E. L. JAMES
- ¿Dónde has dormido?
(...)
- En mi cama -me responde, de nuevo con la mirada impasible.
- Oh.
- Sí, para mí también ha sido una novedad -me dice sonriendo.
- Dormir con una mujer... sin sexo.
Sí, digo <<sexo>>. Y me ruborizo, por supuesto.
- No -me contesta moviendo la cabeza y frunciendo el ceño, como si acabara de recordar algo desagradable-. Sencillamente dormir con una mujer.
Coge el periódico y sigue leyendo.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
- ¿Eres un sádico?
- Soy un Amo.a mí en todo voluntariamente.
Sus ojos grises se vuelven abrasadores, intensos.
- ¿Qué significa eso? -le pregunto en un susurro.
- Significa que quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente.
Lo miro frunciendo el ceño, intentando asimilar la idea.
- ¿Por qué iba a hacer algo así?
- Por complacerme -murmura ladeando la cabeza.
Veo que esboza una sonrisa.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
- Olvídate de las normas. Olvídate de todos esos detalles por esta noche. Te deseo. Te he deseado desde que te caíste en mi despacho, y sé que tú también me deseas. No estarías aquí charlando tranquilamente sobre castigos y límites infranqueables si no me desearas. Ana, por favor, quédate conmigo esta noche.
(Christian, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
Estira el brazo y del bolsillo del pantalón saca su corbata de seda gris... la corbata gris que deja pequeñas marcas del tejido en mi piel. Se sienta rápidamente a horcajadas sobre mí y me ata las muñecas, pero esta vez anuda el otro extremo de la corbata a un abarrote del cabezal blanco de hierro. Tira del nudo para comprobar que es seguro. No voy a ir a ninguna parte. estoy atada a mi cama, y muy excitada.
Se levanta y se queda de pie junto a la cama, mirándome con ojos turbios de deseo. Su mirada es de triunfo y a la vez de alivio.
- Mejor así -murmura.
Esboza una maliciosa sonrisa de superioridad.
(Christian, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
- ¿Puedo ir contigo? -pregunta al fin.
¿Qué?
- Eh... no creo que sea buena idea.
- ¿Por qué no?
- Confiaba en poder alejarme un poco de toda esta... intensidad para poder reflexionar.
Se me queda mirando.
- ¿Soy demasiado intenso?
Me echo a reír.
- ¿Eso es quedar se corto!
A la luz de las farolas que vamos pasando, veo que tuerce la boca.
- ¿Sé está riendo de mí, señorita Steele?
- No me atrevería, señor Grey -le respondo con fingida seriedad.
- Me parece que sí y creo que sí te ríes de mí, a menudo.
- Es que eres muy divertido.
- ¿Divertido?
- Oh, sí.
- ¿Divertido por peculiar o por gracioso?
- Uf... mucho de una cosa y algo de la otra.
- ¿Qué parte de cada una?
- Te dejo que lo adivines tú.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
- Ay, Anastasia Steele, ¿me acabas de poner los ojos en blanco?
Mierda.
- ¡No! -chillo.
- Me parece que sí. ¿Qué te he dicho que haría si volvías a poner los ojos en blanco?
Joder. Se sienta al borde de al cama.
- Ven aquí -me dice en voz baja.
Palidezco. Uf, va en serio. Me siento y lo miro, completamente inmóvil.
-Aún no he firmado -susurro.
- Te he dicho lo que haría. Soy un hombre de palabra. Te voy a dar unos azotes, y luego te voy a follar muy rápido y muy duro. Me parece que al final vamos a necesitar ese condón.
Me habla tan bajito, en un tono tan amenazador, que me excita muchísimo.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
Oh, no... esto no pinta bien, a mi subconsciente le tiemblan las piernas. Está enfadado por algo: podría ser por lo de José, lo de Georgia, lo de las bragas, que me haya mordido el labio. Dios, mira que es fácil de enfadar.
- ¿Adónde me llevas? -digo.
- Al embarcadero -espeta.
Me agarro a sus caderas, porque estoy cabeza abajo, y él avanza decidido a grandes zancadas por el césped a la luz de la luna.
- ¿Por qué?
Me falta el aliento, ahí colgada de su hombro.
- Necesito estar a solas contigo.
- ¿Para qué?
- Porque te voy a dar unos azotes y luego te voy a follar.
- ¿Por qué? -gimoteo.
-Ya sabes por qué -me susurra furioso.
- Pensé que eras un hombre impulsivo -suplico sin aliento.
- Anastasia, estoy siendo impulsivo, te lo aseguro.
Madre mía.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
- Estaba teniendo un sueño tan bonito -gimoteo.
- Con qué soñabas? -pregunta paciente.
