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jueves, julio 18, 2013

Charlando con: M: Crepusculo

El amigo M vuelve a asomarse por el blog de BD para compartir con nosotros sus inquietudes comiqueras.

El ayer.

Corría el año 1996 y Mark Waid se presentó en el despacho de James Robinson para enseñarle lo que era su nuevo proyecto: Kingdom Come. Robinson lo leyó atentamente y dijo algo así como “Está muy bien Mark, pero ¿tú has oído hablar del Crepúsculo de los superhéroes?”

Ni Mark Waid ni yo habíamos oído hablar de eso.

Así que rescatemos del armario el pijama y la bufanda del buen doctor y hagamos una llamada…

Estamos en el año 1987 y Alan Moore, claramente influenciado por la publicación del Dark Knight Returns de Frank Miller,  entendió que había llegado el momento de la edad adulta de los superhéroes. Después del éxito de Watchmen y en plena cúspide de su popularidad, envió un par de misivas y mantuvo al menos una reunión con directivos de DC en orden a la realización de un nuevo proyecto: “Twilight of the Superheroes”.  En la editorial  quedaron escandalizados con la obra, que consideraron  “demasiado adulta” y su proyecto fue aparcado en un cajón. En 1989, Moore salió de DC dando un portazo y la historia pareció quedar en el limbo de los “¿Y si…?” 

Pero la carga de la historia y la reputación de Moore eran tal en aquel momento que comenzaron a circular por la editorial fotocopias y fotocopias de fotocopias de aquel guión hasta que finalmente alguien decidió subirlo a la madre de todas las verdades (y de todos los bulos): Internet.

Y así, a mediados de los 90 se empezó a escuchar en los foros especializados la extraña historia de un guión de Moore guardado en los cajones de DC y que esta no se habian atrevido a publicar. La editorial guardó silencio inicialmente para luego reconocer su existencia e iniciar acciones legales contra la página Web que había iniciado la filtración, por lo que se llegó a la inevitable conclusión: ¿Por qué no preguntar a Moore?  Y Moore empezó a largar…

¿De que va esto?

Para aquellos pocos afortunados que aún no lo sepan, vamos con el destripe (para los anglófilos, spoiler).

La historia tiene lugar veinte años en el futuro (convirtiéndolo en 2007). El mundo ha cambiado. La sociedad ha colapsado, y los ciudadanos recurren a los superhéroes en busca de liderazgo. Esto ha provocado que los mismos formen dinastías reales y se conviertan de hecho en los  gobernantes de la Tierra. Esta historia  está siendo narrado   al  John Constantine actual (1987) por su propio yo futuro y por Rip Hunter, que han viajado en el tiempo para detener los acontecimientos que condujeron a este futuro distópico.
Para destruir cualquier oposición a sus planes, los héroes acometen una depuración de la comunidad de supervillanos. Los supervivientes,  como Lex Luthor y el Joker, forman la Casa de los Secretos, que controla Nevada. No obstante, actúan –más o menos- dentro de los límites de la ley, a fin de no atraer la atención sobre ellos. Superman y Wonder Woman, que ha cambiado su nombre a  Superwoman, se han casado, formando La Casa de Acero con sus hijos, Supergirl y Superboy. Controlan la Costa Este de los antiguos Estados Unidos. Por su parte, la familia Marvel formó la Casa del Trueno y controla la costa occidental. Batman ha desaparecido, pero se cree que lidera a una brigada de héroes "normales" que se oponen al régimen y pretenden librar al mundo de sus gobernantes opresores. Todos los extraterrestres, incluyendo los Linternas Verdes y los Thanagarianos, así como el Detective Marciano,  han sido exiliados de la Tierra y han formado la Casa de los Linternas en una de las lunas de Marte, desde donde observan la evolución del planeta y planean recuperar su status perdido. Hay otras casas, como la de los Titanes, pero de menor importancia.
El centro de la historia radica en la posible unión de las dos casas más poderosas (Trueno y Acero) a través de la boda de Superboy (convertido en un psicópata adolescente) y Mary Marvel Jr. Esta unión se ve como una catástrofe por las demás casas. De llevarse a cabo, el equilibrio de poder se rompería y el resultado podría ser capaz de imponer su hegemonía al planeta entero. Esto llevará a las otras casas a conspirar, conspirar y conspirar, rumbo a la inevitable batalla final: El Crepúsculo de los Dioses.
La misión del Constantine de 1987 es que esto nunca ocurra.

Y hasta aquí puedo leer. Moore destripa la historia de principio a fin, con sus tramas y subtramas y sus giros de guión (incluido su elegante final), por lo que aquellos a los que esta noticia les pille de nuevos podrán saber como termina todo con un par de clicks de Internet.
Complementariamente a la conversación con Moore se pueden encontrar las consideraciones iniciales del guión (el documento enviado a DC). El texto no tiene desperdicio y anticipa la explotación comercial del evento (merchandising, juegos de rol, etc.) así como una valoración del concepto de superhéroe como mito/ leyenda (lo cual implica un final para toda historia) y delimita dos tipos de público: uno joven y otro más adulto, interesado en  este nuevo enfoque.
A pesar de que la intención de Moore era contarlo todo con la finalidad de que DC no se aproveche de los réditos, si parece que algunos de los elementos de Moore han tenido trascendencia en la situación actual. Probablemente el más interesante de ellos es el regreso del multiuniverso, desaparecido desde la Crisis en las Tierras Infinitas (1985) y recuperado en The New 52. Moore propone –acertadamente en mi opinión- que su existencia posibilita la creación de historias al margen de la continuidad y de los inevitables crossovers y macroeventos (algo que DC intentó usar en los Elseworlds). ¿Cuántas ideas de aquella historia han sido recicladas por DC? Lo dejo a la opinión de los expertos. Sin embargo, aquellos que no quieran esforzarse demasiado no tendrán problemas en encontrar similitudes con Kingdom Come, The Authority o Juego de Tronos, por contar tres fenómenos recientes de alcance masivo.

Hace algún tiempo, alguien (un follonero, me temo) preguntó en este blog quien era el mejor guionista de cómics. Es una pregunta algo tramposa. ¿Cuál es la mejor canción o la mejor serie de televisión? Las circunstancias suelen depender de la etapa que hablemos, de tus gustos, del momento de tu vida en que te encuentras y de tus conocimientos. Aun así,  si aquí y ahora me preguntan quien ha sido el mejor guionista, creo que ya he contestado.





