Hace unos días, leí en el tablón de noticias de Google –esa selección de novedades que el buscador favorito de la humanidad hace para ti, a partir de las buscas previas que hayas realizado y que le han revelado tus gustos e intereses– esta, tomada del diario Hoy: http://www.hoy.es/extremadura/alerta-colapso-servicio-20180507122740-nt.html. Transcribo su información más relevante: CC. OO. ha alertado de la «dramática situación» del Servicio de Anatomía Patológica y Citología del Hospital Infanta Cristina, de Badajoz, colapsado por la escasez de personal. La falta de profesionales que padece ha hecho que 3.000 pacientes todavía estén esperando el resultado de sus citologías y biopsias, fundamentales para el establecimiento de un diagnóstico y, por lo tanto, de un tratamiento que en muchos casos puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Según CC. OO., los trabajadores del Servicio han denunciado muchas veces esta situación al gerente del Área de Salud de Badajoz, sin que este haya solucionado el problema. El periódico también se hace eco del hecho de que el Servicio de Anatomía Patológica y Citología del Infanta Cristina cuenta con maquinaria que ha costado 2,3 millones de euros, pero no con personal capacitado para utilizarla, que es algo así como tener aeropuertos sin aviones, estaciones de tren sin trenes, autopistas sin coches, polideportivos sin deportistas y ciudades de la justicia sin justicia ni apenas ciudad, entre muchos otros carísimos despropósitos: situaciones desgraciadamente frecuentes en España, gracias a la ineptitud, cuando no a cosas peores, de nuestros regidores públicos. La noticia no me ha sorprendido: yo ya sabía de este desastre, que es, en realidad, peor de lo que ha denunciado el sindicato. Mi mujer, anatomopatóloga, trabajó siete meses, entre finales de 2016 y mediados de 2017, en ese Servicio de Anatomía Patológica, y fue, según me contó, la peor experiencia profesional de su vida. Para alguien que ha trabajado en siete hospitales de alto nivel en España, Gran Bretaña y los Estados Unidos, una afirmación como esa revela una catástrofe total. En efecto, en el Servicio, ya entonces, había pocos médicos y pocos técnicos, muchos menos de los que las instituciones científicas consideran adecuados para atender el volumen de trabajo del Infanta Cristina (que vaya nombrecito, por otra parte). Ahora el número de trabajadores debe de ser todavía inferior, aunque solo sea porque ella puso pies en polvorosa. Sin embargo, lo importante no es constatar la falta de personal, sino saber por qué se produce. Aunque el SES consiga contratar a más trabajadores –y lo tendrá difícil–, si no se atajan los problemas subyacentes del Servicio, no conseguirá retenerlos ni, en consecuencia, atender como es debido a las necesidades de los enfermos. Y esos problemas tienen que ver con la organización, la gestión y el ambiente de trabajo. Tras muchos años de desidia e inhibición por parte de los responsables del Servicio –y del hospital–, lo que quedaba del Servicio de Anatomía Patológica era una jaula de fieras, en la que varios médicos se habían interpuesto denuncias cruzadas por mala praxis; algunos eran objeto de la inquina y el aislamiento de los demás, por no hablar de mobbing; y no pocos se habían ido, aprovechando la primera oportunidad que se les había ofrecido para huir de un entorno siniestro y enrarecido. La cultura de la denuncia en Extremadura está muy extendida, aunque, paradójicamente, no se oriente a la resolución cabal de los problemas ni sirva para mejorar los servicios públicos: solo obedece a la necesidad de afirmar la conformidad con lo que se estima procedente, sin ánimo real de alcanzar una transacción o consenso que beneficie a todos y, en especial, a los ciudadanos. Se denuncia con prurito avasallador para defender el propio estatus o un concepto calderoniano de la dignidad, pero las cosas siguen funcionando tan mal como siempre. En el Servicio de Anatomía Patológica funcionaban las capillitas y los grupitos, heredados de una situación que se había corrompido con los años, con daño manifiesto para la eficacia del servicio. También era aquel Servicio un nido de incompetentes: con alguna excepción, el nivel profesional