- Contigo.
Me ruborizo.
- ¿Qué hacía esta vez?
- Intentabas darme de comer fresas.
En su labios se dibuja un conato de sonrisa.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
- Cariño, ya sabes lo que dicen: hay que besar a muchos sapos para encontrar al príncipe azul.
Le dedico una sonrisa torcida, agridulce.
- Me parece que he besado a un príncipe, mamá. Espero que no se convierta en sapo.
(Carla y Anastasia, Cincuenta Sombras de Grey, E. L. James)
Mi queridísima señorita Steele:
En las relaciones vainilla también hay azotes, ¿sabes? Normalmente consentidos y en un contexto sexual... pero yo estaría muy contento de hacer una excepción con usted.
Te tranquilizará saber que el doctor Flynn también disfruta con mi sentido del humor.
Ahora, por vete a dormir; si no, mañana no servirás para nada.
Por cierto... suplicarás, créeme. Y lo estoy deseando.
(Christian, Cincuenta Sombras más Oscuras, E. L. James)
- Me parece que ha estado haciendo algo malo, señorita Steele -me acusa, pero sin perder la sonrisa.
- Me encanta hacer cosas malas cuando estoy contigo.
- ¿Te encanta? -pregunta, y me besa levemente los labios-. ¿Sexo o desayuno? -pregunta con sus ojos oscuros, pero rebosantes de humor.a
Clava su erección en mí y yo levanto la pelvis para acogerla.
- Buena elección -murmura con los labios pegados a mi cuello, y sus besos empiezan a trazar un sendero hasta mi pecho.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras más Oscuras, E. L. James)
Me cruzo de brazos y me quedo mirándole. Esto ha sido demasiado lejos.
- No -proclamo tercamente.
Tengo que defender mi postura.
- Puedes ir por tu propio pie o puedo llevarte yo. Lo que tú prefieras, Anastasia.
- No te atreverás -le desafío.
No me montará una escenita en plena Segunda Avenida...
Esboza media sonrisa, qe sin embargo no alcanza a sus ojos.
- Ay, nena, los dos sabemos que, si me lanzas el guante, estaré encantado de recogerlo.
Nos miramos... y de repente se agacha, me coge por los muslos y me levanta. Y, sin darme cuenta, me carga sobre sus hombros.
- ¡Bájame! -chillo.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras más Oscuras, E. L. James)
- No sé si adorarte puesto de rodillas o si darte unos azotes que tedejen sin aliento.
(...)
- Prefiero la segunda opción, gracias -susurro desesperada, mientras el aplauso se va apagando.
(...)
- Estás sufriendo, ¿eh? Veremos qué podemos hacer para solucioanr eso -insinúa, mientras desliza el índice por mi barbilla.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras más Oscuras, E. L. James)
- Me encanta el Christian filantrópico -murmuro.
- ¿Solo ese?
- Oh, también el Christian megalómano, y el Christiano obseso del control, y el Christian experto en el sexo, y el Christian pervertido, y el Christian romántico y el Christian tímido... La lista es infinita.
- Eso son mucho Christians.
- Yo diría que unos cincuenta.
Ríe.
- Cincuenta Sombras -dice contra mi pelo.
- Mi Cincuenta Sombras.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras Liberadas, E. L. James)
Me coge la mano y yo le sigo por el piso y subo con él la escalera. Delante de la puerta del cuarto de juegos se detiene, se inclina y me da un beso suave antes de agarrarme el pelo con fuerza.
- Estás dominando desde abajo, ¿sabes? -murmura contra mis labios.
- ¿Qué? -No sé de qué está hablando.
- No te preocupes. Viviré con ello -susurra divertido, me acaricia la mandíbula con la nariz y me muerde con suavidad la oreja-. Cuando estemos dentro, arrodíllate como te he enseñado.
- Sí... Amo.
me mira con los ojos brillándole de amor, asombro e ideas perversas.
(Christian y Anastasia, Cincuenta Sombras Liberadas, E. L. James)
E. LOCKHART
<<Sé normal, vamos. Ahora mismo.
>>Porque lo eres. Porque puedes serlo>>.
(Candence, Éramos mentirosos, E. Lockhart)
Mirren hace una pausa. Luego dice:
—Sé un poco más amable de lo necesario.
Eso nos hace callar a todos. Parece imposible discutirlo.
Entonces, Johnny dice:
—Nunca comas nada que sea más grande que tu culo.
[...]
—Está bien, tal vez... —Gat se mira las uñas—. Noa ceptes un mal que puedas cambiar.
—Estoy de acuerdo con eso —digo.
Porque lo estoy.
—Yo no —objeta Mirren.
[...]
—Haz siempre lo que temas hacer —digo yo—. Ese es el mío.