Deus et Machina… en Northampton.


M

martes, diciembre 27, 2011

Charlando con: M: Bizarro

El otro día reflexionaba acerca de una (frustrada) crónica sobre el recopilatorio de The Umbrella Academy. Con este cómic y el Ultimate-X de Loeb comparto la misma sensación: no sé si son productos dignos o si, poniéndome a favor del viento, escucho el eco de una carcajada.

Pero ya estoy divagando.

El caso es que pensando en el Umbrella (y también en el premio nacional del cómic otorgado a Santiago Valenzuela y su Torrezno) me vino a la cabeza una palabra: bizarro. ¿Son bizarros? Claro. Porque son… esto…ejem…bueno… ¿Qué demonios es bizarro exactamente?

Recurriendo a Internet, encontré el habitual significado anglosajón (más bien, franco-anglosajón) de la palabra (“bizarre”: raro, extravagante). Sí,  claro, son raros y un poco extravagantes. Pero yo creía que eso era friki (o friqui o como queráis escribirlo).

Mirando mas atentamente compruebas que en realidad existe un origen italiano de la palabra, mucho más interesante, de la que derivaba realmente nuestro bizarro. Este “bizzarro” se refiere, además, a alguien fogoso o valiente. Existe la teoría que se tomó del vasco “bizar” (barba) y que se refería a los mercenarios barbones, comunes en las guerras italianas del medioevo. La terminología viene aceptada y recogida en el diccionario RAE con el significado de valiente o esforzado.

Eso ya me cuadraba más. Después de todo, cosas como Hellboy o su primo Umbrella pueden ser consideradas como raras y heroicas a la vez.

Buceando aun más, me sorprendió encontrar una tercera acepción (popular) del término en el sentido “casposo”. Bueno, a mí no me parecen casposos y los ejemplos a los que se hacia referencia (cosas como el equipo-A o los madelman) pueden resultarme heroicos y casposos (más bien añejos) pero no raros (en su contexto). O sea que prefiero, al menos en el mundo del cómic, quedarme con el sentido híbrido del término (raro y heroico a la vez).

Y se acabó. Si habéis llegado hasta aquí, y como suele ser costumbre premiar a lectores fieles, os dejo un par de videos rescatados de una de las páginas consultadas: un crossover Marvel y un clásico DC (atención a este último, con la colaboración –involuntaria- del gran  John Barry).







PD: Como los post de Umbrella Academy, Ultimate-X y Torrezno nunca los escribiré (y dudo mucho que haga algo más antes del 2012) aprovecho para desear (nos) -“aunque mi saludo pudiera parecer esta vez algo interesado”- felices reediciones y buena suerte con El Catálogo para todos.

martes, octubre 11, 2011

Charlando con: M: Libreros vs clientes



El otro día sufrí un episodio “revival” y recordé mi paso por las distintas tiendas de cómics gallegas. De hecho, una de las cosas que más me gusta del salón (llamémosle así) de Coruña es ver a gente a la que no veo en un año, charlar un poco y comprarles algo (que me perdoné F., pero a ti te compró mi hermano).

Como si de casualidad se tratase, el domingo venía en El País una pseudo-entrevista con mujeres responsables de editoriales en la que, entre otras cosas, se hablaba de los peligros de Amazon y el formato digital. Una de ellas, así como de pasada, se acordaba de la figura del librero tradicional “al que habría que cuidar”.

Lo que extraje de esta entrevista es que a ellos, como editoriales, el pequeño librero les trae al pairo.
De la opinión institucional no diré nada, que bastante combatismo ya hay en este blog. Pero si diré algo del librero (de nuestro librero, que también hay la librería- quiosco y el librero tradicional, que merecen capítulos aparte)

Un librero es un tipo que sus tardes de sábado consisten en aguantarnos, que su verano es acudir a ferias y salones y que en sus tiempos muertos en la tienda (más de los que desearía) prepara pedidos y devoluciones. Que se preocupa en llegar a fin de mes con un negocio de clientela reducida y basado en un hobbie (y por tanto, prescindible si la crisis aprieta) y presionado cada vez más por las cadenas comerciales y las nuevas tecnologías.

Un librero es un tipo que siempre encuentra tiempo para ti, que escucha con una sonrisa la fatídica pregunta (“recomiéndame algo”), que se lleva tu bronca cuando no acierta (y su fama y su presión se incrementa cuando acierta), que lee todo (incluso aquello que le puede parecer insufrible) para poder darte una opinión “fundada” sobre el tema.

Un librero sabe donde está cada cosa y sabe si la tiene en tienda sin consultar el ordenador (aunque el sábado fallamos, Polina) y nunca te preguntará cosas como “¿Corben con K? o “¿Me lo puedes deletrear?”

Un librero es ese tipo que te recoge ese cómic con una esquina doblada o algún defecto más o menos perceptible en el ejemplar porque “el material es sagrado” y el cliente es “un amigo”.

Un librero es ese tipo que nunca te deja sin ese cómic que tu quieres (si de él depende), almacenando pufos de clientes / amigos basándose en el universal principio de la confianza (lo mismo que hacen las editoriales con ellos, vaya) y que compra maravillosas ediciones (frikadas, según ellos) de álbumes gráficos de importación a 100 € de media por si alguien las quiere (aparte de ellos, claro).

Un librero es el tipo que –contra su propio bolsillo- te dice que no te gastes dinero en un cómic porque “no vale la pena”.

¿Héroes?
Tal vez estén más cerca de lo que pensamos.


¿Y un cliente?

Un cliente es capaz de quitarse de vicios (mayormente porque este no le deja para otros), organizar excursiones a Fresnadillo (población: 101 hab.) “porque alguien le dijo a alguien que allí hay una tienda d.p.m.”, de pagar precios demenciales en Internet (“porque la edición del 93 es mucho mejor que esta”), de convertir una visita familiar a Madrid en una visita a “Elektra” (reconocimiento a nuestr@s mártires),  y de hacer colas delante de las tiendas / convenciones para que le hagan un dibujito (sin pagar, claro, ellos están allí “por amor”, no por un negocio).

