ENERO: Bautismo de Jesús, día de la PAZ, retomando el Tiempo Ordinario, fichas, manualidades, actividades, libros, humor, juegos, cómics, resúmenes, fichas, lecturas, videoclips, música... ***Si bien los materiales propios del blog están protegidos, su utilización ES LIBRE (aunque en ningún caso con fines lucrativos o comerciales) siempre que se conserve el diseño integral de las fichas o de las actividades así como la autoría o autorías compartidas expresadas en las mismas.
Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus
La alegría del compartir Lc 3,10-18 (ADV3-24)
1. El evangelio es la continuación del mensaje personal del Bautista que ha recogido la tradición sinóptica y se plasma con matices diferentes entre Mateo y Lucas. Nuestro evangelio de hoy prescinde de la parte más determinante del mensaje del Bautista histórico (3,7-9), en coincidencia con Mateo, y se centra en el mensaje más humano de lo que hay que hacer. Con toda razón, el texto de los vv. 10-18 no aparece en la fuente Q de la que se han podido servir Mateo y Lucas. Se considera tradición particular de Lucas con la que enriquece constantemente su evangelio. No quiere decir que Lucas se lo haya inventado todo, pero en gran parte responde, como en este caso, a su visión particular del Jesús de Nazaret y de su cristología.
2. Por tanto, podemos adelantar que Lucas quiere humanizar, con razón, el mensaje apocalíptico del Bautista para vivirlo más cristianamente. En realidad es el modo práctico de la vivencia del seguimiento que Lucas propone a los suyos. Acuden al Bautista la multitud y nos pone el ejemplo, paradigmático, de los publicanos y los soldados. Unos y otros, absolutamente al margen de los esquemas religiosos del judaísmo. Lucas no ha podido entender a Juan el Bautista fuera de este mensaje de la verdadera salvación de Dios. Este cristianismo práctico, de desprendimiento, es una constate en su obra.
3. Nos encontramos con la llamada a la alegría de Juan el Bautista; es una llamada diferente, extraña, pero no menos verídica: es el gozo o la alegría del cambio. El mensaje del Bautista, la figura despertadora del Adviento, es bien concreto: el que tiene algo, que lo comparta con el que no tiene; el que se dedica a los negocios, que no robe, sino que ofrezca la posibilidad de que todos los que trabajan puedan tener lo necesario para vivir en dignidad; el soldado, que no sea violento, ni reprima a los demás. Estos ejemplos pueden multiplicarse y actualizarse a cada situación, profesión o modo de vivir en la sociedad. Juan pide que se cambie el rumbo de nuestra existencia en cosas bien determinantes, como pedimos y exigimos nosotros a los responsables el bienestar de la sociedad. No es solamente un mensaje moralizante y de honradez, que lo es; es, asimismo, una posibilidad de contribuir a la verdadera paz, que trae la alegría.
Testigos de la luz Jn 1,6-8.19-28 (ADV3-23)
“Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios” (Is 61,10). El tercer domingo de Adviento está siempre marcado por el signo de la alegría. El profeta proclama que Dios le ha puesto un traje de salvación y lo ha envuelto con manto de justicia. Con esas prendas se siente tan feliz como un novio que se prepara para celebrar su boda.
Pero su alegría no es solamente individual. Con una imagen muy sugerente, afirma él que, al igual que un jardín hace brotar sus semillas, así también el Señor hará brotar la justicia ante todos los pueblos.
Durante el tiempo de Adviento acompañamos a María en su estado de buena esperanza. En lugar del salmo responsorial, se recita hoy el canto con el que ella celebra el haber sido elegida por Dios: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava” (Lc 1,46-48).
San Pablo exhorta a los fieles de Tesalónica a vivir una alegría que nace de la oración y en ella se manifiesta: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar” (1Tes 5,16).
LA LUZ Y LA VOZ
El evangelio de este domingo tercero del Adviento nos ofrece dos sugerentes imágenes que resumen el espíritu y la misión de Juan el Bautista.
• “No era él la luz, sino testigo de la luz”. Los profetas habían vivido tiempos de oscuridad, anhelando la llegada de la luz. Juan había sido llamado y enviado a anunciar la aparición de la luz y para ser testigo de su resplandor. Ser testigos de la luz había de ser también la señal y la vocación de los que aceptaran al Mesías.