(Mirren, Johnny, Gat, Cadence, Éramos mentirosos, E. Lockhart)
EDEN MAGUIRE
- Eso es lo que me enamoró de ti... eso y tus ojos. ¿Te he dicho alguna vez que mirarte a los ojos es como nadar en un mar de chocolate? Podría ahogarme en ellos y morir feliz.
(Phoenix, Cuatro Almas: Jonas, Eden Maguire)
-¡Eh! ¿No estás asustada? -sus labios se curvaron hacia abajo. Aún se burlaba de mí mientras seguía acariciándome con el pulgar-. ¡Estás colgada de un zombi!
(Phoenix, Cuatro Almas: Jonas, Eden Maguire)
- No tenemos mucho tiempo -insistió Phoenix-. Tengo que hacértelo entend. El amor no se acaba solo porque no esté contigo. Continúa. Yo te quiero. Tú me quieres... para siempre.
- ¿Dónde continúa el amor? ¿Cómo?
(...)
- Simplemente, continúa. Cada vez que piensas en mí; eso es amor. Cada puesta de sol, cada gota de agua transparente como el diamante ne el río Deer... eso es el amor.
- Oh, pero eso no basta. Te necesito conmigo, ¡a mi lado!
(Phoenix y Darina, Cuatro Almas: Jonas, Eden Maguire)
- Darina, tú sabes perfectamente qué se siente cuando se te rompe el corazón, el momento exacto en que sucede.
Asentí
(...)
- Perdí a Jonas y, crac, mi corazón se partió en dos. Como te pasó a ti con Phoenix.
(...)
-¿Y sabes qué es lo peor, lo peor de todo?
Zoey calló a la espera de mi respuesta, pues estaba segura de que yo la sabía.
- Que eres incapaz de decirle adiós -susurré.
(Zoey y Darina, Cuatro Almas: Jonas, Eden Maguire)
- Darina, pensé... tuve miedo de...
- ¿De perderme? -me percaté de repente-. De eso nada, Phoenix.
Se acercó despacio a mí.
- Cada vez que te alejas, siento que no puedo soportarlo. Se me desgarra el corazón.
- A mí también.
(...)
- No quiero que nadie... no quiero que ningún otro tipo se acerque a ti.
- No dejaré que se acerquen -le prometí.
Me abrazó fuerte.
- Te quiero y no puedo tenerte.
(Phoenix y Darina, Cuatro Almas: Arizona, Eden Maguire)
- Dime una cosa, señor zombi. ¿Cómo es que todo se vuelve borroso en torno al <<acontecimiento>> -Lo mismo había sucedido con Jonas; cuando regresé al otro lado, cortesía de su señor, el todopoderoso Hunter, los recuerdos del accidente es sí estaban borrados-. Tú y Summer... tampoco recordáis.
(Phoenix y Darina, Cuatro Almas: Arizona, Eden Maguire)
- No tengo tiempo para ensayar -le expliqué. Primero la obligación y luego la devoción.
- Tiene la cabeza en otras cosas -Le explicó Logan en un murmullo a Hannah-. Tiene su propia misión secreta.
- ¿Para hacer qué? -Oliendo el cotilleo, Hannah aguzó el oído.
- Está husmeando sobre la muerte de Arizona. El dedo de Darina está sobre el botón de autodestrucción, esperad y veréis.
(Darina, Logan y Hannah, Cuatro Almas: Arizona, Eden Maguire)
- Hasta entonces, estaremos atrapados. -El tono de Arizona era amargo-. Aquí, en tierra de nadie… muertos pero no en paz, aquí pero no aquí, sin poder confiar en nadie ni descansar un momento. No tienes ni idea, Darina, de cómo es.
(Arizona, Cuatro Almas: Arizona, Eden Maguire)
- Recuerdo cada segundo que pasamos juntos. Están aquí guardados. -Sedio unos golpecitos en la frente y luego en las sienes-. ¿Sabes qué desearía?
- ¿Qué?, ¿tener más tiempo? (...)
- Desearía que pudiera meterlos en una botella y guardarlos allí. No quiero que se me escape ni un momento, nunca. Quiero que tu voz esté conmigo dondequiera que yo esté, que tus ojos me miren tal como me están mirando ahora, cogidos del brazo, uno al lado del otro.
- Nunca me habías hablado así.
- Nunca lo había puesto en palabras -susurró él-, pero tú ya lo sabías.
Asentí.
- Deja que hable el corazón, eso es lo que tú me dijiste una vez. Pero también es buen oírlo de tu boca.
