No ha sido un día cualquiera. Ha sido un día de mierda. De esos en los que todo se junta, y que no parecen tener final....
Pero todos lo tienen. A veces hasta bueno.
Y hoy, el punto final lo ha puesto una sonrisa. La que me ha sacado un hombre que pedía en el tren, en mi viaje de camino a casa.
Cuando llegué al andén, lo encontré inquieto, esperando la llegada del convoy.
Un hombre que va a pedir; me dije, sin más, y seguí con mi libro. El tren no tardó demasiado. Y justo antes de entrar en él, vi cómo aquel hombre se miraba en el cristal de la puerta, se atusaba el pelo y aclaraba su voz. Su singular ritual de preparación para el discurso, captó mi atención...
Al subir al vagón, nos cruzamos y me dijo
"Perdón, señora", aunque una fugaz mirada a mi rostro le sirvió para corregirlo con un
"...¡señorita!". Ante tal rapidez de refrejos, le sonreí. Y él me dijo:
"Gracias por esa sonrisa". En ese momento, se colocó finalmente frente a su somnoliento auditorio y empezó su discurso: sencillo, directo, emotivo. Sin dejar de mirarme de reojo.
Como no podía ser de otra manera, le di el poco suelto que llevaba. Otra sonrisa, esta vez suya. Y una frase de despedida:
"Descansa, bonita". Me chocó que mi cara delatara tal agotamiento, y me quedé pensativa aunque aún alegre.
Ya me imagino contándole a alguien:
"No veas, con el día tan maravilloso que he tenido hoy, y esa chica de cara cansada del tren me ha dejado, no sé, de bajón" :P