Un cliente paga 40 euros por un tomo (o 20 por un tomito) a sabiendas de que le están timando pero, que caray, es Mignola.

Un cliente compra una y otra vez la “edición definitiva” con la esperanza de que, esta vez sí, sea la definitiva (y tal vez traiga cuatro páginas más con un final alternativo).

Un cliente soporta formatos jibarizados, diferentes encuadernaciones en una misma colección (ahora tapa blanda, ahora cartoné), escalonamiento en los tomos, formatos Absolute que no vienen a cuento (bueno, vienen al cuento de la recaudación)  y reimpresiones con malas elecciones de color o remontadas, la mayor parte de las veces por caprichos editoriales o mala elección de material original (o ambas cosas).

Un cliente soporta muertes y resurrecciones de “sus” personajes con sus consiguientes cabreos (puede que lo haya creado Stan o Bob, pero para ellos como si fuese de la familia), así como cambios de guionistas y dibujantes en sus colecciones (¡otra vez Loeb no, por favor!).

Un cliente tiene deudas astronómicas con su librero… y se sigue endeudando.

¿Superhéroes?
Vete un sábado por la tarde a la mansión de los bdeadores.
Verás unos cuantos.
Hasta puede que te firmen un autógrafo.


M

martes, septiembre 27, 2011

Charlando con: M



Cuando era adolescente, seguía los culebrones de televisión. Ahora, lo que me tiene enganchado es el culebrón de PdA.

La bomba (termonuclear convencional) estalló el 5 de agosto cuando Zona Negativa anunció que Planeta de Agostini (PdA) dejaba en diciembre de publicar los títulos de DC Cómics. Desde entonces, y con Planeta “de vacaciones” se montaron varias líneas argumentales alternativas:

1-La teoría de la conspiración (o el pez chico se come al grande): El Catálogo del Cómic (ECDC), cual Judas Iscariote, conspira contra la casa madre y le arrebata los derechos.

2-La Teoría Financiera (o Wall Street 3.0): Planeta prepara una maniobra financiera para librarse de su departamento de cómics, toda vez que no es tan rentable como ellos habían supuesto y piensan que una empresa más pequeña y con menores costes podría hacerse cargo de los mismos.

3-El Asesinato de Julio Cesar: La teoría más Philip K Dick y la más morbosa. Desde hace años, determinadas personas dentro y fuera de Planeta habrían “conspirado” para gestionar los derechos de DC una vez convencida la “casa madre” de que tal negocio no es rentable. Se trata de una realidad paralela a la teoría financiera, pero con trama más adulta.

Existen argumentos a favor de las tres líneas de pensamiento y en algunas opiniones las tres se entrecruzan. Para el que esté interesado, intentaré resumirlos.

1-Las cuentas no cuadran: Parece un hecho incuestionable que, cuando Planeta perdió en 2005 los derechos de Marvel, sufrió un duro varapalo. Si bien en aquel momento, la diferencia entre ambas editoriales no era un hecho tan reseñable, es cierto que el fenómeno de la venta de cómics en España había entrado en una fase ascendente (de aquellos polvos, estos lodos, pero dejo ese cabo suelto). Planeta pensó que se reponía de la perdida al quitarle a Norma los derechos de DC (con unas supuestas  limusinas por medio). Esto, más que salvar a PdA, hundió a Norma.

No obstante, lo que en principio parecía una buena idea luego no lo fue tanto. Y la culpa, quien lo iba a decir, fue de Walt Disney. La compra de Marvel por Disney no solo nutrió a esta última de nueva carne para su cañón, sino que descubrió una franquicia deficientemente explotada: las películas de superhéroes. Y como la tecnología ya estaba al nivel (Raimi dixit), las cuentas cuadraban. Los resultados son demoledores: Marvel 4- DC 1.

Todo lo anterior –más el oportuno cambio de ciclo en Marvel- motivó que a día de hoy Marvel gane por paliza a DC en el ranking de cómics más vendidos (en USA, aquí los datos siguen bajo secreto de estado).

2- La cuentas no cuadran (II): Al margen de esto, empezó a correr el rumor entre el mundillo de la deficiente calidad de Planeta, con sus errores en las ediciones (Muerte de Clark Kent, All Star Superman), ejecutadas discutiblemente (Predicador y las ampollas que levanto el uso de “la palabra”, el reciente Príncipe Valiente) y con precios caros (en comparación con los de su rival italiano). PdA había decidido  apretar el acelerador hacia la recaudación prescindiendo de las grapas y lanzándose al nuevo mercado de los tomos en edición cartoné, siguiendo el ejemplo de Panini, pero con una sustancial diferencia de cantidad / precio (¿por qué?: otro cabo que queda suelto).

3-¿Qué hacemos?: Y aquí es donde las cosas se ponen raras. Las diferentes teorías dicen que, o bien  DC de cara a su “año cero” intenta ganar más eliminado al intermediario, gestionando las cosas desde casa con tan solo un equipo de mínimos para la tradumaquetación digital (ECDC) que le gestione una imprenta (para la edición papel) y una distribuidora (SD), o bien Planeta busca rentabilizar la inversión con una cesión de derechos a otra empresa, que trabajaría con colaboradores de la casa madre (se hablaba de un posible desembarco de editores y otra gente de Planeta). Y, en el medio, la posibilidad de que fuerzas oscuras, tras haber tomado el control de PdA división de cómics, haber organizado a su conveniencia el negocio de la venta por Internet (a través de la tienda Planetacómic, que es la marca digital de… El Catálogo del Cómic, que a su vez es… la librería Cosmic de Barcelona) habrían convencido (por las buenas o no) a Planeta que les dejara el negocio.

4-¿Hay Futuro? Con los teléfonos de Planeta descolgados (la historia de Forum/Planeta merece capítulo aparte), los del Catálogo diciendo que no dirán nada mientras Planeta no anuncie sus novedades de Diciembre  (¿trabajan para ellos y no las saben?) y la gente nerviosa y  sin saber que pasará con sus colecciones de La Cosa del Pantano o Starman por solo citar dos (al parecer Planeta se reserva determinados derechos, entre ellos los de Los Muertos Vivientes, con lo cual todo es aún mas extraño) lo único que sabemos es la promesa de que ECDC respetará las ediciones que Planeta deje inconclusas en cuanto a formato y aspecto (y me temo que en cuanto a precio).