(Phoenix y Darina, Cuatro Almas: Summer, Eden Maguire)
Supongo que el viento ahogó mi voz. Se hizo más fuerte y se convirtió, una vez más, en mi peor pesadilla: el sonido de alas que me perforaban los tímpanos, aumentando hasta convertirse en un rugido ensordecedor, a pesar de que me tapaba las orejas con las manose imploraba que cesara. Luego el sonido de las alas se hizo más fuerte que se me metió dentro de la cabeza, el cielo se oscureció y las apariciones en forma de calavera eclipsaron el sol.
(Darina, Cuatro Almas: Summer, Eden Maguire)
<<El amor no acaba solo porque yo no esté por aquí.>>
Es la voz de Phoenix lo que oigo ahora, aunque no puedo verle la cara.
<<Cada vez que pienses en mí, eso es amor. Cada puesta de sol. Cada gota diamantina de agua del río Deer. Eso es amor.>>
(Phoenix, Cuatro Almas: Phoenix, Eden Maguire)
¿Sabes qué pasa cuando el amor y la pérdida te superan? El dolor te nubla la mente, caes en su trampa.
(Darina, Cuatro Almas: Phoenix, Eden Maguire)
Pero uno no siempre puede tener lo que quiere. Debí aprender esa lección el día en que murió Phoenix. Lo cierto es que cuanto más quieres algo, más seguro puedes estar de que vas a perderlo. Aunque eso no te impide quererlo.
<<Phoenix, quédate conmigo, no me dejes aquí sola.>>
(Darina, Cuatro Almas: Phoenix, Eden Maguire)
ELENA CASTILLO CASTRO
- Duncan es un patoso bailando. Deberías ser mi pareja de vals -oí el susurro en sueños y sentí un cálido cosquilleo en mis tobillos. Me sentí arropada bajo el edredón, con mis pies incluidos.
(Albert, Baile de Luciérnagas, Elena Castillo Castro)
- ¿Digamos? ¿Y por qué vienes a mi aula si la tuya es otra?
- Porque esta tiene mejores vistas -lo dijo con una mirada maliciosa, no supe si se refería a mí y era un cumplido, o si quería decir que desde allí se podía ver el majestuoso camino de entrada del colegio.
Solo pude responderle:
- ¡Ah!
(Albert y Alex, Baile de Luciérnagas, Elena Castillo Castro)
- ¿Y cómo sabré que el duelo ha terminado? -fue la única pregunta que yo le hice.
Casi sonrió satisfecha por mi participación al final de la charla.
- Cuando recuerde con ternura y agradecimiento los momentos junto a sus padres sin sentir el golpe de dolor en el pecho.
(Miss Gorelick y Alex, Baile de Luciérnagas, Elena Castillo Castro)
Terminó el recorrido agarrando con fuerza mi hombro y la descarga de bienestar que irradió no tuvo nada que ver con el inesperado impulso de Albert, que se abalanzó sobre mí para estrellae sus labios contra los míos y dejarme totalmente inmóvil.
Sentí mi cuerpo estremecerse y este respondió devolviéndole el beso desesperadamente. No quería separarme de él y que aquella excepcional sensación desapareciera.
Justo cuando yo ejercía más fuerza que él con mis labio se separó bruscamente y, durante una décima de segundo, creí ver pánico en sus ojos. Deslizó su mano temblorosa por ni brazo en recorrido inverso.
Me sorprendí a mí misma atónita y con los labios pidiendo más.
- Espero que esto como prueba, porque no pienso pellizcarte y hacerte daño -Albert había retrocedido unos pasos pero inmediatamente volvió a desplegar su sonrisa habitual.
(Albert y Alex, Baile de Luciérnagas, Elena Castillo Castro)
- Duncan dice que eres buena gente.
- ¿Ah sí?
- Yo creo que eres rara.
(Nelly y Alex, Baile de Luciérnagas, Elena Castillo Castro)
- ¿Me podría fiar de ti si te pido que no abras los ojos hasta que te lo diga? -me preguntó.
- Claro -contesté con un tono de voz dudoso.
- Pues yo creo que no -se rió divertido y sentí cómo se movía detrás de mí -. Más bien creo que no podrás aguantar el impulso de abrirlos aunque sea un poquito así que te voy a anudar mi corbata alrededor de los ojos.
(Albert y Alex, Baile de Luciérnagas, Elena Castillo Castro)
ELIA BARCELÓ
—He estado en tantos sitios que sé seguro que siempre puede ser peor. Es de las pocas cosas que tengo claras en esta vida: que sea lo que sea lo que te pase, siempre puede ser peor.
