Soy María del Rocío de
Vargas Aguilera. Me gusta el olor de la tinta y el rasgueo del bolígrafo sobre
el papel, tal vez por eso tacho más que escribo. Las palabras juegan al
escondite en mis textos y, unas veces burlonas y otras solemnes, dejan apenas
entrever las dudas, locuras y pocas veces certezas de sus protagonistas. Los
mundos felices me esquivan; tal vez tenga que pasarme de lo analógico a lo
digital. La ironía, lo confieso, es mi pasión.
TATUAJE
“Esperó a soñar, para así, irse
con él” canturreaba la camarera.
Apoyado en la barra del bar se
contempló el tatuaje en el pecho. Una diminuta mariposa atrapada en la red sobre
su musculado pectoral. Recordó el dolor de la aguja perforándole la piel. Una
dentellada menos hiriente que la carcajada de su novio cuando se lo enseñó.
–No te rías, le dijo. Desde hoy luciré mis colores sólo para ti.
Aquella misma noche salió de su vida para
siempre.
“En cada nueva mano busca su
tacto y en cada copa su aliento”, continuó la canción.
Rocío De Vargas Aguilera