¿Existe una teoría de la conspiración en Planeta? ¿Han perdido realmente los derechos? ¿Se trata de una subcontrata? ¿Puede realmente ECDC, con una dimensión pequeña  y con gente de un origen envuelto en las sombras (malditos cabos sueltos), gestionar el catálogo que PdA no supo gestionar? ¿Estarán sus ediciones a la altura? ¿Se encontrarán aquellos que se han gastado 240 eurazos en Starman con la misma colección de oferta dos meses después? ¿Quién va a editar el manga y las series que Planeta tiene fuera de la línea DC y de las cuales aún conserva los derechos? ¿Qué pasará con Los Muertos Vivientes?

¿Acabaremos teniendo todos que aprender inglés de una puñetera vez?

Supera esto, Brian Michael Bendis.

M

martes, agosto 02, 2011

Charlando con: M: Indignaos


Empiezo por lo más discutible, para no levantar ampollas: hace mucho tiempo que dejé las grapas. Y no, ésto no es un debate sobre grapas sí o no. Que cada cual escoja su camino, saltamontes.

El hecho es que yo lo escogí con la colección que había sacado Ediciones B sobre Príncipe Valiente. Yo y otros “valientes” empezamos la colección. A los ocho números o así empezaron a surgir, en la habitual página del correo del lector, las voces que pedían una encuadernación (entonces, si querías tomo, te lo encuadernabas tú). Tras los habituales dimes y diretes (y las pruebas de color de la edición, que merecen post aparte), por fin la editorial comentó, allá por el numero quince, que efectivamente habría tapas para que pudiéramos encuadernar la edición. Y sacaron unas cutres tapas de cartón. Llegado el número treinta y tantos, cuando no se habían apagado los rumores del cutrerio, surgieron otros que decían que la editorial preparaba una edición en tomos de la obra. El problema ya no era que te pillara una edición en tomo cuando llevabas ya treinta grapas compradas, si no que la edición en tomo era con mejor papel y mejores tapas. La sacaron cuando íbamos por el cuarenta. ¿Fidelidad con los compradores? Negocio.

Luego siguió Hellboy. Descubrí y compré la historia por Mignola, del que me había encantado su trabajo en “Corum”. Cuando llevábamos unos seis tomos de tapa dura y se anunció la película, sacaron la edición en cartoné. Si alguno se pasó al cartoné, ya sabe que ahora lo tiene en tomaco: llámesele ómnibus, absolute, de luxe o definitiva. Bueno, esto último no. La experiencia demuestra que, si hay negocio, nunca es definitiva.

También estaba Corto Maltés, la serie que me costaba un ojo de la cara. Los tomos eran carísimos (3000 Pts), pero estaban bien editados y con unas introducciones muy chulas donde te explicaban las referencias históricas a la época en la que se desarrollaba la historia, laminas de Pratt, etc. Un buen día, se decidió que aquello quedaba más bonito en cartoné.
Las razones eran dos: en primer lugar pasábamos al euro y en segundo, las historias comenzaban a ser más cortas. Así que redondeamos el precio al euro y a cambio ponemos cartoné. ¿Qué se quedan cortos los tomos? Con el filón a punto de agotarse, remontaron las aventuras caribeñas de Corto y sacaron dos tomos en vez de uno: El mar de oro y Suite caribeña. Guau.
El golpe final fue el mejor: con la serie a punto de terminar (quedaban Bajo la bandera del oro y La laguna de los misterios) decidieron sacar… “nueva colección y nuevo formato”. Estupendo. Ya nunca terminaré la colección de Corto. Ni aunque me recomprara los primeros tomos en cartoné. Además, si alineas los tomos en la estantería observaras una progresiva disminución de la altura de los mismos. Colección de lujo a la española. ¿Contención del coste? Racanería.

Seguro que tenéis cientos de ejemplos que añadir. Spirit y su primera edición en grapa (esa merece un capítulo aparte), Blacksad y sus tomos menguantes, la reedición de Palomar con otro tipo de papel… Y ya no quiero hablar de las ediciones Absolute (¿a quien le gustan?) y apaisadas (lo siguiente es con forma de queso, cualquier cosa menos lo lógico). Por no hablar de la edición de Justice, de Alex Ross. O formato Absolute o formato minimote (para ciegos).

No. No es un debate sobre las grapas. Es un clamor sobre estas editoriales que ven nuestros sueños como negocios y que nos miman y nos maltratan por igual. Y aún así, resistimos.

En el horizonte, una sombra. La reedición de “Tierra X”, la respuesta Marvel a “Kingdom Come” y el Capitán América que más me impresionó en mis últimos años (el de Brubaker lo siento pero no). ¿Qué toca? ¿Edición legal o indignaos? Panini: en tus manos pongo mi fe.

M

miércoles, julio 20, 2011

Charlando con: M: Ciego, cojo y contrahecho.


El otro día fui a la feria del libro y me compré varios cómics. Uno de ellos era una recopilación de historias que el dibujante Beroy había realizado allá en la prehistoria (mediados de los ochenta) y publicado en diversas editoriales (fundamentalmente Filstrup y Ned). Yo de Beroy tengo (o tenía, si mi madre ha efectuado una de sus legendarias “limpiezas”) un ejemplar publicado en su día de 666/999, una historia de corte apocalíptico que me había gustado bastante.

Así que me senté en el sillón dispuesto a releerlo y me di cuenta de una triste realidad: me había quedado ciego. Por mucho que me esforzaba en leer, las letrujas pequeñitas se resistían a tomar sentido ante mis ojos.

Cogí el tomo y decidí dejarlo para mejor día, colocándolo en la estantería junto con los otros cómics. Y recupere la vista.

¿Milagro? No. Traición. Revisando las ediciones y reediciones me di cuenta del milagro de la reedición española: Sí, salen muchas antologías; Sí, muchas de ellas son buenas (no todas, las cosas interesantes empiezan a agotarse y, ojo, están empezando a reeditarse los pestiños); Sí, están muy bien de precio. Pero no hay Dios que los lea.