(Lenny, Anima Mundi: Hijos del Clan Rojo Elia Barceló)
Estuvo a punto de echarse a reír descontroladamente al oírse decir que tenía un poco de prisa porque su cerebro terminó la frase en su interior: «Verás, Lenny, tengo un poco de prisa porque tengo que salir huyendo no sé bien por qué, ni sé tampoco adónde; mi mejor amiga me ha abandonado para siempre y está con un tipo que me parece realmente peligroso y que se la acaba de llevar a la otra punta del mundo; esta mañana han matado a uno de mis profesores pensando que era Clara; he recibido un mensaje de mi madre desde el Más Allá; he tenido una interesante conversación con un notario que no lo era y que ha desaparecido por arte de magia; llevo seis mil euros en la mochila y no puedo siquiera despedirme de mi padre antes de irme de mi ciudad, de mi instituto y de todo lo que conozco».
(Anima Mundi: Hijos del Clan Rojo Elia Barceló)
ELIZABETH LIM
—La guerra impone un alto precio —dijo lady Sarnai—, y de ese sacrificio nace la paz. A veces debemos renunciar a lo que valoramos por el futuro de nuestro país, ya sea un hermoso abanico, nuestro honor o nuestras vidas. Al final, todos pertenecemos a los dioses.
(Lady Sarnai, Tejer el alba, Elizabeth Lim)
Riéndose, extendió el brazo para tocarme la mejilla.
—Ojalá nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, Maia. —Retiró la mano—. Pero he venido para ayudarte. Lo necesitas. —Su cercanía me encogió el estómago—. Lo cual me recuerda —dijo Edan como si estuviera leyéndome la mente— que no seguiremos fingiendo que eres un chico. Si la gente está buscando al lord Hechicero y al sastre imperial, que viajan juntos, será mejor que seas una chica..
(Edan, Tejer el alba, Elizabeth Lim)
—Finlei… Finlei era el líder. El valiente. —Me temblaba la voz—. Sendo era el soñador. —Edan me apretó la mano para animarme a continuar—. Keton era el bromista, el divertido… aunque cuando volvió de la guerra no lo era tanto.
—¿Y tú?
—Yo era la obediente.
—No —respondió Edan—. Tú eres la fuerte.
La fuerte, la que mantenía unidas las costuras de mi familia.
(Edan y Maia, Tejer el alba, Elizabeth Lim)
—Lo que no he visto nunca es un hechicero enamorado —añadió—. Supuestamente no deben amar, ¿lo sabías? En ciertos sentidos, los preparan para ser como los monjes, compasivos y altruistas, con la diferencia de que ellos no aman a nadie y nosotros a todo el mundo. Tu hechicero es distinto.
(Ci'an, Tejer el alba, Elizabeth Lim)
Día tras día y noche tras noche, tejía el alba y descosía el anochecer.
(Tejer el alba, Elizabeth Lim)
ELSPETH COOPER
Gair basculó el peón sobre la base con la punta del dedo, intentando aún dar con el movimiento adecuado. Darin dio vueltas rápidas a la bolsita, colgada del dedo índice,canturreando una melodía indefinida.
- ¿El movimiento equivocado?
- Digamos que yo no lo haría si estuviera en tu piel, y ésa es toda la ayuda que voy a prestarte.
Gair seguía sin verlo, a pesar de la insistencia del belisthano. Por la diosa, no podía estar más desconcentrado. Aquello no tenía futuro. Ella formaba parte del consejo, y él ni siquiera se había graduado, por mucho que tuviera la capa en el fondo del armario.
- Estoy acabado, Darin, como bien sabes. ¿Por qué no dejas que me rinda para que pueda retirarme a lamerme las heridas?
- Ni hablar.- El belisthano resopló alegre-. Tu asombroso juego te ha llevado a este atolladero, y ahora vas a tener que salir de él por tus propios medios.
(Gair y Darin, Bajo la Hiedra, Elspeth Cooper)
- No sé a qué te refieres.
Otro corte de manzanda siguió al primero.
- Suele manifestarse por primera vez a los diez u once años, dos arriba dosabajo, aunque a menudo se producen signos antes. Cobra mayor fuerza cuando al joven le cambia lavoz, o el pelo le crece en brazos y piernas como la mala hierba después de llover. Luego aprende a usarla, en cierto modo. Al principio son cosas pequeñas, como encender velas, pero poco a poco cobra fuerza en su interior hasta que aprende a controlarla, antes de que ella acabe controlándolo a él. -Un tercer pedazo de manzana precedió a la sonrisa de Alderan-. ¿Qué tal lo estoy haciendo?
(Gair y Alderan, Bajo la Hiedra, Elspeth Cooper)
ESTHER SANZ
Cada vez que uno disfruta intensamente de un momento así, abre la libreta y lo anota. A la izquierda, describe la situación: un primer beso, una declaración apasionada, el nacimiento de un hijo... Y a la derecha, cuanto duró esa sensación de amor intenso, esa experiencia en la que el corazón parecía a punto de salírsele a uno del pecho. Cuando alguien se muere abrimos su libreta, sumamos lo que ha amado y lo inscribimos sobre su tumba. En el bosque de los corazones dormido solo cuenta ese tiempo, porque para nosotros es el único vivido.
