transforman en evangelizadores.

EL CORAZÓN
El evangelio de Lucas añade todavía una interesante observación sobre la Madre de Jesús: “María conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. ¿Cómo podía vivir con indiferencia el hecho que transformaba toda su vida?
“María conservaba todas estas cosas”. Recordar es pasar por el corazón los acontecimientos que nos importan. María es modelo de muchas actitudes. También de la actitud de la acogida. No se puede morir de sed si se pasa junto a la fuente y se la ignora. Nadie puede ser salvado si desprecia al Salvador.

• “María meditaba estas cosas en su corazón”. Meditar es reflexionar sobre lo que realmente es importante para la vida. Aprender a saborear lo verdadero, lo bueno y lo bello. Hasta que nuestro corazón llegue a vivir en sintonía con Aquel que es la Verdad, la Bondad y la Belleza.

La gloria y la Paz Jn 1,1-18 (NAV1-16)

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombra y una luz les brilló”  (Is 9,2). El profeta Isaías había visto abatirse la desgracia sobre las tierras del norte de Palestina. Pero de pronto ve brillar la esperanza sobre aquella “Galilea de los gentiles”, como era llamada con desprecio por los habitantes del reino de Judá
Ahora bien, esa esperanza está vinculada al nacimiento de un niño: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”. El profeta se alegra e exhorta a su pueblo a la alegría. El niño podrá ser reconocido por su sabiduría y por su amor a la justicia. Sorprendentemente se le dará el título de “Dios guerrero, Padre perpetuo y Príncipe de la paz”.
 El salmo responsorial recoge esa profecía y nos invita a cantar: “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Sal 95). Y San Pablo escribe a Tito que “ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres” (Tit 2,11). Un hecho que nos exige llevar una vida sobria, honrada y religiosa.

LA NOCHE Y LA LUZ
 El evangelio de esta noche de Navidad nos transmite la noticia del Nacimiento de Jesús en Belén de Judea (Lc 2,1-14). Los acontecimientos históricos pueden parecer fastidiosos y hasta llenos de prepotencia. Pero han hecho posible el nacimiento de Jesús en el humilde lugar que señalaban los profetas. Dios escribe derecho con líneas torcidas.
En aquel tiempo, los pastores no eran aceptados como testigos en los tribunales. No eran de fiar. Pero Dios es sorprendente y siempre lo será. Él elige a los pastores como los testigos y mensajeros del nacimiento del Mesías. La grandeza de Dios se sirve de la pequeñez y de la pobreza para hacerse creíble. Los pobres nos evangelizan.
Las palabras de Isaías se hacen realidad. Ahora sí que el pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una luz grande. El texto evangélico contrapone a la noche de nuestra vigilia humana  el resplandor de la presencia divina. De hecho, nos  dice que a los pastores “la gloria del Señor los envolvió de claridad”. Sólo los humildes y marginados son iluminados.

EL MENSAJE
La última parte de este relato tan conocido nos llena siempre de sorpresa, de humildad y de esperanza.
• De sorpresa, por la noticia: “Os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”. Nosotros esperamos ser salvador por la técnica o por la política,  por la violencia de las armas o por los pactos de poder. Pero el Salvador viene de lo alto.
• De humildad, por la señal: “Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Desearíamos encontrar la señal de Dios en la fuerza o en la erudición. Pero la verdadera señal es la de la vida inerme. La de la vida que surge en la pobreza.

• De esperanza, por la alabanza angélica: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Buscamos nuestra gloria y por ella nos afanamos. Pero es la gloria de Dios la que nos guía. Su gloria es que el hombre viva. Ese es el signo de su amor.

La sabiduría y la Palabra Jn 1,1-18 (NAC2-16)

“La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio de su pueblo”. Así comienza un hermoso poema  que se encuentra en el libro del Eclesiástico, con referencia a la sabiduria de Dios (Eclo 24,1).
El texto continúa proclamando que la sabiduría ha brotado de la boca del Altísimo, actúa en sintonía con su voluntad y pone su morada entre los hijos de los hombres.
Evidentemente, esa sabiduría de origen divino, que preside la obra de la creación, no puede asimilarse a la simple erudición humana. Es la fuente viva. La fuente de la vida, que renueva todas las cosas de este mundo.
La sabiduría divina trasciende todos los planes humanos. Y no se limita a ofrecer a los hombres este o aquel saber. Más que el arte del saber, es el don del sabor.

LA VIDA Y LA LUZ

El evangelio que hoy se proclama ha sido leído también en la tercera misa de la fiesta de la Navidad, así como el día 31 de diciembre. Esa reiteración subraya la importancia de este texto con el que comienza el Evangelio de Juan (Jn 1, 1-18).  Son ideas como dardos.
• “Al principio ya existía la Palabra”. Antes de los mundos y de nuestras historias, más o menos importantes, ya existia la Palabra de Dios, el proyecto de Dios, que, en realidad, coincide con su amor y su misericordia.
• “En la Palabra estaba la vida”. No son nuestras palabras las que generan la vida. No son ellas las que dan sentido a la vida. Nuestras palabras sólo tienen valía cuando son un reflejo de la Palabra eterna de Dios.
• “La vida era la luz de los hombres”. Es sorprendente esa identificación: palabra –vida- luz. Sin la Palabra de Dios, nuestra vida es mortecina y nuestro caminar es un deambular a tientas en medio de las tinieblas.

LA CARNE Y LA GLORIA

Con todo, el poema con que se abre el evangelio de Juan no nos remite solamente a la eternidad divina. En él se da cuenta del valor de la temporalidad humana.
• “La Palabra se hizo carne”. Siempre ha habido gentes y movimientos que han tratado de ignorar el valor del cuerpo y de la peripecia humana. Pero la Palabra de Dios no es un sonido vacío. Se ha hecho carne en Jesús de Nazaret.
• “La Palabra habitó entre nosotros”. Puso su tienda de campaña entre nosotros. Caminó por nuestras sendas. No sólo se dejó oir, sino que se dejó ver y tocar. Por eso puede ser aceptada o rechazada. Por eso puede guiar nuestros pasos.
• “Hemos visto su gloria”. En la Palabra que se ha hecho carne hemos descubieto la gloria de Dios y la humanidad de Dios. Pero en ella hemos podido descubrir también la gloria del hombre y la divinización del hombre por obra y gracia de la misericordia de Dios.