Cuando éramos niños esperábamos ilusionados la Nochebuena.
Redactábamos una ingenua carta con una enorme lista de "quiero que me traigas",
y pasábamos contando los días con un aparato que llamábamos "ya sólo faltan".
Y cada mañana nos asomábamos a ver cuantos días faltaban para Navidad.
Pero a medida que se acercaba el día, las horas se nos hacían eternas
y pasaban llenas de advertencias de "si no te portas bien".
Gozábamos las posadas, visitábamos a la familia, íbamos de compras,
llenábamos de focos nuestro pino hasta que, por fin, llegaba la anhelada Nochebuena.
La casa se llenaba de alegría y, con la mágica aparición de los regalos,
las ilusiones se volvían realidad y, por un momento,
olvidábamos el verdadero significado de la Navidad.
Hoy nuevamente llega la Nochebuena y la historia se repite con los hijos,
que pasan los días redactando borradores de tiernas cartas con una imaginación sin límites.
Piden, piden y piden: juguetes, pelotas, muñecas, "o lo que me quieras traer".
Y mientras a los niños la Navidad los llena de ilusión,
a los adultos nos llena de esperanza y nos permite convivir con la familia
regalándonos unos a otros cariño y buenos deseos, brindando por nuestros éxitos,
apoyándonos unos a otros, apoyándonos en nuestras derrotas y tratando de entendernos.
¡Porque la mejor forma de festejar el nacimiento de Jesús es llamando al que está lejos,
olvidando rencores tontos y resentimientos necios... amando y perdonando!
Gabriel García Márquez
Que la Navidad te devuelva las ilusiones de la infancia,
los placeres de la juventud y la tranquilidad del hogar.
¡Feliz Navidad!
2 comentarios:
Muchísimas gracias. Lo malo es cuando ya no hay niños, sino adultos que perdieron la ilusión en el camino.
En fin, al menos vuelven a casa por Navidad. Benditos sean.
Gracias a ti Moony, por no dejar que se pierda esa ilusión a través de tus letras, besos miles.
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