(El Bosque de los Corazones Dormidos, Esther Sanz)
- James, no soy quien tú crees.
- Yo tampoco.
Aquella respuesta me desconcertó.
- Soy un descendiente directo de Jack el Destripador. Y tengo mucho interés en tocar tu corazón. -Arqueó una ceja-. En sentido literal. Ya sabes...
Me guiñó un ojo y solté una carcajada.
(James y Clara, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- Hasta que la ciencia no avance más sobre la oxidación de las células, solo hay un método humano para detener el tiempo.
- ¿Cuál?
- Este -susurré mientras acercaba mis labios a los suyos para fundirlos en un beso.
(Robin y Clara, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- Tú ganas.
- Sí. Y no hace falta que te recuerde lo que eso significa.
-Aún así, me gustaría escucharlo de tus labios.
Una súbita timidez se apoderó de mí al pronunciar estas palabras:
- Quiero salir de aquí y... hacer el amor contigo.
- ¿estás segura?
Asentí con firmeza.
- Está bien (...)
(Robin y Clara, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- Ni lo sueñes -retrocedí aterrorizada-. No pienso tomármelas y mucho menos que me encierres en tu maletero.
- Clara, no lo hagas más difícil. ¡Haz lo que te digo!
- ¡No! (...)
- Ahora no hay tiempo para explicaciones.
Me agarró del mentón con fuerza y metió las píldoras en mi boca.
Las escupí y golpeé su pecho furiosa.
Después de eso, agarró mis muñecas y las inmovilizó con una sola mano. Con la otra, sacó cuatro pastillas más del frasco. Tumbada en la cama, sentí la presión de su cuerpo como una pesada losa.
- Por favor, no me obligues -gimoteé desesperada-. ¿Por qué me haces esto?
(Robin y Clara, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- ¿Por qué quieres acostarte con Robin?
El hecho de que hablara de él en tercera persona me hizo pensar que mi insconsciente ni siquiera había detectado que fuera él mismo quien me hacía las preguntas.
(Silencio.)
- Forma parte del plan. Si logro que me saque al exterior y que pierda la cabeza por mí, tendré alguna oportunidad de huir de aquí. Seducirle para escapar, de eso se trata.
Esta vez fue Robin el que enmudeció durante unos segundos.
- ¿Sientes algo por Robin?
(...)
- Sí, intento luchar contra eso, pero no lo consigo del todo.
- ¿Y qué es lo que más te gusta de él?
- Me gusta cómo besa y cómo huele. También me gustan sus ojos, su corte de pelo, su piel suave... Me gusta cómo sonríe y lo que siento cuando está cerca...
(...)
- ¿No te estarás enamorando de él?
- Sí, creo que así es.
La risa musical de Robin ponía fin a aquella grabación.
Lancé el iPod con rabia contra la pared.
(Robin y Clara, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- ¿Dónde te regalaron el carné?
- Yo no he dicho que lo tenga.
- ¡Para ahora mismo la furgoneta!
Aunque no abrí los ojos, imaginé a James esbozando una sutil sonrisa. Conocía la expresión de su rostro cuando hacía gala de su humor inglés.
(James y Berta, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- ¿Estás llorando por mí? -susurró con voz temblorosa.
- Claro que no... -Mi voz se quebró y me sequé las mejillas con el brazo.
- Mi hermosa hada... No sufras. La mala hierba del jardín nunca muere...
(Robin y Clara, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- Supongo que tendrás muchas preguntas que hacerme.
- Solo una.
Nuestras miradas se encontraron.
- ¿Qué sientes por él?
(Bosco y Clara, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- Espero que me emborracharas con buenas intenciones -dijo arqueando una ceja-. En cuanto a por qué me has atado y has dormido abrazada a mí... prefiero no hacer preguntas.
(Robin, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
- Te dejaste ganar, ¿verdad?
Después de un silencio, volví a insistir:
- La noche que subimos al jardín...
Su aliento cálido rozó mi cuello al contestar.
- ¿Tú qué crees?
- Que eres un tramposo.
- ¿Por dejarte ganar?
- Sí. Yo no hubiera intentado seducirte si tú no... -Detuve mis palabras al notar cómo mis mejillas se encendían.
- Me gustó que lo hicieras... -me susurró al oído-. Y un pajarito me dijo que para ti tampoco fue tan horrible.