era ínfimo. Cuando Ángeles ofreció sus conocimientos y su experiencia para formar un grupo de trasplante pulmonar, que no existía ni existe en Extremadura, y prestar así un servicio excepcional a los extremeños (pero que es normal en otras comunidades y países), no solo se le respondió con el silencio, sino que se le asignaron especialidades que no tenían nada que ver con la neumología. Cuando manifestó que consideraba prioritario trabajar para aumentar la calidad del servicio, el gerente del hospital le respondió que la calidad era muy cara. Y cuando, en fin, comunicó a ese mismo gerente los abusos y maltratos de los que acabó siendo objeto, el mismo gerente del hospital le contestó que aquello eran "chiquilladas". En el Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Infanta Cristina de Badajoz se dan absurdos como el denunciado por CC. OO.: que disponga de aparatos de última generación, pero no de profesionales que sepan utilizarlos, pero también otros como que se contrate a técnicos de laboratorio para que, cuando ya estén formados en el Servicio (una tarea delicada, que supone mucho dinero y esfuerzo), se les despida, a fin de poder contratar a otros técnicos, a los que habrá, de nuevo, que formar: se prefiere, así, contratar más, y dilapidar los recursos, a contratar mejor, y perfeccionar la prestación. En el Servicio, por otra parte, nadie investiga nada, ni publica nada en revistas científicas, ni recicla sus técnicas y conocimientos en encuentros y simposios. Allí solo se trata de sacar a paladas, como sea, mejor o peor (y la mayoría de las veces es peor), los miles y miles de biopsias y citologías que se acumulan sin descanso. Y se acumulan porque no hay quien las haga: porque la gente –por lo menos, los buenos, o los que no tienen ganas de soportar la tóxica atmósfera laboral que se respira allí– se va. Y tampoco quiere ir nadie. Es muy importante que los servicios médicos se nutran de nuevos empleados, que los rejuvenezcan y les den un nuevo impulso y, con la formación adecuada, continuidad. Pero poquísimos MIR quieren ir a Extremadura, y aún menos al Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Infanta Cristina de Badajoz: el Hoy, otra vez, informaba el pasado 26 de abril de que solo 15 de los primeros 2.800 MIR habían elegido formarse en Extremadura (y ninguno había optado por Anatomía Patológica): http://www.hoy.es/extremadura/solo-medicos-primeros-20180426214825-nt.html. Entre los profesionales, que un servicio sea un desastre se acaba sabiendo; que en un servicio no haya posibilidades de promoción profesional se acaba sabiendo; que el nivel técnico de un servicio sea nefasto se acaba sabiendo. Y todo eso ocurre allí. Lo que este Servicio necesita es una reestructuración profunda que acomode necesidades y recursos; el establecimiento de los incentivos suficientes como para que los buenos profesionales –tanto los veteranos como los MIR– encuentren atractivo trabajar en él; la introducción de la calidad, en sus distintas vertientes –clínica, investigadora y asistencial–, como criterio principal de funcionamiento; y la mejora de un ambiente envenenado, del que desaparezcan la animosidad, la incomunicación, el favoritismo y la cortedad de miras. También le vendría bien que el equipo de gobierno del hospital hiciera aquello para lo que se supone que ha sido nombrado: gobernar, en lugar de tolerar la descomposición del centro mientras ningún problema salte a la palestra pública y de abstenerse después de tomar cualquier medida para recomponerlo. Es lamentable que Extremadura padezca situaciones como esta. Y también que solo se conozcan cuando se denuncian en los medios de comunicación. A los servidores públicos hay que recordarles que están para servir, y que servir pasa por atender a, y a ser posible resolver, los problemas de los ciudadanos sin necesidad de que les saquen los colores ante los demás, sino solo por honradez, compromiso y sentido del deber.
Te aplaudo. No se puede decir mejor ni más claro.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Refleja a la perfección el problema.
ResponderEliminar!Qué triste situación! !Que pena de Extremadura!
Excelente
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