O los tomos son de 800 páginas (que no te caiga en un pie) o el tamaño del tomo es tan pequeño que no hay quien vea /disfrute el comic. Por no hablar de la moda gótica: todas, absolutamente todas las ediciones tienen que ser de lomos negros. Mi estantería parece “Selecciones del Readers Digest”

Los ejemplos son numerosos. A la cabeza me viene la reedición de “As de Pique” por Dolmen, todo en un tomo, pero de un tamaño que los magníficos dibujos de Giménez parecen miniaturas japonesas. En el mismo lote “El tercer testamento” (esta fue tan de traca que lo han re-reeditado en “formato de lujo” con un tamaño mas parecido al original), “La casta de los Metabarones”, o este “Onírica” de Beroy. Es cierto que conseguimos buenos precios, pero ¿a costa de que? Si a un mercedes lo haces un treinta por ciento más pequeño, sustituyes los asientos de cuero por unos del Carrefour y el motor por uno de fabricación japonesa… ¿sigue siendo un mercedes porque lleva la estrellita?

Las reediciones son maravillosas, permiten recuperar cosas perdidas y algunas veces mejoran ediciones de magníficas obras que en su momento fueron maltratadas. Pero estas ediciones peluco del moro donde parece oro lo que una ojeada mas reposada confirma como pirita (“fool´s gold”) creo que no llevan a otro lado salvo a pasar por caja y esperar que, algún día, se haga justicia.

Si esto sigue así, acabaré ciego, cojo y contrahecho.

M

jueves, julio 07, 2011

Charlando con: M: Toma dos

La muerte de Gwen Stacy (y tres).


En el correo anterior, comenté que el librero me había dicho lo del éxito del post. Le comenté que la mía es una colaboración con fecha de caducidad -él lo sabe y le consta- y, al llegar a casa con la miel del agradecimiento en los labios, aparte de leer-pero-no-leer el susodicho número, revisé el blog. Me encontré un comentario de alguien que me recomendaba, por si yo no lo había leído, Spiderman Blue.



Yo ya había leído Spiderman Blue.

Fue él quien me llevó a comprar Daredevil Yellow y este a su vez Hulk Grey. Con este último seré sincero: fue eso y dos cosas más. Una el ver a Iron Man con su armadura clásica – mola- y el otro la somanta que le mete Hulk –gustazo-.

De hecho, creo que Spiderman Blue es el único cómic de Loeb que vale realmente la pena. Echando la vista atrás me doy cuenta de que si los compraba era por Tim Sale: tuve que llegar al Hulk Grey para darme cuenta. Pero eso es otra historia y creo que otros ya han “ajustado cuentas” con Loeb.

Loeb utiliza en este cómic una máxima universal en el arte de la narración: lo que cuenta es el final. “No importa lo que cuentes en el medio, chico. Dales un buen final y serán tuyos” le viene a decir (más o menos, la cita es orientativa) el personaje de Albert Finney a Nicholas Cage en “El ladrón de orquídeas”. Y la verdad es que la idea funciona: los ejemplos de cómics, libros o películas malogradas por un mal final son incontables. A vuestro criterio dejo la elaboración de una lista.

Lo que realmente hace especial a Spiderman Blue no es tan solo el halo de nostalgia que desprende sino sobre todo lo bien que cierra Loeb la historia.

Al principio, la voz de Peter nos introduce en una especie de flash back, dosificando la voz en off hasta hacerla desaparecer hacia la mitad del álbum. En ese momento, estamos sumergidos en una especie de Greatest Hits, con algunos de los mejores momentos del Spiderman de la etapa Romita. A mi esta parte no me gusta excesivamente –salvo para correr a releerme las viejas historias de Spiderman- Hacia el final se recupera la voz en off, que revela todo su significado tras un volteo de página (qué importante es a veces en un cómic que tal escena esté en la página derecha o la izquierda: es el pasar la página y encontrarse con lo inesperado). La historia se interrumpe y volvemos al presente: Peter está en el ático de su casa, con un aspecto desaliñado que indica que lleva mucho tiempo allí, intentando encontrar el modo de despedirse de Gwen.


Esa afortunada escena final de Mary Jane (“Dile a Gwen que yo también la echo de menos”), dejándolo a continuación solo para respetar su intimidad, redondea aún más un momento mágico. Estamos descubriendo una faceta real de Peter, mucho más atrayente y cercana de lo que hemos visto en los últimos años. Y, de propina, nos transmite esa sensación de perdida y de tiempos pasados que solo los que han compartido las penurias de Parker pueden entender. Es un buen cómic, pero no es un cómic de superhéroes: es un cómic para nosotros, los amantes de los superhéroes. Joder, ya lo creo que el final cuenta.

Las tomas extra también son interesantes. En ellas, además de comprobar la suerte que ha tenido Loeb trabajando con Sale (recomendable para aquellos que piensen que Loeb es un cretino: sus “perlas” no tienen desperdicio) podemos ver el esfuerzo de adaptación de Sale al estilo Romita (a vuestro juicio si acierta o no) y sobre todo una reflexión sobre el proceso de creación de las maravillosas portadas.

“La muerte de Gwen Stacy” nos ofreció un increíble dos por uno: la muerte de Gwen y la del Duende en un único número. En aquel momento, la franquicia estaba en plena expansión. Las decisiones se tomaban con cierta libertad y siempre se pensaba que podría surgir un nuevo personaje que sustituyera al anterior. Pero siempre nos (me) dejó una cierta sensación de vacío en el interior. Spiderman Blue cierra la herida. Y, por una vez, lo hace estupendamente.

miércoles, julio 06, 2011

Charlando con: M: Toma uno

El hombre que (intentó) enseñarme a dibujar

En un post anterior dije que no volvería a leer “La muerte de Gwen Stacy”.
Mentí.
Bueno, solo un poco.

El otro día, en uno de mis inhabituales “charlando” con el librero tranquilo, me comentó que mi historia de Spiderman había gustado. Y yo sin enterarme. Gracias a todos.

Con ese recuerdo en la memoria, al llegar a casa abrí el cómic para hojearlo y… no, no releí la historia. Me quedé tan solo en la primera página. Pero sí me recordó algo que olvidé en el post anterior. Tanto hablar del fondo que obvié la forma. Y la forma eran John Romita (padre) y, sobre todo, Gil Kane.