• “Yo soy la voz que grita en el desierto”. Los hebreos que tuvieron la fortuna de regresar a Jerusalén tras el exilio en Babilonia, fueron exhortados a preparar en el desierto un camino al Señor. Juan se presenta ante su pueblo con la humildad de quien solo quiere ser una voz que en el desierto trata de preparar el camino del Mesías.
Damos gracias a Dios porque, a lo largo de los siglos, muchos han seguido el ejemplo de Juan. También en este momento de la historia abundan los profetas que anuncian el evangelio y nos ayudan a descubrir la acción de Dios en nuestra sociedad.
LA PRESENCIA
En la predicación de Juan el Bautista sobresale la insistencia en anunciar la presencia del Mesías, que pasa inadvertida para las gentes de su pueblo.
• “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. La primera parte de la frase era muy importante. Aquel era el momento decisivo para descubrir que había llegado el tiempo mesiánico tan esperado. En medio de las gentes estaba ya el Mesías prometido.
• “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Muchas personas esperaban un mesias poderoso y triunfador. No estaban preparadas para reconocerlo como era en realidad. No recordaban que algún profeta lo anunciaba también como un perseguido y humillado.
• “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Pero aquella palabra de Juan el Bautista había de ser escuchada en todo tiempo y lugar. También hoy ocurre muchas veces que ignoramos el sentido de la salvación y la presencia del Salvador.
Dar testimonio de la luz Jn 1,6-8.19-28 (ADV3-23)
1. El evangelio de hoy, como ya hemos apuntado , es una confesión de Juan el Bautista sobre Jesús. El testimonio de Marcos sobre Juan el Bautista es muy escueto. Por ello, en la liturgia se recurre a otras tradiciones cristianas. Los primeros versos de esta lectura evangélica podrían pertenecer con todo derecho al «prólogo» del evangelio, aunque literariamente surgen dificultades para que así sea. Es como el proemio a la narración del evangelio joánico que, no obstante sus altos vuelos, no prescinde de lo que parece históricamente adquirido: Jesús viene después del Bautista, quizás estuvo con él, pero su camino era otro bien distinto. Con Juan se cierra el AT y lo cierra el mismo Jesús anunciando el evangelio, no simplemente penitencia.
2. El Logos, la Palabra de Dios que se hizo carne por nosotros, que vino a los suyos, recibió el testimonio del profeta último del AT, pero los suyos no quisieron recibir la luz, porque esta luz iba a poner de manifiesto muchas cosas sobre el proyecto verdadero de la salvación. La luz es un término muy profundo en la teología joánica. El Bautista no era la luz, como algunos discípulos suyos pretendieron (y la polémica es manifiesta en el texto), sino que venía como “precursor”, como amigo del esposo. La segunda parte de esta lectura nos sitúa ya en la historia del Precursor que tuvo que aclarar que no era él quien había de venir para salvar, para iluminar, para dar la vida. El era la voz que gritaba en el desierto.
3. Está latente en el evangelio de Juan como un juicio entre la luz y las tinieblas, y el autor quiere partir del testimonio del Bautista para que su argumentación sea más decisiva. Su bautismo no era más que un rito penitencial de agua. «El que había de venir» traería algo definitivo que no quedaría solamente en penitencia, sino que llevaría a cabo el cumplimiento de lo que se anuncia en Is 61,1-10, como se nos ha leído previamente. No es otro el sentido que debe tener la reinterpretación que la liturgia de hoy nos brinda del texto profético y del evangelio joánico.
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/17-12-2023/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
Esperar la venida del Señor Mc 1,1-8 (ADV2-23)
“Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión. Alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén. Álzala, no temas; di a las ciudades de Judá: aquí está vuestro Dios” (Is 40,9). Esta exhortación se encuentra en la segunda parte del libro de Isaías. Llega el final del destierro que el pueblo ha padecido en Babilonia. Un heraldo ha de anunciarlo a las gentes.
El centro de su mensaje es que Dios está dispuesto a renovar los gestos con los que en otro tiempo liberó a su pueblo de la esclavitud sufrida en Egipto. Su misericordia se hará muy notoria para todos. Es hora de preparar al Señor el camino del nuevo éxodo que él quiere recorrer con los que van a retornar a su patria.
El salmo responsorial se hace eco de esa promesa de liberación. “La salvación está ya cerca de sus fieles… La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos” (Sal 84).