(Robin y Clara, El Jardín de las Hadas sin Sueño, Esther Sanz)
-A veces la perfección resulta difícil de soportar, ¿no crees?
- Si hubiera una vacuna contra ella, me la pondría sin pensarlo -respondí con tristeza recordando a Bosco.
- La hay -respondió Álvaro-. Se llama olvido. Solo quién olvida el amor puede ser inmune a la belleza.
(Álvaro y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
- En cambio, entre Cloris y Céfiro... -continuó Robin devolviéndome al cuadro- Hay un amor apasionado y real. Aunque el romance entre ellos empieza de una forma brusca, él aprende rápido a tratarla con más... <<dulzura>>. -Hizo una pausa para asegurarse de que cataba su sutileza-. Y ella se da cuenta enseguida de que están hechos el uno para el otro.
(Robin y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
- ¿Has olvidado que soy un chico listo?
- No. Hay muchas cosas de ti que no he olvidado.
- Esa respuesta merece un comentario más extenso -dijo Robin mirando su reloj y tomando después mi mano.
(Robin y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
- Robin... Yo... -Me senté a su lado y trencé mi mano a la suya-. Esto es lo más temerario, estúpido y hermoso que nadie ha hecho jamás por mí.
Sonrió al reconocer en mis palabras las mismas que había pronunciado él al encontrarse conmigo, por primera vez, en Florencia.
- Entiendo que te parezca estúpido y hermoso. -Arqueó una ceja divertido y borró las lágrimas de mi mejilla con la otra mano-. Pero ¿qué tiene de temerario ir al cine, contemplar un cuadro o pedir platos nuevos en un restaurante?
(Robin y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
- Ojalá hubiéramos tenido estas normas en la Organización -bromeó-. Si tú y yo perteneciéramos a esa secta, ahora mismo te pediría un beso.
- Si tu y yo perteneciéramos a esa secta... -me acerqué a sus labios y los besé con pasión durante unos segundos -no sabrías si te lo he dado porque lo deseaba o porque soy obediente con los mandamientos.
(Robin y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
Me arrepentí de mis palabras nada más pronunciarlas, pero ya estaban dichas y su efecto fue inmediato.
- Interesante. -Sus labios se torcieron en una media sonrisa-. ¿Y hay algo más que te guste de mí?
(Robin y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
- ¿Dónde están los demás? -le pregunté inquieta.
- Violeta los ha acompañado a sus habitaciones. -Me miró con suspicacia-. ¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso deseas ir con Robin?
- No... Bosco me necesita ahora a su lado.
- Y tú, Clara, ¿a quién quieres a tu lado? ¿Lo sabes?
Le miré sin comprender.
- Tienes que elegir, Helena. Y será mejor para todos que esta vez lo hagas bien.
- ¡Yo no soy Helena! -exclamé.
(Dante y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
- ¿Estás segura de que es eso lo que te mueve a encontrar la semilla? -continuó-. Porque yo no lo estoy de que tus motivos sean tan nobles como dices. ¿De verdad actúas por el bien de la humanidad... o por interés propio?
Aquella insinuación me arrancó una bofetada que aterrizó en su mejilla. Me arrepentí enseguida de mi gesto, pero ya era tarde. El daño estaba hecho. El mismo que él me había causado con sus palabras.
(Robin y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
Debía elegir a uno de los dos.
Ambos me observaban impasibles a través de sus mascaras.
Blanco o negro.
Bosco o Robin.
(Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
- Yo no soy Helena, Dante... Pero, piénsalo bien, si lo fuera, mi decisión correcta no sería Bosco, ni Jonás, ni Robin... sino la persona a la que traicioné. Solo escogiéndola a ella podría saldar mi deuda con el pasado y resarcir el error que despertó la ira de Jonás y la destrucción de todos los eternos -dije con un susurro casi inaudible-. Si yo fuese Helena, mi elección correcta serías tú.
Me miró fijamente mientras asimilaba mis palabras con una sonrisa.
- Esa es otra posibilidad, querida, que no he dejado de contemplar nunca.
(Dante y Clara, La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
<<Solo se vive una vez, pero si lo haces bien, una es suficiente>>.
(La Ciudad de la Luna Eterna, Esther Sanz)
—Pero a tu relato le falta algo. No hay novela que se aguante sin una buena historia de amor —bromeé mirando a Elisabeth con una sonrisa—. Has dicho que salía una chica... ¿Cómo era?
Enmudeció un instante y me miró fijamente a los ojos antes de decir:
—Exactamente como tú.
(Jim y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
Desde el umbral pude ver a un hombre joven tumbado sobre un diván acolchado. Estaba de espaldas y tenía una almohada sobre la cabeza.
Era Patrick Groen.
Estaba dormido.
Y desnudo.
(Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
—Hay cosas que es mejor no saber nunca.
Su voz ya no sonaba lejana ni amplificada.
—En cualquier caso, resulta extraño mantener una conversación con alguien que se esconde.
Estaba decidida a levantarme cuando noté una mano en mi hombro. Logré sofocar un grito, pero no pude apaciguar el ritmo de mi corazón desbocado cuando me susurró al oído:
—¿Quién dice que me escondo?
(Patrick y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
—Está bien, entonces solucionemos el asunto del uniforme cuanto antes, tal y como ya ha hecho con mi pelo —respondí mientras me desabotonaba el vestido con dedos inseguros.
Quería demostrarle que tenía agallas y que no era una niña asustada a la que pudiera intimidar con reprimendas y castigos. Sin embargo, me arrepentí de aquel gesto nada más notar cómo el vestido caía a mis pies. ¿Acaso me había vuelto loca? ¿Qué pretendía quedándome en ropa interior delante de él? ¿De verdad pensaba que con aquel pulso iba a solucionar algo?
—¿Mejor así? —le reté manteniendo la cabeza erguida.
—Sí... Aunque es una lástima que no hayas errado también en la lencería. De esa forma podrías enmendar el agravio de esta mañana y estaríamos en paz.
—¿Qué quieres decir?
—Que todavía has visto más de mí que yo de ti...
Un rubor de timidez inundó mis mejillas.
—¡Eso no es cierto!... Lo sería si hubiera visto tu cara.
Patrick no respondió.
(Patrick y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
—Háblame de tu novela... ¿Ha salido ya la chica de tu sueño? —le pregunté finalmente.
—En realidad, sí. Pero tiene un dilema.
—No me lo digas. No sabe si irse o quedarse en la isla... ¿A que sí?
Observé cómo su mirada se deslizaba con una sonrisa por mi rostro, deteniéndose en las pecas que salpicaban mi nariz y mis mejillas, para llegar finalmente a la boca.
—¡Qué va! Es mucho más grave que eso... No sabe si besar o no al protagonista.
(Jim y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
—¿Significa eso que no va a haber más represalia que esas estrellas lejanas?
—Los actos tienen consecuencias, Luisa... Pero, a veces, no hay mayor castigo que el que nos infringimos a nosotros mismos. El mío ahora es no estar aquí contigo, contemplando ese cielo que ven tus ojos.
Su respuesta, y la dulzura con la que pronunció aquellas palabras llenas de magia, me dejaron totalmente desconcertada.
(Patrick y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
—Debí avisarte también de algo que quizá no sabes. ¿No has oído nunca que «la curiosidad mató al gato»?
—Pero no a la gata —repliqué divertida—. Y como bien dices, el género del animal es un matiz importante en Sark.
—Aprendes rápido... Pero preguntas demasiado.
—Hay muchas cosas que me gustaría saber... Pero por el hecho de ser mi jefe, y el amo y señor de este hotel, me veo incapaz de preguntarte ciertas cosas... No sería correcto.
—¿Desde cuándo te preocupa ser correcta?
—Desde que mi jefe me aconseja que finja ser buena.
—Touché. —Enmudeció unos segundos antes de volver a hablar—. Te propongo una cita fuera de las reglas de Silence Hill. Así podrás satisfacer tu curiosidad y ser todo lo incorrecta que quieras.
(Patrick y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
—El amor es una isla, Louise.
Asentí sin saber muy bien a qué se refería.
—Y no debería importarnos tanto si nos corresponden o no. Amar eleva el alma y nos hace sentir vivos... ¡Peor para el otro si no siente lo mismo! —Puso los ojos en blanco y me hizo reír—. Aunque parezca contradictorio, no hay nada más egoísta, íntimo y solitario que enamorarse perdidamente.
(Madame Pirrier y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
Una fuerza extraña me empujaba poderosamente hacia él, como el vértigo al abismo, y nada podía evitar que me acercara a su precipicio.
(Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
Me erguí y me volví lentamente para que pudiera contemplarme de frente. Una mezcla de timidez y orgullo me llevó a tragar saliva mientras alzaba el mentón y sentía el pulso rápido en la sien.
—¿Suficiente? —murmuré.
—Nunca... Pero ven a mi lado y sigamos con este juego antes de que me vuelva loco del todo.
(Patrick y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
—El perdón es una cualidad de los fuertes... Los débiles nunca podrán perdonar.
Patrick me miró fascinado y añadió:
—Solamente aquel que es bastante fuerte para disculpar una ofensa, sabe amar... También lo dijo Gandhi.
(Patrick y Luisa, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)
—Si el amor es una isla, yo quiero naufragar en ti.
(Patrick, Si el Amor es una Isla, Esther Sanz)