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Este viernes (13 de abril) se produjo la segunda reunión de La Peña quesera, con alguna variación en los participantes, y sin que tengamos aún un nombre para la misma (se admiten sugerencias). No solo eso, sino que se nos olvida la puesta en común, damos las notas aleatoriamente, no hacemos caso de maridajes ni divorciajes,…., es decir, que nos dejamos de pijaes y nos centramos en lo que de verdad importa: darse un homenaje de buenos quesos. En esta ocasión la organización de la compra recayó en un colaborador habitual de este blog, Fn1, que se lo trabajó con Quesarte y se trajo unas fichas completísimas con sus características, análisis sensorial, y armonías (que nos ahorraron parte del trabajo). Pedro Martino esta vez, además de dejarnos la mejor mesa del comedor (frente a ese ventanal con esas maravillosas vistas), mantelería y cubertería, se curró los acompañamientos, con multitud de confituras, dulce de manzana, frutos secos,… que ayudaron a hacer de la cata una experiencia más grata. No solo eso, sino que además se unieron algunos integrantes de un grupo de cata de vinos de Gijón, que se trajeron una selección de vinos blancos franceses: tres Muscadet sobre lías de Pierre Luneau Papin (L d’or 2004 y 2005, y el Clos du Poyet 2002), un Sancerre del 2005, La Chêne Marchand, de François Crochet, y un vino de Chenin Blanc elaborado por Mark Angeli, La Lune, que sería el hermano más pequeño de los que elabora, y aún así sorprendente por su intensidad y franqueza. Los hermanos mayores deben de ser una maravilla. Prefiero no hacer un comentario a la ligera de estos vinos, merecedores de un post aparte, y también de alguien más entendido.
Empezamos con un Fromage Cremeaux de La Aquitanie, un queso de pasta semiblanda de leche de vaca pasteurizada, de intensidad media, prestoso de tomar, pero que no provocó ningún entusiasmo. Las notas estuvieron entre 70 y 80.
Seguimos con un Camembert al Calvados, elaborado según los cánones (21 días de maduración y leche cruda de vaca) , aunque venía con la corteza cubierta de pan rallado, frutos secos y calvados (un destilado de la sidra). Muy equlibrado y penetrante, con una acidez pronunciada, los añadidos le proporcionaban un fuerte olor a hongos que casaba muy bien. Fue o el mejor o de los mejores, con notas que fueron del 85 al 92.
Seguimos con un Olivade Chevre, un queso de la Provenza francesa elaborado con leche cruda de cabra, de 20 días de maduración, y relleno de tapenade de aceituna negra. Aunque el sabor de la aceituna combina especialmente bien con el del queso de cabra, nos pareció un poco flojo de intensidad. Las puntuaciones oscilaron entre los 70-75.
Seguimos con un queso Castilblanco Caprí, de la quesería Mare Nostrum, de la sierra norte de Sevilla, elaborado con leche cruda de cabra malagueña y con una maduración de 20 días. Queso de gran intensidad, incluso excesivo en su agresividad. Le faltó algo de riqueza cromática y le sobró un poco de amargor. Se situó en la parte baja de la tabla, aunque con división de opiniones, oscilando las notas entre los 65 y los 75 puntos.
Seguimos con una Quesailla de Aracena, de Huelva. Un queso elaborado con leche cruda de cabra andaluza y con una maduración mínima de 60 días. De textura semiblanda, tenía un sabor intenso pero más equilibrado, más suave, más rico en matices que el anterior, con notas frescas y una acidez equilibrada, aunque un poco pasado de sal. A mi personalmente creo que me gustó más que al resto de los catadores, oscilando las notas entre los 75 y los 83 puntos.
Seguimos con un queso llamado Los Corrales, de la Comunidad Valenciana. Elaborado con leche cruda de cabra y con una maduración mínima de 2 meses. Coagulación láctica. De sabor penetrante, acidez avellanada, bastante equilibrado, se mostró mucho más largo en la boca que el anterior. Notas parecidas, aunque con mayor preponderancia en la zona más alta de la horquilla.
Seguimos con un Soumatrain, un queso de pasta blanda de las zonas de Alsacia y Borgoña, elaborado con leche cruda de vaca y con una curación mínima de 2 meses. Concomitante con el Munster, cremoso, presenta una intensidad muy penetrante y notas de cereales tostados. Notas entre los 75-85, con división de opiniones.
Seguimos con un Idiazábal “Zumitz” etiqueta verde, elaborado con leche cruda de oveja latxa y una curación mínima de 6 meses. Equilibrado y elegante, se echó en falta un poco más de intensidad. Puntuaciones entre 75-80
Seguimos con el Piz Ever Bio del cantón suizo de Grissons. Un queso de pasta prensada y cocida elaborado con leche cruda y ecológica de vaca. Curación mínima de 8 meses. Queso a la manera clásica, elegantísimo, ligeramente ahumado, lleno de calidez y suavidad, con un sabor pleno a buen queso. Se convirtió, junto con el Camembert, en la estrella de la noche, sin división de opiniones. La puntuaciones oscilaron entre los 88 y los 95 puntos.
Seguimos con un Appezeller extra, un queso elaborado con leche cruda de vaca y una curación mínima de 8 meses.Pasta prensada semicocida. Un buen queso, con leves notas vegetales, en la línea del anterior, pero sin llegar a su altura. Notas entre 75-80.
Terminamos con una Torta del Casar Rafael Pajuelo, elaborado con leche cruda de ovejas merina y entrefina. Todos estuvimos de acuerdo en que, además de su característica intensidad, ésta se presentaba de forma más suave, cálida y equilibrada de lo habitual. En lo que no nos pusimos de acuerdo fue en si esto era una virtud (más elegancia) o un defecto (falta del punch habitual). En todo caso, estaba buenísima. Puntuaciones entre 80-85.
Los quesos vinieron con un punto de maduración excelente, y en general presentaron un nivel muy bueno,lo que junto al buen vino, el que seguimos en plan orgiástico y a un ambiente de lo más lúdico y desenfadado, hicieron de este encuentro una experiencia gratísima.