La esperanza es un don de Dios. Pero nosotros hemos de responder a su iniciativa. Hemos de estar preparados para “esperar y apresurar la venida del Señor” (2 Pe,3,12).
EN EL DESIERTO
Según el profeta, en el desierto había que preparar el camino al Señor. Según el evangelio, en el desierto se oye un grito: “Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,3). El desierto era antes la vía de retorno de los desterrados. El desierto es ahora el lugar donde resuena la voz de Juan el Bautista.
• “Preparar el camino al Señor”. Con demasiada frecuencia pretendemos que Dios venga a solucionar milagrosamente nuestros problemas. La voz del Bautista nos invita a hacer algo por nuestra parte. Dios está dispuesto a venir en nuestro auxilio. Pero nosotros podemos y debemos cambiar las estructuras y preparar el camino por el que ha de llegar su ayuda.
• “Allanad sus senderos”. Son muchos los que se niegan a colaborar con Dios. Unos porque niegan su existencia y otros porque desconocen su misericordia. Es hora de pensar cómo podemos allanar los caminos para que sea perceptible su presencia. También los que decimos creer en Dios necesitamos examinar los obstáculos que ponemos a su acción.
No podemos excusarnos diciendo que vivimos en un desierto. Porque también en el desierto oyen voces proféticas que nos exhortan a vivir una esperanza comprometida.
DONES Y FRUTOS
Pues bien, el profeta del desierto nos sorprende también ahora por su valentía y su sobriedad, por su humildad y por su fe en el mensaje que pregona.
• “Detrás de mí viene el que puede más que yo”. Juan anuncia al que viene. No podemos caer en la desesperanza. Tenemos que escuchar las voces que anuncian la posibilidad y la llegada de la salvación y denuncian nuestra comodidad y nuestra presunción.
• “Él os bautizará con Espíritu Santo”. Hemos sido bautizados con agua. Nuestro bautismo significa el don de la fe recibida y el compromiso de vivirla cada día. El Espíritu de Dios nos concede sus dones para que podamos anunciar su frutos.
El camino de Dios es el Evangelio Mc 1,1-8 (ADV2-23)
1. Se inicia en todos los sentidos el evangelio de Marcos. Como prólogo sirve para marcar las diferencias y los vínculos con el AT. Para ello se ha valido de la figura de Juan Bautista, que es una figura señera del Adviento. Históricamente, sabemos que Juan el Bautista predicó la llegada de un tiempo decisivo, que él mismo no podía alcanzar a ver con toda su radicalidad; pero de la misma manera que el AT es la preparación del NT, Juan resume toda esta función. Marcos (quien sea esta figura del cristianismo primitivo) escribe una obra que llama “evangelio”, buena noticia, ¡toda una proeza!. Pero esa buena noticia está en contraste con muchas cosas del pasado, las mejores de las cuales las representa en este instante el profeta del desierto, Juan el Bautista.
2. El Bautista era un profeta apocalíptico, y en el texto se nos describe con los rasgos del gran profeta Elías (2 Re 1,8, Mal 3,23), por eso no podrá entender plenamente la grandeza del evangelio que viene, incluso después de haber bautizado a Jesús. Juan está en el desierto, y el desierto es sólo una etapa de la vida del pueblo; es un símbolo de retiro, de penitencia, de conversión. El desierto es lo que está antes de la “tierra prometida”, y así hay que interpretarlo como semiótica certera. Pero también es verdad que es un marco adecuado para anhelar y desear algo nuevo y radical. Eso le sucede a Juan: presiente que algo nuevo está llegando... para lo que pide conversión.
3. Pero la conversión cristiana, la que propondrá Jesús, debe llevar también el signo de la alegría. No obstante, los cristianos, cuando tuvieron que revisar la misma predicación de Juan el Bautista, supieron dotarla de los elementos teológicos que marcaban la diferencia entre lo que él hacía y lo que haría aquél al que no era capaz de desatar la sandalia de sus pies. El bautismo de Juan y el bautismo cristiano están diferenciados por el Espíritu; no se trata solamente de penitencia. Los que seguían a Juan debían renunciar a su pasado. Los que siguen a Jesús, además de eso, tendrán un “espíritu” nuevo. Por lo mismo, y aunque Juan representa lo mejor del AT, también la esperanza que mana del mismo queda alicorta con respecto a lo que Jesús ha traído al mundo.