Siempre me ha gustado Gil Kane. Supongo que en una época de dibujantes corrientes, era un dibujante de estilo distinto. Su forma de dibujar, con personajes poliédricos, atléticos y fibrosos, le venía como anillo al dedo a Spiderman. Igual que, supongo, puedo decir que John Buscema le va al dedo a Conan o John Byrne a los 4F. Lo dejo a la opinión de cada uno, que seguro que las tenéis y muy interesantes.


Pero lo que más me llamaba la atención de Kane (o del tándem Kane/Romita) en Spiderman era su sentido del dinamismo. Kane hacía que Spiderman diera (y, sobre todo, recibiera) ostias como panes. Y, amigos, eran panes de centeno.

























Panadería Parker: Masa fresca y tras cocción en el horno.


Yo no había visto cosa tal desde Kirby. Me cautivó hasta el punto que, haciendo pinitos con el lápiz (esos que todos los aficionados al cómic hacemos hasta que la naturaleza distingue a los dotados de los… llamémosles menos dotados), empecé a dibujar bocetos de las viñetas de acción de Kane para después poder introducirlos en mis propias historias. (Otros lo llamarían “homenaje”. Para que engañarnos, era un plagio). Y de ahí salieron infumables de cuyo nombre no quiero (ni, creerme, puedo) acordarme.

Huelga decir que la experiencia se saldó con un rotundo fracaso. Pero sirvió para que un grupo de amigos nos intercambiásemos historietas caseras de diversos géneros –y disfrutásemos leyéndolas- y sobre todo hizo que, con medio mundo por medio, un letón que sabia dibujar me contagiase las ganas de hacerlo (las hormonas hicieron el resto).

Nada de eso ha sobrevivido. Ni siquiera lo había hecho el recuerdo de Kane. Al menos hasta que cierta editorial me recordó a una muchacha rubia que, hace mucho tiempo, en una galaxia a día de hoy no tan lejana como quise creer, ocupó un lugar en mi corazón.

Pd: Gracias, GK. Y a ti también, librero.

martes, junio 21, 2011

Charlando con: M: El cómic que cambio mi mundo


Aviso para navegantes: Esto es un pestiño que los letrados llamarían “timorato strip-tease sentimental”. Yo prefiero llamarlo “Batallita del abuelo cebolleta”.

Hoy voy a hablar de superhéroes.

Hace un par de meses, navegando en las reediciones de Panini, descubrí que se reeditaba “La muerte de Gwen Stacy”. Todo el mundo –supongo- tiene su cómic de superhéroes. Ése que le marcó, que le ganó para la causa o que le supuso continuas relecturas; “La muerte de Gwen Stacy” fue el mío.

(Flashback). En aquel momento yo era un lector habitual de tebeos de Tex y Zagor (la culpa no era mía, es de John Wayne y James Stewart), que intercambiaba con un amigo lector de superhéroes Marvel. Y la cosa hubiese seguido así si este cómic no hubiese caído en mis manos.

Aquello lo cambió todo. En aquel momento, vi que un personaje podía morir (subrayando “en aquel momento”). No hubo caballería de última hora, ni magia recuperadora, ni “todo fue un sueño”, ni “what if” (a Dios gracias, aun no se había inventado). Se murió. Y, joder, Mary Jane es muy molona y todo eso pero a mí quien me gustaban eran las rubias (la culpa no era mía, era de Marilyn).

En segundo lugar, vi por primera vez (en realidad por segunda, pero esta vez de un modo más creíble) a un Spiderman cabreado. Tan cabreado que incluso podía matar al Duende Verde. Yo acababa de ver una “muerte imposible”. ¿Por qué no otra? Ya no había chistes graciosos, ni “amigable vecino y amigo” ni tonterías por el estilo. Esta vez iba en serio.

En tercer lugar, algo que me sorprendía en Spiderman eran sus victorias a los puntos. No era un tipo con capacidad de alterar el tejido de la realidad ni nada por el estilo. Ganaba siempre al límite, ayudado por algún truco, aprovechando elementos del escenario o similar. Pero, esta vez, en las páginas finales, era una maquina de matar. El intercambio de golpes con el duende es tipo Tyson: Tú échame lo que quieras, que cuando te pille con la besadora, se acabaron tus problemas. Y llega hasta la última frontera, esa que un superhéroe clásico puede explorar pero no cruzar: la venganza.

En fin. Todo esto es un recuerdo de un niño sobre un cómic. Hace muchos años que perdí a mi amigo y no he vuelto a leer “La muerte de Gwen Stacy”. Compraré el número pero no sé si lo releeré. Algunos recuerdos son demasiado valiosos.

PD.: Gracias, Antonio.


M

martes, marzo 01, 2011

Charlando con: M: Cuimhne


En estos días de invierno y crisis, de vez en cuando, uno repasa con el dedo los lomos de los álbumes de la estanterías a la búsqueda de algo que llevarse a la boca (lo que tiene de bueno la relectura de tebeos es que uno los puede revisitar pasado algún tiempo y la operación te lleva como máximo un par de horas).

Y así, el otro día, mi dedo se paró en Cuimhne, de Kike Benlloch y José Domingo. Y recordé como llegó a mis manos.

Cuimhne es uno de esos álbumes que genera lo que yo llamo “reacción atracción-rechazo”. Uno se siente inmediatamente atraído por la cuidada edición y por el magnético dibujo de la portada, pleno en colorido. Y una vez hojeado, lo devuelve al estante tras contemplar páginas llenas de dibujo (aparentemente) abigarrado y poco atractivo.

No obstante, fruto de una triple pulsación (una recomendación, la oportunidad de leer algo de autores “de aquí” y el hecho de tratarse de una ambientación mágico-aventurera más adulta) me convencí de llevarlo a casa.

El álbum está constituido por dos relatos -“Na Muileann” y “La herida que no sangra”- que se suceden cronológicamente en el tiempo con (¿10?) años de diferencia entre ellos, de tal modo que el segundo recoge hechos narrados en el primero (más bien las consecuencias de los mismos), reincorpora personajes ya presentados y a su vez introduce nuevos personajes que (tal vez) tengan continuación en historias futuras.

Cierto es que hay las inevitables fuentes comunes. Estos druidas recuerdan a los Jedi (o a los samurái, o los Jedi a los samurái, me pierdo con tanto plagio). También veremos las habituales referencias a “la vieja religión” en consonancia con las culturas anímicas, la imaginería de Tolkien de enanos y gigantes, “Bone” e incluso habrá quien buscará referencias con “Los reyes elfos “de Víctor Santos. A mí particularmente en su primer arco argumental me recordó a “El guerrero nº 13” de John McTiernan, pero sustituyendo la iconografía nórdica por una más próxima. Pero bueno, el que sea original que tire la primera piedra.

No es menos cierto que en Cuimhne todos estos elementos no se hilvanan de forma redonda en la trama y las situaciones parecen desaprovechados. También lo es que se pueda pensar que el modo de contar es confuso y poco atractivo y que el argumento es una sopa de lugares comunes.

Pero quien piense así, araña la superficie. En Cuimhne no es tan importante lo que se cuenta como lo que solo se esboza, donde algunos hilos quedan sueltos – a propósito o no, no importa- para que uno pueda fantasear con ellos. Y, sobre todo, se consigue una ambientación llena de suficientes momentos e ideas para sumergirte en ese mundo. No es original, pero el conjunto conseguido (lleno de lugares comunes y a la vez atrayentes), el rápido ritmo de los acontecimientos contados y las pinceladas de ambientación de sus autores hacen que resulte atractivo. Y ahí creo que está el quid. Esta serie B del cómic se me antoja más disfrutable como entretenimiento que otras historias de fantasía, técnicamente perfectas, pero que transcurren en el mundo del aburrimiento.

El merito es de Kike Benlloch pero también de José Domingo. Es un autor novel y eso se nota en muchas viñetas, imperfectas en su resultado, y en la narración, fea o sin la debida continuidad en algunos momentos (de hecho fue justo lo que pensé tras leerlo: “juzgado y sentenciado”). Pero también tiene sus logros, como la página de inicio de “Na Muileann”, bien construida, el hermoso final de la primera historia o la ambientación que desprenden lugares como el bosque o los acantilados, que hablan de talento y esfuerzo. Y, probablemente, esta historia no hubiera mejorado con un dibujo más “realista” o “naturalista”.

Muchas obras merecen una segunda lectura. Algunas ganan con ella. Cuimhne es de estas últimas.

jueves, enero 20, 2011

Charlando con: Los tres caidos (AKA Las tres estrellas)

Al oeste de los reinos civilizados existen unas tierras cuyo nombre este cronista ha olvidado. Tal vez en algún momento fueron un reino y el mismo fue floreciente, pero de eso hace tanto tiempo que ni sus propios habitantes lo recordaban.

Durante muchos años el reino estuvo en guerra y su paisaje arrasado, hasta que apareció el autoproclamado rey Ned. El rey pacificó el territorio, llegando a un acuerdo con los señores feudales, pero no sin coste. Y así, como suele pasar en estos casos, fueron los vasallos los que tuvieron que pagar el mismo, recibiendo a cambio las migajas de la mesa de su señor.

Un día, al reino llegaron tres caballeros.

El primero de ellos era un guerrero. A pesar de no llevar demasiados años a sus espaldas, sus hazañas habían sido tales y de tal arrojo que su nombre ya sonaba en las trovas de los juglares. Suya era la fuerza y suya también la arrogancia de la juventud.

El segundo era un mago. Su bagaje como caballero era aun mas escaso, pero en las cortes occidentales su nombre era sinónimo de talento. Su dominio de la magia iba parejo a sus conocimientos arcanos... y a sus gustos refinados. Suyo era el talento, mas suya era también la semilla de la indolencia.

El tercero era un héroe, curtido por los años y el camino. A lo largo de su historia, por aquellas tierras habían pasado muchos hombres: guerreros, mercaderes, mercenarios y magos de distintos talentos. Pero tan solo tres o cuatro héroes. Este era uno de ellos.

Los tres se presentaron en la corte del rey Ned y se pusieron a su disposición.

El Rey Ned los convenció que un reino se hace grande con el esfuerzo de sus súbditos. La gente, esperanzada al principio, se fue desengañado al ver cual era el papel real que el rey les había encargado: cobradores de sus impuestos.


El tiempo pasó y los caballeros vagaron y vagaron.

El guerrero se gustó a si mismo y la edad y la arrogancia arruinaron su porte. Aún tenía su fuerte brazo, pero gustaba exhibirlo más en fanfarronadas que en verdaderas cuitas. Y así, su estrella se empaño.

El mago siempre fue dado a gustos caros y refinados y a mediada que su erario se enriquecía con la dádivas del Rey Ned, contrató a otros para que vagaran en su nombre llevando a cabo sus tareas, mientras el supervisaba las operaciones desde su cada vez más alta torre. Y así, su estrella se corrompió.

El héroe fue el peor parado de los tres. A medida que su fama iba creciendo, Ned llego a considerarle como una amenaza. Y no dudo, mientras le enviaba a misiones cada vez más descabelladas, en contratar asesinos para eliminarle. El héroe vagó errante de un lado a otro, luchando contra fantasmas, sometido a la tiranía del rey. Finalmente, agotó sus fuerzas y cayó. Su estrella palideció pero no se apagó, ya que nunca fue olvidado.


Llego el invierno y luego la primavera y de nuevo el invierno. Otros señores, descontentos con el Rey Ned, se confabularon para derrotarlo. El rey se acordó entonces de los tres caballeros pero ya ninguno de ellos era un caballero. Cuando llegó nuevamente la primavera, las llanuras volvían a estar en llamas y la guerra, extendida por el reino que nunca fue un reino. El resultado fue el de siempre: la hambruna.


No pasa día sin que lleguen noticias de nuevas escaramuzas o se observe en el cielo el humo procedente de algún incendio; ni noche en la que no se escuche el llanto, los sonidos de las armas o, en el mejor de los casos, el silencio.

La gente aún llora la muerte del héroe.

Y aquí permanecemos.

M

miércoles, diciembre 01, 2010

Charlando con: M: Bokko



China, en el periodo de los siete reinos. Un ejército de más de diez mil combatientes procedente del reino de Zhao se dispone a atacar la ciudad fronteriza de Liang (en el vecino reino de Yao) de apenas cuatro mil habitantes (incluidos niños y mujeres), en su mayoría campesinos y gente humilde sin formación militar. Fruto de la desesperación, los dirigentes de Liang no dudan en realizar una petición urgente de auxilio a los Mo Zhe, como su única oportunidad de no salir mal parados en un choque tan desigual.

Los Mo Zhe son una orden religiosa parte monje y parte guerrera, consumados especialistas en técnicas de combate de naturaleza estrictamente defensiva, limitándose en particular a la defensa de la población de aquellas ciudades injustamente sometidas al abuso por medio de asedio. Desempeñan a la perfección esta misión de un modo altruista y abnegado, aún a riesgo de sus propias vidas, lo cual les ha hecho ganarse una fama de terribles oponentes.

La ayuda de los Mo Zhe acaba llegando, sí, pero para sorpresa de Liang, en forma de un único hombre. ¿Quién es? ¿Por qué llega solo? ¿Podrá hacerse cargo de una tarea que parece imposible, aún con la oposición a sus decisiones de los dirigentes de la ciudad?

Este comic nació de una recomendación (gracias, Melo). Tan pronto conocí la historia por propias palabras de su recomendador y, ante el doble incentivo del argumento y de que la colección (11 tomos) se liquidaba por la editorial a un precio de oferta, corrí a adquirir lo que pensaba era el heredero de la biblia de los mangas medievales (“El lobo solitario y su cachorro”).

Bokko no es ese heredero, pero sí el triunfo del argumento sobre la técnica. Los dibujos no son ninguna maravilla, con una cierta sensación de estatismo. La planificación de páginas parece un tanto amateur: muchas viñetas, en ocasiones mal colocadas dificultando la lectura y con abuso de los primeros planos de cabezas (sí, de cabezas), lo que produce sensación de abigarramiento y reiteración. Hay pocos planos generales como respiro y a la vez recurso a la espectacularidad en la acción pero, cuando los hay, son buenos y se agradecen. No, no compraremos Bokko por el dibujo.Cabezas por doquier

Mas al hablar del argumento, ¡ay amigo!, la cosa cambia. A finales del segundo tomo la obra responde a alguna de las preguntas planteadas en el resumen, pero genera otras más inquietantes. Y aparece uno de los elementos que más ilusionan al aficionado: el enganche. Y a lomos de trepidante guion nos lleva al tercer, al cuarto, al quinto tomo y aún más allá, casi sin respiro, resolviendo desafíos y plantando semillas de nuevos (y mejores) retos, hasta cerrar el círculo de los 11 tomos con un bonito final. Y, en medio, crees recordar que has hecho cosas como comer, dormir o ir al baño. Son los tres días del Bokko.

He dicho que Bokko fue fruto de una recomendación. Con esta nueva recomendación intento no solo agradecer la realizada sino hacerla extensiva a otros. Si lo consigo, me doy por satisfecho.

PD: Bokko me llama desde la estantería. ¿Los tres días del Bokko?

martes, noviembre 16, 2010

Charlando con: Matías: Magasin General

Nueva incorporación al blog de BD. Matías, otro de esos clientes habituales, se ha decidido, y de vez en cuando, además de conmigo, también compartirá con todos vosotros sus siempre interesantes pareceres comiqueros. Como primera colaboración, un post sobre esa gran serie conocida como Magasin Général.






Magasin General es ese pequeño colmado vale-para-todo tan propio de los pueblos y tantas veces reflejado en la ficción, donde uno puede adquirir todo lo imaginable e inimaginable para el uso domestico. La verdadera alma mater de todo pueblo pequeño (junto al bar, por supuesto).

La historia de esta serie nace con vocación de trilogía, pero los propios personajes y situaciones y la quimica entre los autores llevó a prolongar la misma hasta dos trilogías, tal y como los mismos autores explican en el prólogo del tercer volumen:

"Cuando nació el proyecto de Magasin General, habíamos previsto contar esta historia en tres tomos. Nos dedicamos con mucho gusto a la escritura del tomo I, Marie, pero a medida que la narración avanzaba los personajes se rellenaban y tomaban cuerpo. Teníamos ganas de seguirles por sus rutas laborables por Notre-Dame-des-Lacs. A su ritmo. El de las estaciones y el del curso de la vida.

Llegó Serge, el tomo dos, y fue al escribir esta segunda obra cuando se nos hizo evidente que tres tomos no eran bastantes. Cuatro, nos dijimos. Y luego cinco…
Actualmente hemos llegado a la conclusión de que seis parece una cifra razonable. Esperamos no equivocarnos."


De lo anterior ya deducimos que, si bien el primer tomo sirve más bien para la presentación de los personajes y sus rutinas (y puede desanimar), en el segundo ya nos hemos familiarizado con ellos y comienza a desarrollarse calmadamente la trama principal de la obra. Llegados al fin al tercer tomo, y ya integrados como observadores privilegiados de las vicisitudes de esta pequeña población, Loisel & Tripp se sueltan a afianzar y refinar su hasta ahora un tanto encorsetada puesta en escena. De hecho, basta echar la vista atrás para constatar lo mucho que mejora la serie en la expresividad de sus personajes y en narrativa, llegando a sentir el disfrute que produce en esa vida rutinaria una cena de alta cocina, una carrera de trineos o la introducción de elementos fantásticos como las viñetas de un gato y un perro interrelacionando con unos patos convertidos, a raíz del segundo tomo, en elementos omnipresentes de la población.

Primorosamente editada por Norma (guau, primorosamente y Norma en la misma frase), la duración de los tomos es variable, algo muy de agradecer puesto que permite la adaptación de las páginas a la narración y no viceversa. En la introducción de cada tomo viene, a doble página, la reproducción de una plancha original del mismo. Del lado izquierdo figuran los bocetos a lápiz de Loisel (“primera fase”) y en el simétrico el entintado de Tripp (“segunda fase”), lo cual no sólo es un pequeño lujo hermoso de contemplar, sino muy ilustrativo de las aportaciones de uno y otro al conjunto.

Un vistazo de conjunto nos revela que no hay nada realmente original o espectacular en Magasin General. Antes bien, tanto el guión como su desarrollo sigue sendas conocidas y el final se ve venir (aunque no por ello no deja de disfrutarse). Pero en este comic lo importante no es el fin sino el camino. Así, al igual que el paso del tiempo da a una agradable comida y sobremesa en casa de unos amigos el regusto de una jornada no memorable pero si feliz, lo mismo hace con la lectura de estos álbumes.

Magasin General lleva cinco tomos publicados. Por ahora.

M